Gabón, otro golpe que atender en París

En los últimos cuatro años en África, ha habido 10 golpes de estado. Y desde 1950, cuando se inició el proceso de descolonización, hubo 214 intentos de golpe, 106 de los cuales llegaron al poder.

Gabón es el más claro ejemplo de esa “politique du ventre” que da nombre al libro de Jean-François Bayart, un referente entre los estudiosos de la política del África subsahariana y su influencia colonial.

Ali Bongo es hijo del fallecido Omar Bongo, que gobernó Gabón como fuerte aliado de Francia y guardián de sus intereses en el África desde 1967 hasta su muerte en 2009. Fue precisamente ese año que Ali sucedió a su padre tras una elección en la que en realidad perdió pero simplemente invirtió los resultados, como quien pierde un partido de fútbol 2 a 1 y anota en el placard que lo ganó por ese marcador. Así nomás. Lo que había sido una sucesión única entre dos líderes sumisos a los intereses de Francia en el país -el primer presidente de Gabón tras la independencia, León M’Ba (1960-67), y su sucesor, Omar Bongo- se había convertido ya en una dinastía.

Estas elecciones del sábado pasado fueron otro fraude colosal, como las de 2009 y 2016, cuando Bongo ganó por 6.000 votos en unos comicios donde se comprobó que votaron decenas de miles de personas que no existían, ni en el padrón electoral ni en ninguna otra parte.

El martes por la noche finalmente se anunciaron los resultados definitivos de la elección del sábado, en la que al parecer el bueno de Bongo, fiel a su costumbre, otra vez invirtió los números, adjudicándose el 64% de los votos contra el 31% de su contendor, Albert Ondo Ossa, cuya coalición, ¡oh sorpresa!, había constatado en el recuento una vitoria suya precisamente por ese margen.

Fue pocas horas después, en la madrugada del miércoles según Le Monde, que un grupo de militares encabezados por el jefe de la Guardia Republicana, Brice Oiligui Nguema, tomó el poder y puso a Bongo bajo arresto domiciliario.

Esto viene a complicar aun más la posición geopolítica de Francia en el África subsahariana, después del golpe del mes pasado en Níger y de que la junta militar nigerina le exigiese retirar sus tropas y a su embajador. Esas tropas francesas no están allí solo por la presencia del yihadismo en el Sahel, sino sobre todo para vigilar los intereses de Francia en el país de donde extrae el uranio, elemento vital para su producción nuclear.

El gobierno de Macron ha dicho que no retirará las tropas de Níger y su embajador se ha atrincherado en la Embajada en Niamey, lo cual parece no contradecir el argumento de algunos críticos que afirman, medio en broma medio en serio, que a lo de “ex colonias” le estaría sobrando un prefijo.

Al mismo tiempo, París continúa presionando a la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO) para que intervenga militarmente en Níger. Bruselas apoya al gobierno de Macron en ese empeño, aunque tal vez no con la vehemencia que quisieran en el Eliseo. Y peor aun para Francia, ya no se sabe muy bien dónde se para Estados Unidos en todo esto: el Departamento de Estado anunció en un comunicado que, a diferencia de los franceses, a ellos la junta militar nigerina no les ha pedido que abandonen el país. Tampoco han dicho más nada contra los golpistas en ninguna parte, y a esta altura cabe presumir que Washington quiere pescar en río revuelto. Eso también explicaría por qué el presiente nigeriano y presidente pro témpore de la CEDEAO, Bola Tinibu, ha pasado de amenazar duramente a Níger con una intervención militar a decir ahora que él es “el único que busca la resolución pacífica del conflicto”. Pobre Francia, tal parece que, como en el negocio de los submarinos a Australia, otra vez le ganaron de mano.

En Gabón, los intereses de París no son menos que en Níger. Aunque ya no extrae uranio de allí, el país ha sido siempre el epicentro de un complejo entramado de intereses económicos y estratégicos de Francia. Más de 80 empresas francesas de primer orden operan en Gabón, desde la petrolera Total hasta la minera Eramet; y tienen una base militar, donde hay destacados unos 650 efectivos franceses, con la cual complementa el radio estratégico de su base central en Dakar, Senegal, cubriendo así toda el área estratégica del África Occidental para posibles operaciones e intervenciones militares.

Por eso va ser muy interesante ver qué sucede a partir de ahora en Gabón. ¿Será que los golpistas gaboneses también les dicen a los franceses que se vayan? Y si es así, ¿también allí Macron dirá que se queda igual de pesado?

Por las dudas, visto lo sucedido en Níger, ya está abriendo el paraguas, y ahora Francia pide transparencia en el resultado que llevó a su viejo aliado Ali Bongo a “ganar” su segunda reelección. La narrativa de solo apoyar regímenes “democráticos” en África llega hasta donde llega. Después de todo, primero están los intereses. Y en eso, la política del vientre parece hoy más vigente que nunca.