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El mundo en guerra

La situación en Medio Oriente amenaza con devenir en un conflicto regional que se podrá saber dónde empieza pero nunca dónde termina
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05 de enero de 2024 a las 05:01

Esta semana pensaba escribir una prospectiva para el 2024, unas humildes, e irremediablemente torpes, predicciones para el año que comienza. De esos textos que siempre nos avergüenzan un poco cuando por casualidad los releemos a mitad de año.

Sin embargo, los hechos que sacuden al mundo se han multiplicado uno tras otro en los últimos días. Ha pasado más en las últimas dos semanas que en todo el año. Perdonen que insista con la frase de Lenin de que “hay décadas en las que no pasa nada, y hay semanas en las que pasan décadas”, pero es que ha sido exactamente así.

Ni siquiera podemos decir que esto va a ser un balance del 2023, sino apenas de los últimos días del 2023 y los primeros del año nuevo, cuando todo se salió de madre, lo que ha puesto al mundo al borde de una gran conflagración.

La situación en Medio Oriente amenaza con devenir en un conflicto regional, y eso sería lo más trágico. Pero peor aun, las imágenes que se agolpan en nuestras retinas y las palabras que se lanzan como arma arrojadiza parecen retrotraernos en el tiempo, a una época pre Ilustración, donde la barbarie, las limpiezas étnicas y los ataques a la población civil eran asumidos como parte de la guerra.

Todo empezó el 7 de octubre con el ataque terrorista de Hamas en Israel, el “sábado negro” como le dicen los israelíes, que dejó más de 1200 muertos, y la brutal respuesta del gobierno de Benjamin Netanyahu sobre la Franja de Gaza, donde han muerto más de 20.000 personas, 85% de la población ha sido desplazada y según las Naciones Unidas, si no se levanta el bloqueo, en las próximas semanas sobrevendrá una gran hambruna. Aun así, Estados Unidos sigue sin pedirle un cese al fuego y ha vetado varias resoluciones que lo demandaban en el Consejo de Seguridad de la ONU.

El asunto los agarró totalmente fuera de base en Washington. En momentos que Biden y sus estrategas pensaban “pivotar” fuertemente hacia la región Asia-Pacífico, y poner a Medio Oriente un poco en el congelador, para ir a cercar a China en su propio patio y así frenar la imponente expansión de su poder blando en otras partes del mundo (entre ellos, el propio Medio Oriente), les estalla inesperadamente esta guerra en Tierra Santa de alcances impredecibles.

La Guerra de los drones

Hasta ahí, sin embargo, todo parecía quedar circunscrito a Israel y la Franja de Gaza, aparentemente sin señales de mayor preocupación de que el conflicto se fuese a extender a nivel regional.

Pero primero fueron los rebeldes hutíes en el Yemen, aliados de Irán, que hace un par de semanas empezaron a atacar con drones a los buques mercantes que navegaban por el Mar Rojo con destino a Israel. Y hasta hoy han bloqueado prácticamente todo el comercio naviero que pasaba por ese estratégico corredor marítimo, que conecta al Océano Índico con el Mediterráneo.

Y el martes otra vez los drones: un ataque de Israel en un suburbio de Beirut mató a un mando de Hamas refugiado en el Líbano y a otras personas. Esto, a pesar de haber sido un atentado en suelo extranjero, sobre el que además Israel no habría avisado a Estados Unidos, lo que se teme no es a la represalia del gobierno del Líbano, que sumido en una profunda crisis económica, política y social, no puede hacer nada, sino a lo que pueda hacer el grupo Hezbolá, milicia chiíta y partido político también apoyado por la teocracia iraní.

Por si algo faltaba, el miércoles un atentado terrorista en el propio Irán se cobró la vida de más de 80 personas que conmemoraban fecha de la muerte del general Qasem Soleimani, asesinado por Estados Unidos el 3 de enero de 2020, para variar, con un dron. Esta vez se trató de dos bombas en la ciudad de Kermán, donde se celebraba el aniversario luctuoso de Soleimani.

Y trascartón el jueves, otro ataque con drones en Bagdad, este perpetrado por Estados Unidos, mató a un mando del grupo paramilitar Hashd al Shaabi, que incluye a varias milicias iraquíes cercanas a Irán. Esto ha provocado ahora un conflicto entre el gobierno de Irak y Washington, ya que estas milicias operaban bajo la autorización del primer ministro iraquí para combatir al Estado Islámico, que para hacer la trama aun más engorrosa, se acaba de atribuir el atentado del miércoles en Irán.

Qué puede pasar

Esta semana el diario israelí Times of Israel reveló que ministros del gobierno de Netanyahu han estado en conversaciones con autoridades del Congo y otros países africanos para enviar allí a los gazatíes. Es en esos momentos que parece que estuviéramos viviendo en otra época, que no hubieran pasado dos guerras mundiales, la fundación de Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Entretanto, funcionarios del gobierno Biden han desfilado por Medio Oriente en procura de desescalar el conflicto. Poco antes de fin de año, viajó a Israel el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan. Luego lo hizo el secretario de Defensa, Lloyd Austin. Y mientras escribo estas líneas, está volando a Israel el secretario de estado, Antony Blinken. El problema, como apunta este jueves un artículo del New York Times, es que “para el equipo de Biden el verdadero debate es sobre el lenguaje a utilizar y qué tanto presionar, pero a nadie se le ocurre hablar de un cambio drástico de política, como suspender el suministro de armas a Israel”.

De todos modos, en cuanto a los peligros de regionalizar el conflicto, no son países los que están dispuestos a hacer la guerra; no son los Estados árabes los que atacan a Israel, bombardean buques y embajadas, sino grupos armados que a lo sumo controlan parte de esos países, o están apoyados por sus gobiernos, y que tienen poder de fuego desde luego, pero no como para poner en guerra a toda la región.

En cualquier caso, todavía nos queda Netanyahu, a quien para mantenerse en el poder solo le sirve la guerra. Todas las encuestas en Israel señalan que la gran mayoría de los israelíes quiere a otro líder para después del conflicto. Y conociendo a Bibi, esas no son buenas noticias para el mundo.

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