Para hoy había preparado algo especial, para quienes gustan de la historia del deporte y buscan descubrir un poco más por qué somos lo que somos y cómo fuimos construyendo nuestra identidad deportiva, que nos representa de una manera singular en el mundo, que despierta admiración y que es motivo de estudios porque quieren entender el fenómeno de Uruguay, su raza y sus éxitos con una población de 3.000.000 para intentar replicarlo.
Sin embargo, la muerte de José Fuentes nos conmovió a todos, a los que vivimos a diario en el mundo del fútbol y a quienes andan de pasada. También, hoy nos dejó en un lugar para reflexionar sobre sus enseñanzas y ejemplos, que quedaron prendidos en miles de socios, simples hinchas o dirigentes, que vieron que es posible convivir en el fútbol en un nivel de tolerancia y respeto que parece ajeno a la realidad uruguaya.
Porque en los hechos lo que ocurrió fue que Fuentes contrastó sus formas con quienes proceden de manera irreverente y entienden otros estilos para transitar.
El asunto en este momento de reflexión no pasa por comparar formas, algo que suelo hacer para explicar situaciones y entender por qué ocurren determinadas realidades, sino por enfocar en el legado de quien fuera presidente de Nacional para que el mundo del fútbol pueda entender el deporte también desde ese lugar.
Con la muerte de Fuentes, la columna vertebral en la estructura de Nacional se vio estremecida, por el cariño que había generado y porque es la primera vez en la historia de los tricolores que un presidente muere en plena gestión.
El ejemplo de Fuentes es que nunca hay que bajar los brazos, porque durante años buscó la posibilidad de alcanzar la presidencia y nunca lo consiguió. Cuando estaba dispuesto a dar un paso al costado tras varios intentos frustrados, llegó a la presidencia en el momento que menos lo esperaba.
No solo llegó, sino que con su estilo reflexivo, estaba dispuesto a escuchar y saber que todos tienen algo para aportar para la construcción de un colectivo, alcanzó en un año y medio de gestión momentos históricos, con decisiones que lo colocaron en un lugar exclusivo en la galería de los presidentes.
En todo ese tiempo nunca dejó de ser él, lo que en la caja de resonancia de la presidencia de Nacional se transformó en un ejemplo para el resto.
Demostró que no es necesario levantar la voz para imponer ideas, ni gritar para hacerse escuchar.
Que hay que saber reconocer el error para volver al camino y conseguir los objetivos. La llegada de Luis Suárez a Nacional es uno de los hechos históricos en la centenaria vida del club. Si se concretó fue porque asumió públicamente que se pudo haber equivocado, y arrancó de nuevo, de cero, hasta iniciar aquella increíble campaña que permitió la llegada del goleador histórico de la selección.
El ejemplo de Suárez es el que está a la vista y que conoció el mundo. En la vida cotidiana, tenía muchos más.
Su muerte se produjo en el momento en que estaba en medio de su mandato como presidente, en su mayor momento de productividad en la dirigencia y cuando apenas tenía 70 años. Estaba en la cresta de la ola y por eso su muerte impactó todavía más.
Sin embargo, también su muerte genera un impulso para los que siguen. Deja un legado. Un legado para las nuevas generaciones y para las que hoy pasan a tomar las decisiones.
Dejó una semilla y pasó a ser responsabilidad de quienes lo suceden seguir regando para que crezca. Para ello deberán evitar pisotearla en la próxima decisión.
Nacional sigue su camino, desde hace tres semanas bajo la conducción de Alejandro Balbi y con la incorporación del expresidente José Decurnex a la comisión directiva del club, que también a comienzos de año sufrió otro golpe con la muerte de Alejandro Orellano.
Lo que queda claro es que de aquí en más, ante cada decisión que deban adoptar los dirigentes, estará rondando la imagen de José Fuentes, el que siempre tendía puentes y recorría el camino de la reflexión.
El aporte de las instituciones deportivas en Uruguay tiene un valor incalculable. Bajo la figura de sociedades civiles sin fines de lucro, hace un siglo y medio, miles de dirigentes anónimos construyeron una red deportiva que tuvo singular incidencia en la vida de todos los habitantes de este país.
Desde el club más pequeño al más grande. Del de barrio que nunca constituyó sede, cancha y que solo tuvo una insignia y una camiseta, a las grandes instituciones, todos hicieron una obra extraordinaria.
Cada uno de los clubes se transformó en eslabón de la gran cadena. De eso iba a comentarte en Entre líneas de esta semana, por eso, a cuenta para la próxima semana te dejo esta imagen:
¿La reconocés?
¿De qué se trataba? De un proyecto que con esas formas nunca dejó de ser un boceto.
¿Sabías que así quedó proyectado el complejo deportivo del Club Banco República en el año 1954? Sí, así iban a comenzar a construirlo en el mismo predio que ocupa actualmente en Benito Blanco y Buxareo, cuando no pudieron avanzar.
Así se vería desde el fondo.
¿Por qué no tiene nada que ver con la actual? Porque la obra sufrió un giro brusco y tres años después, en 1957 se transformó en esta estructura que dio identidad a un barrio, y cuyo boceto va más abajo.
La semana que viene te voy a contar todos los detalles de esa obra que marcó un punto de quiebre en la fisonomía de la ciudad.
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