Por María Laura Rodríguez Ríos
Que Uruguay tiene un mercado interno pequeño y está destinado a crecer exportando es un tema conocido y en el que hay un consenso bastante amplio. Cuando hablamos de exportación, en general se piensa en productos que salen del puerto, aeropuerto o por vía terrestre, como lo son los líderes del ranking de bienes: carne, celulosa, lácteos, soja y cereales, entre otros. Pero hay una parte muy importante de la exportación que sale al mundo vía internet o se produce a partir de la movilidad de las personas. Los turistas que llegan a Uruguay del exterior, las producciones audiovisuales para distintas plataformas, diseños, proyectos arquitectónicos o de ingeniería, servicios profesionales de todo tipo, software y videojuegos, son una parte muy pujante de ese trabajo uruguayo colocado fuera de fronteras u ofrecido a extranjeros.
En 2023 la exportación de servicios previsiblemente superó los US$ 6.000 millones[1] y alcanzó un máximo histórico, representando la tercera parte del total exportado por el país tomando en cuenta bienes y servicios. La exportación de servicios fue resiliente durante la pandemia en términos globales: si bien el turismo experimentó una fuerte caída debido al cierre de fronteras, los servicios informáticos y profesionales crecieron de forma vigorosa.
¿Por qué entonces la exportación de servicios no resulta tan conocida como la de bienes? Un factor importante es la falta de información pública, desagregada y en tiempo real. Hoy los datos disponibles surgen de la balanza de pagos, que publica el Banco Central del Uruguay (BCU) de forma trimestral con un trimestre de rezago. Así es que el cierre de 2023 se conocerá el 1º de abril, con el monto exportado y agrupaciones de sectores, pero sin el detalle por destinos o empresas.
La ausencia de un Documento Único de Aduana (DUA) para cada exportación, como tienen los bienes al cruzar la frontera, es el principal aspecto que marca la diferencia de los servicios. La información se podría llegar a compilar a partir de datos impositivos, aunque esto requiere de una coordinación entre organismos y una adecuación informática para separar lo que es venta en el mercado local y venta al exterior, que permita obtener un resultado afinado y en tiempo real.
En función de los relevamientos realizados por la Cámara de Tecnologías de la Información (CUTI), el censo de zonas francas del Ministerio de Economía (MEF) y datos de países informantes de la Organización Mundial del Comercio, se puede inferir que Estados Unidos es el principal destino de exportación de servicios y que Argentina y Brasil tienen un lugar relevante.
Un conocimiento en profundidad de evolución de sectores y destinos permitiría un análisis de inteligencia comercial más afinado, tanto para la política pública como para los propios exportadores.
¿Es posible seguir creciendo luego de haber alcanzado un récord? La respuesta es afirmativa y es una gran oportunidad de desarrollo para Uruguay. El aumento sostenido de la exportación de servicios tiene como principal restricción la cantidad de personas adecuadamente capacitadas para brindar esos servicios. Ahí el punto clave es la formación.
La CUTI lleva años promoviendo carreras tecnológicas, que tienen desempleo prácticamente inexistente. Las carreras cortas de analistas, diseñadores y programadores ayudan, pero también hace falta contar con un buen nivel de inglés y una actualización permanente en el manejo de herramientas informáticas.
¿Qué más necesitan los servicios para ampliar sus horizontes? Un tema primordial es evitar pagar tributos en origen y en destino, que puede dejar a una empresa fuera de mercado. En ese sentido, Uruguay cuenta con acuerdos con 25 países para evitar esa doble tributación, que incluyen América, Europa y destinos como Japón o Corea del Sur, según informa el MEF. Ese esfuerzo debe continuar para seguir sumando destinos.
Otro tema relevante es qué tan restrictiva es la normativa vinculada a la movilidad de personas para brindar servicios en el país de destino o para recibir potenciales clientes en origen. La complejidad radica en implementar normativa general para sectores que en general tienen especificidades claras, como puede ser el audiovisual o los servicios de salud. En las negociaciones entre países se requiere de hilar fino para encontrar los puntos clave que puedan destrabar los negocios.
A su vez, los servicios tienen una gran exposición a las diferencias idiomáticas y culturales, lo que implica de un gran esfuerzo de investigación y necesidad de información del destino.
Las líneas de acción son variadas y algunas complejas, pero la potencialidad en generación de empleo de calidad e impulso al desarrollo, valen el esfuerzo.
[1] Tomando el año móvil cerrado en setiembre de 2023, último dato disponible de balanza de pagos, y suponiendo que el último trimestre de 2023 fue al menos igual que el mismo período de 2022.
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