Fútbol > EL ANÁLISIS
Ineptitud futbolística, frustración y falta de orden: el cóctel que implosiona en Peñarol
Jugadores jóvenes que se iban entre lágrimas, cabezas gachas y bronca acumulada, a los que se sumaban los demás del plantel. Ese fue el resumen de lo que le dejó a Peñarol una nueva noche de frustración, en la que el fútbol sigue sin aparecer.
A eso se le sumaron silbidos e insultos de un grupo importante de hinchas, y uno más pequeño, encarando al director deportivo, Pablo Bengoechea para que se vaya del club. Sí, al ídolo del quinquenio, al mismo que tiene un monumento en Los Aromos.
Algo similar a lo que ocurrió en esa misma cancha del Viera hace poco tiempo cuando salivaron al Indio Walter Olivera, otra gloria de la institución.
Lo más increíble de todo esto, es que el hincha sigue disconforme, pese a que el equipo marcha primero en la Anual y ya se aseguró al menos la semifinal del Campeonato Uruguayo al haber ganado dos fechas antes del final el Torneo Apertura.
Pero, ¿por qué se ve esa reacción de los hinchas? ¿De dónde sale la bronca que tienen? Seguramente, de la pésima campaña en lo internacional, en la que Peñarol no solo es el peor de la Copa Sudamericana, sino de los 64 clubes que están aún en competencia. Perdió los cinco partidos y recibió 16 goles. Ya se fue el técnico Alfredo Arias, pero eso tampoco sirve para calmar las aguas, justo en tiempo se sequía.
Pero también porque hasta este partido, veía que no había reacción, que no existía la actitud “Made in Peñarol” para esos hinchas, que tiene el copyright grabado a fuego.
Y desde el punto de vista de los resultados, ni hablar. Hace seis partidos que el equipo no gana. La última victoria fue ante Racing, el 8 de mayo. Acumuló cuatro derrotas y dos empates. En el Torneo Intermedio, aún no sabe lo que es ganar y ya prácticamente no llega a la definición, porque restan cuatro fechas para que se liquide el grupo.
Ante Wanderers, con un técnico interino, se vio una mejora en la actitud, en la parte anímica. Eso, más la recuperación futbolística de Léo Coelho en el fondo, más alguna jugada de Kevin Méndez, fue lo mejor que mostró Peñarol ante Wanderers en un partido que invitó al bostezo.
Es muy difícil intentar desgranar lo que mostró el equipo de Olivera, porque prácticamente no hizo nada en materia ofensiva, ni se vieron variantes tácticas respecto a lo que se venía viendo con el técnico anterior.
Los dos regalaron todo el primer tiempo y eso tendría que seguir preocupando a Peñarol.
Los dos delanteros, Abel Hernández y Matías Arezo, no tuvieron prácticamente juego, ya que la franja central jugó en largo y el equipo se mostró vertical.
Los laterales deben arriesgar, como en cualquier equipo moderno. Joaquín Ferreira debutó y no se le puede pedir demasiado, pero Lucas Hernández casi no pasó la mitad de la cancha.
Los extremos, Kevin Méndez y Brian Mansilla, no tuvieron desborde y les faltó encarar más, aunque el primero, terminó siendo de lo más destacado, sobre todo, por el segundo tiempo, aunque no se entendió por qué fue la primera variante del técnico.
Wanderers jugó a tener la pelota, pero casi no atacó, aunque tuvo las dos más claras: en la primera parte, en los pies de Sebastián Figueredo, que salvó Thiago Cardozo. Y cuando se terminaba el partido, Nicolás Albarracín insólitamente quedó solo, y de forma increíble, sin marca, la tiró por arriba del palo.
Faltaron transiciones más precisas, volumen de juego y un tema fundamental: el orden. Cuando se pierde el orden -en cualquier equipo- todo se viene abajo. La ineptitud futbolística atravesó la noche del Viera.
Peñarol sigue complicado, no consigue esa victoria que lo acople y lo tranquilice. Sigue puntero de la Tabla Anual, aunque el Intermedio ya es una quimera. Debe seguir intentando cambiar la pisada, porque el fútbol sigue sin aparecer, y desde hace ya, mucho tiempo.
