El Bibby Stockholm está anclado en el puerto de la ciudad de Weymouth, en el sur de Inglaterra.

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El gobierno británico “aloja” a solicitantes de asilo en lo que llaman “la cárcel flotante”

Se trata del barco Bibby Stockholm, donde cientos de migrantes esperan que se les conceda el permiso para vivir en Reino Unido
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21 de diciembre de 2023 a las 15:34

Las personas solicitantes de asilo que bajan por apenas unas horas del barco Bibby Stockholm donde el gobierno británico los aloja antes de aprobar o desaprobar su pedido, miran hacia atrás y comentan entre ellos lo bueno que es “abandonar la cárcel”.

Al bajar del colectivo azul que los transportó hasta el centro de la estación balnearia inglesa de Weymouth, uno de ellos, el refugiado nigeriano Hasan James, de 38 años, dice a la agencia de noticias AFP que “tenemos una libertad de movimiento limitada”.

James tomó el micro que circula cada hora entre el centro de Weymouth y el Bibby Stockholm, anclado en el casi inaccesible puerto de Portland. Lo mismo que al salir del barco, al regresar dice que, como todos los demás, deberá identificarse, pasar por un escáner de seguridad y ser cacheado.

“Antes de que me trasladaran al Bibby Stockholm, hace un mes, vivía en un hotel en Londres. Ahora resulta muy difícil sobrellevar este sentimiento de estar encerrado”, dice James, que llegó a Reino Unido con un visado que caducó hace semanas.

El gobierno del conservador Rishi Sunak tomó la decisión de alojar a 500 migrantes en este barco para desanimar la llegada de más migrantes. Otra de las razones esgrimidas por el gobierno fue la de reducir el costo de los hoteles para la administración británica.

En el pasado mes de agosto, llegaron al Bibby Stockholm los primeros migrantes, pero por la contaminación que se produjo en las cañerías del barco, tuvieron que cambiarlos de lugar. Volvieron al barco en octubre y en noviembre ya eran unos 200.

El migrante iraní Lodman, de 50 años, cuenta a AFP que “estar aquí es como estar en una prisión, resulta muy deprimente”. No se queja de la comida ni de su cama, pero sí del hecho de estar encerrados. “Estamos en el mar, nos tratan como si fuéramos peces”, dice y, a su lado, asiente un joven iraquí de 22 años que prefiere no dar su nombre por temor a que su descontento afecte la petición de asilo que realizó.

Lodman agrega que “como somos demasiados en el barco, se restringieron las posibles actividades que podríamos hacer en su interior, como el deporte en el gimnasio”.

James añade que “algunos empiezan a sufrir problemas psicológicos”.

Hace nueve días, el 12 de diciembre, uno de los migrantes alojados en el Bibby Stockholm fue encontrado colgado en su habitación. Se llamaba Leonard Farruku, era albanés y tenía 27 años. Los demás migrantes dejan aún ramos de flores en su recuerdo detrás de las barreras que impiden acceder al gimnasio.

En uno de los ramos, alguien dejó una tarjeta. “Lucharemos hasta el final para que se termine esta falta de humanidad”, dice.

Los migrantes pueden bajar dos veces por semana a Weymouth, aunque poco y nada pueden hacer allí. “Sólo vamos para caminar un rato y tomar aire”, dice a AFP el joven iraquí que mantiene su anonimato. “Algunas veces compro una Coca-Cola con la indemnización de £ 9,58 (US$ 10,53), que nos da cada semana la administración británica”.

Para los habitantes de Weymouth, una localidad del sur de Inglaterra, los refugiados no pasan desapercibidos. Por el contrario, cuando se anunció el realojamiento de los solicitantes de asilo en ese barco, algunos ciudadanos expresaron su hostilidad contra ese proyecto y la presencia de refugiados en la zona.

Mientras tanto, los refugiados no saben cuándo podrán dejar de vivir en “la cárcel flotante” ni cuando aceptarán su petición de asilo. Como dice James, “rezamos cada día para que sea lo más pronto posible, pero vamos perdiendo las esperanzas”.

 

(Con información de AFP)

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