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Los entretelones de la salida de los 500 kilos de cocaína del aeropuerto

El funcionario de Policía Aérea cobró US$ 30 mil por dejar pasar la droga; un efectivo de Interpol organizó el operativo
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15 de agosto de 2019 a las 05:01

La tarea era sencilla, el riesgo parecía limitado, y el premio bien valía la pena.  Como funcionario de policía aérea, debía abandonar su puesto en el control de maletas de pasajeros de vuelos regulares,  dirigirse a la sala VIP del Aeropuerto Internacional de Carrasco,  y hacerse cargo del escáner que se utiliza para registrar a quienes salen del país por esa vía preferencial, de modo de poder hacer la vista gorda en el momento convenido. Fue así que el 15 de mayo aprovechó su posición de supervisor para abandonar su puesto y se dirigió al área de control de equipaje de los pasajeros de la sala VIP del Aeropuerto, a donde un compañero estaba terminando su turno.

Le dijo que se retirara tranquilo, y que él ahora se encargaría de las tareas de control. A los minutos, llegaron los siete pasajeros croatas y checos del jet privado que había llegado al país apenas dos días antes.

Tenían una treintena de maletas, una cifra poco común si se tiene en cuenta que estuvieron en el país apenas 48 horas. Ayudó a poner el pesado equipaje en la cinta del escáner, observó apenas las imágenes de rayos X que indicaban la presencia de cocaína dentro de los bolsos, y los dejó pasar sin informar a nadie de aquel contenido ilegal. Minutos después, colaboró en cargar la droga en el avión, tras lo cual la lujosa aeronave partió rumbo a Niza (Francia).

Respiró aliviado al ver a la aeronave tomar vuelo. Había logrado que poco más de 500 kilos de cocaína salieran del Aeropuerto Internacional de Carrasco sin ser descubierto. Por esa tarea cobraría US$ 30 mil.

Pero lo que ese funcionario no sabía, es que tanto la DEA como la Europol observaban de cerca ese avión, y se disponían a incautar la droga en territorio Suizo. Aquel operativo que permitió requisar una cantidad de cocaína valuada en US$ 180 millones, y detener a varios integrantes de la organización criminal, abrió una investigación en Uruguay, que este miércoles lo sentó a él en el banquillo de los acusados.

A su lado, en el Juzgado de Ciudad de la Costa,  estaba su ex pareja, la mujer con la que tiene un hijo en común. Ella también debió comparecer ante la Justicia, luego de que la Policía allanara el lunes su casa de Toledo, en donde encontraron US$ 24 mil en efectivo, electrodomésticos nuevos, y paredes recién pintadas. Las obras de refacción de la vivienda, se habían iniciado en junio, y los investigadores creen que fueron pagadas con parte del dinero por dejar pasar la droga.

“Estoy apretada”, le dijo ella días antes en una conversación telefónica que quedó registrada por los investigadores. Temía que la maniobra fuera descubierta, en tiempos en que los medios de comunicación ya adelantaban que su ex pareja estaba comprometido en la investigación. “Quedate tranquila, no tienen ninguna prueba”, le aseguró él. Pero la fiscalía sí tenía pruebas y este miércoles logró que se le imputara a él un delito de cohecho calificado (soborno), con un delito de tráfico de estupefacientes en la modalidad de exportación, al tiempo que a ella se la señaló por un delito de receptación (poseer bienes robados). El primero cumplirá prisión preventiva por 180 días, al tiempo que ella tendrá como medida cautelar la prisión domiciliaria por 90 días, con la posibilidad de abandonar el hogar de 9 a 18 horas.

Tan contundente era la prueba que tenía la fiscalía que el hombre terminó colaborando con la investigación, como señal de buena voluntad en la búsqueda de una pena menor.

El nexo

Justo al lado de la mujer se encontraba el suboficial mayor de Interpol, que, según narró la fiscal del caso, Patricia Rodríguez,  fue quien ofreció  al  funcionario de policía aérea la posibilidad de hacer dinero dejando pasar los bolsos. Este hombre fornido, de barba blanca prolijamente cortada y rostro inexpresivo, negó cualquier vinculación con el hecho.Sin embargo, las pruebas en su contra fueron suficientes para que se le imputara un delito de cohecho calificado y de tráfico de estupefacientes en la modalidad de exportación en calidad de co-autor.

La fiscalía todavía no sabe cuánto dinero percibió el veterano por su labor. Lo cierto es que, según dijo la fiscal, el funcionario de Interpol fue quien le pagó en mano al efectivo de Policía Aérea, por lo que se presume que su rol en la maniobra fue mayor.

El funcionario de Interpol tenía 25 años de profesión, de los cuales 23 los pasó trabajando en el Aeropuerto Internacional de Carrasco. Conocía tan bien la seguridad de esa terminal, que el 15 de mayo, cuando debía estar de día libre, se acercó igualmente al aeropuerto y se desplazó por los puntos ciegos de las cámaras de seguridad.

Fue así que se dirigió a la sala VIP del aeropuerto, y mantuvo una conversación con uno de los pasajeros del jet privado en el que viajó la droga. Luego, se dirigió hasta un funcionario de esa sala preferencial y le preguntó si por allí salían los pasajeros que partían en vuelos privados. Para la fiscalía, no resulta comprensible que hiciera esa pregunta, teniendo en cuenta la experiencia que él tenía trabajando en esa terminal aérea.

Otra prueba en contra del veterano policía es que existen filmaciones en las que se ve al funcionario de policía Aérea hablando por teléfono a la misma hora en que el efectivo de Interpol registra haber mantenido conversaciones con su celular.

Una de esas coincidencias se da minutos antes de que lleguen los pasajeros del vuelo privado. Los investigadores creen que esa llamada fue para avisarle al funcionario de Policía Aérea que había llegado su momento de actuar, ya que desde la oficina en que se encontraba era imposible ver que un avión privado estaba pronto para salir.

Los primeros tres imputados por este caso son solo el inicio de una investigación que bajo el nombre de Operación Familia, ha involucrado a las policías de varios países de Europa, la DEA y de Uruguay. Los más de 500 kilos de droga que salieron del Aeropuerto Internacional de Carrasco,  hicieron que las autoridades revisen los protocolos de control de esa terminal aérea y volvieron a poner a Uruguay en el ojo de la ruta internacional de la cocaína.

El funcionario de policía aérea que cumplía funciones como supervisor en el control de las maletas de aquellos pasajeros que salían del país en vuelos regulares de aerolíneas, debía alejarse de su puesto algunos minutos, caminar hacia el área de control de la sala VIP del Aeropuerto Internacional de Carrasco, y hacer la vista gorda 

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