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Miente una, no mienten todas

Si una mujer miente o manipula al denunciar a quien supuestamente la agredió, abusó o violó, ¿significa que todas las mujeres mienten?
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24 de marzo de 2024 a las 05:00

Todas las olas tienen sus contra olas y todas las revoluciones tienen sus contraofensivas. La movida que intenta destruir el anclaje de justicia y equidad por el que lucha el feminismo, se vuelve a intensificar también en Uruguay, en base a argumentos que se disfrazan de verdades, aunque lejos están de serlo. Es lógico, porque antes se intensificó la reacción de quienes han manifestado de diferentes maneras para que, por fin, los reclamos de igualdad de género se conviertan en realidades. Es lógico, pero también es peligroso, porque ya no podemos, como sociedad, volver atrás

Si hay una “revolución” que ha tenido paciencia ha sido la de las mujeres. La historia de las desigualdades es tan antigua como la de la propia humanidad. Pero las conquistas merecidas pero insuficientes del movimiento feminista en sus cuatro olas, se ven de nuevo amenazadas. Esta vez se toma el árbol por el bosque. Si una mujer miente o manipula al denunciar a quien supuestamente la agredió, abusó o violó, ¿significa que todas las mujeres mienten? 

El contundente hecho de que cada vez más mujeres denuncien maltratos, agresiones y abusos es una amenaza demasiado grande al statu quo al que se enfrenta el feminismo para que, de una vez por todas, las desigualdades se balanceen. Se puede dudar de casi todo en estos días, e incluso se puede manipular para que se dude, pero lo que no se puede negar es que la gran mayoría de quienes son agredidos son mujeres por el hecho de ser mujeres. Entre ellas, algunas mienten, como miente un porcentaje de la población sobre cualquier tema. La mentira de una, dos o tres, no hace menos justa la protesta de miles y miles. Las mentiras de unas pocas no hace mentirosas a todas.

La Primera Encuesta Nacional de Prevalencia sobre Violencia Basada en Género y Generaciones realizada en 2013, reveló que casi 7 de cada 10 mujeres mayores de 15 años declaraban haber vivido alguna situación de violencia a lo largo de su vida. El mismo estudio, que se hizo hace más de 10 años atrás, cuando la conciencia sobre las formas de agresión y de victimización era bastante más apagada que la del presente, también demostró que la violencia en espacios públicos tenía una prevalencia del 36,5%. En estos espacios solo se midieron las agresiones sexuales, desde las verbales hasta relaciones sexuales no consentidas. Más del 45% de las mujeres mayores de 15 años que tienen o han tenido pareja, declaraban haber vivido algún tipo de violencia de parte de su pareja a lo largo de su vida, mientras 1 de cada 5 decían haber sufrido un episodio de violencia intrafamiliar (excluidos los casos de violencia ejercida por parejas o ex-parejas) en el último año. 

Las denuncias de violencia doméstica aumentaron un 400% entre 2005 y 2013. En 2022, el 81% de las víctimas de violencia sexual fueron mujeres, según datos de la publicación “Violencia sexual y acceso a la justicia penal”, realizada por la Fiscalía General de la Nación.  También según datos de Fiscalía, entre 2019 y el 2022 el 96% de las personas imputadas por violencia sexual fueron varones mayores de 18 años y solo un 3% fueron mujeres.

El feminismo ha luchado, con altas y bajas, por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. La primera ola fue por el reclamo de derechos básicos como el sufragio femenino, el acceso a la educación y la participación en la vida pública, mientras que en la segunda de los años 60 en adelante, predominaron las protestas por la igualdad en el ámbito laboral, la denuncia de la discriminación sexual y la lucha por la autonomía reproductiva. Esta cuarta ola amplificada por las redes sociales, los hashtag y la viralidad, se ha centrado más en la violencia de género, la brecha salarial y la lucha por la igualdad en todos los espacios.

El feminismo siempre ha molestado y esa es, en parte, su función. Ahora molesta tanto que incluso hay sectores de nuestra sociedad que plantean públicamente involuciones. La semana pasada Cabildo Abierto hizo un seminario en el Parlamento para discutir los cambios que propone a la ley de violencia de Género y Paridad vigente desde 2017. 

 “Estamos frente a una revolución que está contra las bases en las cuales se creó nuestra sociedad”, dijo entonces el senador Guillermo Domenech. “Todo esto hoy está en tela de juicio, nuestra organización social y familiar, y nuestro derecho. Hay una guerra doctrinaria y política contra las bases de nuestra organización social, y es muy importante para quienes están en esa trayectoria revolucionaria destruir la familia”.

En estos días de acusaciones públicas contra hombres públicos es fácil dejarse llevar por la contracorriente que pretende culpar al feminismo por las mentiras que un escaso número de personas puede decir en casos de denuncias de abusos y violencia. Es como decir que todos los abogados son unos chorros porque alguno robó o estafó. O que todos los senadores son unos abusadores porque uno (o dos o tres) lo son. 

Para miles y miles de españoles, la mujer joven que fue violada por cinco hombres durante las fiestas de San Fermín de 2016 era una mentirosa. En el primer tribunal que juzgó el caso que se conoció como La Manada hubo un juez que incluso dijo: “En cualquier caso, daño, dolor durante ese episodio ha quedado claro que no sintió usted”. Esa fue su conclusión porque la chica, que quedó congelada del shock, no se resistió ni gritó. Apenas se dedicó a sobrevivir.

Nadie elige ser víctima; es una posición dolorosa, incómoda y hasta peligrosa. Quienes terminan denunciando abusos, agresiones o violaciones suelen ser, en la inmensa mayoría de los casos, verdaderas víctimas. No tomemos una mentira por miles de mentiras. Tomemos miles de víctimas por lo que sufrieron y siguen sufriendo.

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