Fútbol > OPINIÓN
El hincha, último: crónica de la incomodidad que implicó ir al Centenario para ver a la selección uruguaya ante Bolivia
Por Juan Pablo De Marco y Joaquín Pisa
Más allá de la fiesta que marcó el triunfo de Uruguay 3-0 contra Bolivia, el espectáculo mostró algunas deficiencias en la organización dentro y fuera del Estadio Centenario.
Es cierto que el uruguayo pagó para ver a una selección que venía de derrotar a Argentina y Brasil, que tenía el aditivo de tener el regreso de Luis Suárez, y por eso abonó entradas que partían desde los casi $ 700 (si tenías tarjeta BROU recompensa) a casi $ 3.000. Y lo agotó.
El uruguayo medio suele concentrarse solo en lo que pasa en la cancha, y no repara tanto en los detalles que rodean a la organización del partido, o lo que implica ir a disfrutar de un espectáculo global. Pero en ese sentido hubo varios aspectos que dejaron mucho que desear:
Una de ellas fue el ingreso al estadio. Faltando poco menos de una hora para el comienzo del partido, las filas para el ingreso a las tribunas lucían, además de muy largas, desordenadas, a tal punto que algunos espectadores se confundían de cuál era la que indicaba su ingreso, ya que la puerta estaba muy lejos.
La puerta 12 de la Olímpica tenía su cartel derrumbado (creemos que era la 12 porque la siguiente era la 13). Hubo quienes hacían cola para la Olímpica, pero cuando se percataban que avanzaba, en realidad era la de la Tribuna Ámsterdam. Las filas se hacían sin un orden establecido, y sucedían de manera espontánea: algunas en la calle, otras en la vereda, muchas tenían una forma de "U". Tan mal organizadas estaban, que decenas de espectadores se colaban.
En la América, por otra parte, las filas incluso tapaban el ingreso a algunos accesos, como al de los palcos y la prensa. Para poder ingresar había que meterse en medio de una fila avanzando. A eso se le suma que la tribuna “oficial” del estadio tiene un problema de orden: en pocos metros se pasa de la puerta 25 a la 5, por lo que mucha gente se confunde y, sin señalización, camina de un lado al otro de la calle buscando su acceso.
Antes de eso, la zona de exclusión y el estacionamiento presentaban los problemas de siempre. Las calles se cierran varias cuadras antes, pero no hay avisos para los autos ni antes de llegar ni en esas calles cerradas, por lo que muchos vehículos tratan de entrar por esas vías y deben dar marcha atrás o doblar de forma irregular hacia los costados para seguir su camino. A las 18:30 de un martes en el cruce de Avenida Italia, Centenario y Garibaldi, este no es un problema menor de tránsito.
El estacionamiento es anárquico, se para donde se puede y se utilizan los canteros de Ricaldoni, aunque esto esté prohibido por la Intendencia. La zona de exclusión quita la posibilidad de estacionar cerca de la zona de juegos de Parque Batlle, y esa falta de lugar se traslada al resto del barrio.
Cuando se termina de estacionar, casi siempre a varias cuadras, los ingresos por las distintas vías a la zona del estadio no tienen ningún tipo de orden. En los clásicos que se juegan en el Centenario, (y también sucedió en la final de la Copa Libertadores 2021) los accesos estaban distribuidos por hinchadas y por zonas de las tribunas. De esa manera, llegar al control policial se hacía lento si se llegaba a la hora de la apertura de puertas, pero luego se entraba al estadio de forma más ordenada y sin tanta aglomeración de gente. Ayer, para ver a la selección, cada uno entraba por donde quería y podía.
Es un problema de fondo de Uruguay: en espectáculos deportivos de todo el mundo, toda la zona que rodea al estadio tiene actividades para que los hinchas lleguen temprano, se sienten a tomar una cerveza o comer algo, compren merchandising, y de esa manera también descongestionen los ingresos a la zona. En Uruguay casi nunca hay nada.
Los problemas en la tribuna y desde la tribuna
Dentro de la Tribuna Olímpica, muchos fanáticos se sentaban en las escaleras, algo que dificultaba la circulación y que también está prohibido por la normativa, ya que no se pueden bloquear las vías de salida.
Además, los altoparlantes del estadio no se escuchaban. Tal vez por la cantidad de espectadores o por las vuvuzelas. De hecho, el himno nacional boliviano casi no se percibió. Tampoco cuando cantó Matías Valdez en la previa del partido. Muchos se dieron cuenta viendo la pantalla gigante.
Los problemas de audio no son nuevos, e incluso fueron protagonistas del partido contra Brasil. En esa ocasión la Orquesta Juvenil del Sodre iba a entonar en vivo los himnos de los dos países, pero su interpretación de la canción patria del país vecino no llegó a los altoparlantes y solo se escuchó de forma tímida en la América, y para el himno uruguayo la organización decidió emitir una grabación.
En la pantalla del estadio se anunciaba que había un cambio en el equipo de Uruguay, pero no se informaba nunca cuáles eran las modificaciones.
Por este motivo, la gente recurría a sus teléfonos para conocer de quién se trataba. Quienes tenían LTE sufrían algunas dificultades de conexión debido a la cantidad de espectadores conectados. Quienes tenían 5G no sufrían esos inconvenientes.
Más allá de estos aspectos organizativos, la gente estaba feliz porque fue a ver a Uruguay y ganó. Siempre importa más el partido en sí que la experiencia del espectador, pero eso no quita que no pueda pensarse un poco más en cómo pasa la persona que paga su entrada.
