El Papa en una de sus últimas misas en el Vaticano.

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Jóvenes católicos de todo el planeta esperan la visita del papa Francisco a Portugal

En el marco de una visita de cinco días, se espera que aborde cuestiones como el cambio climático, las redes sociales y los abusos sexuales contra menores en el seno de la Iglesia Católica
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31 de julio de 2023 a las 05:03

Dos meses después de una importante operación de abdomen, el papa Francisco llegará el miércoles a Lisboa para celebrar la 16ª edición de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se inaugurará mañana, la mayor reunión católica del mundo y en la que se espera que participen un millón y medio de jóvenes católicos de todo el planeta.

Después del éxito de las dos reuniones de jóvenes en Roma en 1984 y 1985, el papa polaco Karol Wojtyla creó oficialmente en 1986 la JMJ, que se celebran cada dos o tres años y combinan iniciativas descentralizadas y grandes encuentros alrededor de actividades festivas, culturales y espirituales, con conciertos, debates y plegarias.

A pesar de sus dos hospitalizaciones de este año, Francisco, de 86 años, acudirá con un programa cargado de actividades para este viaje de cinco días, el 42º desde su elección en 2013. Según lo pautado pronunciará nada menos que once discursos y mantendrá una veintena de encuentros en la capital portuguesa.

Con algunos momentos centrales, como la ceremonia de acogida del papa el jueves y el camino de la cruz el viernes, la semana culminará con una vigilia presidida por Francisco el sábado por la noche y una gran misa final el domingo. Ocasiones en las que espera que aborde cuestiones, como el cambio climático, las redes sociales y los abusos sexuales contra menores en el seno de la Iglesia Católica.

Aunque lo promueva la Iglesia Católica, el encuentro está abierto a jóvenes de otras confesiones y se concretará en un momento en el que, pese a la popularidad de Jorge Bergoglio, cuyo estilo directo y espontáneo goza de fuerte arraigo entre los jóvenes, la Iglesia Católica pierde arraigo en Europa y reflexiona sobre su futuro.

Después de pasar varias jornadas repartidos en distintas diócesis de varias regiones del país, los jóvenes de los cinco continentes se darán cita en la capital portuguesa, convocatoria para la cual el Sistema de Seguridad Interior de Portugal dispuso de 16.000 efectivos, protección civil y servicios de urgencias médicas, un desafío logístico para una ciudad de 550.000 habitantes y ya muy frecuentada por los turistas en plena temporada estival.

El miércoles, el papa realizará su primer discurso ante las autoridades del país y el cuerpo diplomático, mientras que el jueves y el viernes Francisco se reunirá con grupos de jóvenes y voluntarios. Según el  cronograma oficial, el sábado pasará la mañana en el célebre santuario de Fátima, situado 130 kilómetros al norte de Lisboa, donde ya estuvo en 2017, y participará en una gran velada en un parque en la capital antes de presidir la misa final el domingo.

Para la ocasión, el Gobierno de Portugal dispuso en la principal plaza de Lisboa banderolas verdes de la JMJ rodeando la inmensa estatua del Marqués de Pombal, representante del despotismo ilustrado que en el siglo XVIII emprendió reformas económicas y sociales, entre ellas la finalización de la práctica de los autos de fe. A su vez, en el Parque Eduardo VII se erigió la estructura metálica del altar donde se celebrará el servicio del domingo, de cara a los barrios antiguos de la capital bañados por el río Tajo.

El pontífice tiene previsto un encuentro privado con las víctimas de agresiones sexuales cometidas por el clero portugués en perjuicio de menores, seis meses después de la publicación de un informe sobre la cuestión, estudio encargado por la jerarquía eclesiástica del país a una comisión de expertos independientes que estableció que al menos 4.815 menores fueron víctimas de abusos en el seno de la Iglesia desde 1950.

Estas agresiones fueron encubiertas por la jerarquía eclesiástica de forma "sistemática", subrayó el documento de los expertos, que recogieron más de 500 testimonios y llevó a la Conferencia Episcopal del país a pedir perdón a las víctimas y a reconocer que había que "cambiar la cultura de la Iglesia". Siguiendo las recomendaciones de los expertos, el cuerpo colegiado puso en marcha otra comisión autónoma, llamada "Grupo Vita", encargada de apoyar a las víctimas y de recibir nuevas denuncias.

"Trabajo desde hace 25 años en el área de los abusos sexuales a niños y jóvenes en Portugal, y nunca se había hablado tanto del tema", asegura a la coordinadora de la instancia, la psicóloga Rute Agulhas. "La mediatización tuvo la ventaja de sacarlo del cajón de los tabús", agrega la experta, quien precisa que el Grupo Vita ya recibió más de una veintena de nuevas denuncias, algunas sobre situaciones recientes.

Según el Centro de estudios y sondeos de la Universidad Católica Portuguesa, el 72% de las personas preguntadas valoraron positivamente la iniciativa, aunque el 68% consideraron que la imagen de la Iglesia se ha deteriorado. “Desde la publicación del informe, las cosas avanzaron muy poco, y lo poco que se hizo fue gracias a la presión de los medios", se lamenta Filipa Almeida, una de las tres fundadoras de la primera asociación portuguesa de víctimas de abusos cometidos por miembros del clero.

De Irlanda a Alemania pasando por Estados Unidos, la multiplicación de los escándalos por abusos sexuales ha sido uno de los desafíos más dolorosos para Francisco. Tras un polémico viaje a Chile en 2018, que derivó en una serie de sonadas renuncias y destituciones, Francisco se disculpó públicamente por haber defendido erróneamente a un obispo. También multiplicó sus pedidos de perdón a las víctimas, con las que se ha ido encontrando regularmente.

Los organizadores, además, pidieron a la Asociación Portuguesa de Apoyo a la Víctima que formen a los responsables y a los voluntarios para que briden durante la JMJ “apoyo emocional, jurídico y social" a quienes lo necesiten, explica Carla Ferreira, responsable de esta asociación laica para temas relacionados con agresiones sexuales a menores.

"Lo que queremos en el contexto de la Iglesia Católica es lo que deseamos para toda la sociedad: una sociedad que no tolere, no acepte y no sea cómplice de situaciones de violencia", dice Ferreira.

Como el resto de Europa, Portugal, con un 80% de sus 10 millones de habitantes que se declaran católicos, el país enfrenta "un retroceso de la religiosidad", aunque en ciertos sectores de la sociedad el sentimiento “sigue siendo bastante fuertes", según José Pereira Coutinho, socióloga de la religión en la Universidad Católica Portuguesa.

"Muchos jóvenes no van regularmente a la misa del domingo. En ese contexto, el papa Francisco es una gran fuerza de atracción para estos jóvenes, que tienen una relación muy distante con la Iglesia. Esto pide un modelo diferente de nuestra parte", dice el obispo auxiliar de Lisboa y presidente de la Fundación JMJ, Américo Aguiar.

El encuentro de este año estaba previsto para agosto de 2022, pero fue aplazado por la pandemia, y después de Río de Janeiro (2013), Cracovia (2016) y Panamá (2019) será la cuarta edición de la JMJ para Francisco, que se desplaza en silla de ruedas o con ayuda de un bastón, y cuyas actividades, según se anunció, podrían ser adaptadas en función de su estado de salud, o bien acotadas a los encuentros esenciales.

A pesar de estos repetidos avisos médicos, Francisco, quien desde el Vaticano advirtió que “la Iglesia necesita de los jóvenes para no envejecer” y que expresó querer ver en el JMJ la “semilla del mundo del futuro”, continuará luego de su paso por Portugal con una agenda especialmente repleta en los próximos meses. Después de Lisboa viajará a Mongolia a principios de septiembre y luego a Marsella, en el sur de Francia, el 23 de septiembre.

(Con información de AFP)

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