Ciro y los persas

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Cosquín Rock Uruguay: dos días entre el pogo de trap, el regreso de Traidores y el cuarteto de La Mona Jiménez

El festival argentino llevó adelante su cuarta edición en Montevideo con 50 bandas en escena, desafiando la lluvia y generando momentos que pasarán a la historia del festival
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23 de abril de 2024 a las 05:04

Miles de personas caminan en direcciones divergentes. Un hombre con una remera de Buitres se cuela entre la gente para llegar a ver a la Delio Valdez, una familia se mueve con un cochecito entre la gente que los separa de las Niña Lobo, una chica con un look Y2K vacila entre quienes escuchan a Los Traidores y se une a ellos. Una pareja es un punto fijo en el mapa cuando se besa lentamente, mientras Rubén Rada canta su Rock de las calles.

El 20 y 21 de abril, la Rural del Prado se convirtió en un escenario a cielo abierto por el que pasaron 50 bandas de Uruguay, Argentina y Chile. Con una grilla que equiparó este año al trap y le abrió aún más la puerta a la música tropical, el Cosquín Rock desplegó más de doce horas de música en vivo.

Una dinámica que ya está aceitada, aunque enfrentó pequeños retrasos que se acumularon al final de la noche, permite que el festival se convierta en una constante experiencia musical con artistas de diferentes géneros, trayectorias y generaciones. De la energía incontenible de la juventud del trap, a un cumbión que mueve las caderas, pasando por una dosis de rock o una experiencia magnética entre el soul y el indie. 

Cada camino es una experiencia musical, un recorrido intransferible. En esta nota, cuatro miradas del Cosquín Rock.

El regreso de Traidores, la consagración de Zoe Gotusso y la noche en que La Mona Jiménez hizo bailar cuarteto al Cosquín Rock Uruguay

*Por Carla Colman

La escena era más o menos así: Gregorio "Goyo" Degano y Justo Fernández, líderes de Bandalos Chinos y Silvestre y la Naranja respectivamente, toman y pasan entre los artistas sobre el escenario dos cajas de vino tinto, mientras Rubén Rada toca los timbales y Juanse de Ratones Paranoicos comienza a trepar una de las columnas de la estructura del escenario. Todos tenían una única pregunta: ¿Quién se ha tomado todo el vino?

Para entonces pasaban veinte minutos de las dos de la madrugada y la pintura sobre el escenario se volvía cada vez más ecléctica, divertida y delirante. Era el final del show de Juan Carlos “La Mona” Jiménez, un espectáculo con el que el ícono del cuarteto cordobés llegó a Uruguay por primera vez con su banda completa.

La Mona Jiménez y sus invitados

Entre explosiones de fuego y ráfagas de humo, subió al escenario vestido con una gabardina negra de cuero negro y plateado, sus ojos detrás de unas gafas oscuras y los rulos abundantes que siempre lo caracterizaron. 

A sus 73 años la Mona Jiménez, que en agosto del año pasado sufrió un ACV, se encargó de cerrar el primer día del festival con una energía imparable y desplegando todo el repertorio danzarín que ha acumulado durante más de 40 años de trayectoria (y 100 discos) que lo han consagrado como un mito viviente del cuarteto argentino. Mueve la cadera y la golpea con su mano, saca la lengua, levanta una pierna como en una patada al aire y manda besos al público.

“Es un gusto y un honor estar aquí. Gracias por recibirnos a los cordobeses. Es la primera vez que salgo de Argentina y vengo por primera vez a Montevideo. Estamos completamente agradecidos”, dijo y el aplauso del artista y todos los 12 músicos en el escenario fue para el público del Cosquín.

Con un repertorio que incluyó canciones como El león, Muchacho de barrioEl federal o Tinta china, la Mona Jiménez contagió su optimismo y el predio de la Rural del Prado se convirtió en una pista de baile.

La escena debajo del escenario era más o menos así: cuatro hombres parados sobre los hombros de otros cuatro levantan banderas con el rostro del “Mandamás”, le gritan desaforados o le hacen señas con las manos como en un dialecto cordobés. Un grupo de jóvenes ponen la palma izquierda en posición vertical y sobre ella frotan la mano derecha, una chica hace un círculo con dedo pulgar en su frente y otra más joven cierra los puños y los hace girar entre ellos. Cada rincón de la Argentina tiene una seña particular que el artista recuerda, a pesar de que mantiene las letras de sus canciones sobre el escenario, con una rapidez sorprendente: Barrio Altamira, Alta Gracia, Villa Allende. 

La Mona Jimenez cruzó la frontera y también lo hicieron sus fanáticos, que llegaron al Prado montevideano para ver al ídolo bautizar al Uruguay con su propia seña: una U que se forma entre el pulgar y el dedo índice. “¡No te mueras nunca!”, le grita un hombre con la voz resquebrajada.

Fernando “El Lobo” Nuñez subió al escenario junto a su familia para hacer El Agite a pedido del cordobés, con quien se conocen hace más de dos décadas cuando grabaron esa misma canción. El siguiente fue Rada, que horas antes había cerrado un show memorable, y entre pasos de baile y algunas confusiones hizo uno de los grandes éxitos del cuartetero: Beso a beso.

Ese sábado ya había llegado la cumbia al Cosquín Rock. La Delio Valdez, la orquesta argentina desembarcó con todo su sonido parrandero en el escenario principal. Con quince músicos en escena la agrupación autogestiva hizo un recorrido por temas como La cancioncita, Negra, ron y velas e Inocente como el punto más alto del set.

La Delio Valdez

Con la teatralidad y el despliegue escénico que los caracteriza, pusieron a bailar al público en una noche que todavía mantenía el calor. Haciendo incluso algunos versos de un himno de Zitarrosa como Pal’ que se va.

Consagrado como uno de los músicos más influyentes de la escena nacional, cualquiera pensaría que a Rubén Rada no le quedan escenarios por conquistar. Sin embargo, este sábado el cantautor uruguayo se presentó por primera vez en el marco del Cosquín Rock y demostró por qué sigue siendo tan vigente como siempre. Dueño de un repertorio que salpicó 50 años de carrera cantó clásicos como Dedos, Heloisa, Rock de las calles y una canción que “habla del hombre que se cree dueño de todo” y pidió “un fuerte aplauso para todas las mujeres del mundo” antes de Malísimo.

Bailando con los tambores, interactuando con sus hijos-colegas como Matías y Lucila, recorriendo todo el escenario y haciendo bailar al público que corea “toca ché, Negro Rada”, no dejó de comandar un escenario ante miles de personas que hacen exactamente lo que les pide. Que mueven las manos en el aire, que cantan cuando tienen que cantar o que expulsan un “grito de desesperación” cuando se los dicen. Que se emocionan con Mi País y comienzan un grito de cancha como si estuviera jugando la selección uruguaya en pleno festival.

¿Cómo están pa’ la Mandanga?, preguntó Rada antes de abrir el segmento más bailable de su show, que continuó con clásicos como Cha-cha Muchacha o Muriendo de plena antes de que el lado B del escenario principal se encendiera con el trap electrizante de Neo Pistea.

El escenario lateral del festival es quizás el más fluctuante en términos de concurrencia. Pero para Nafta logró que le quedara chico. La banda argentina entregó un espectáculo íntimo, colorido y sensorial. Al tiempo que Buitres armaba un pogo nacional en el escenario mayor, la mezcla de soul y R&B de Nafta hace que los instrumentos dialoguen con sensualidad y delicadeza. Y el disfrute de los músicos sobre el escenario derrama directamente al público que corea todas las canciones desde abajo.

Nafta

Al igual que el sábado con Niña Lobo, el domingo fue el turno de Facundo Balta de abrir la grilla del festival. Así, dos de los proyectos jóvenes y destacados de la música nacional quedaron en la apertura de la tarde lejos del horario central. De todas formas, Balta encontró el espacio para llevar su mezcla alquímica de sonidos al público para cantar sus canciones y seguir su gozadera con Nena, Rita, Popurrí o Hechizo.

Una tarde de abril, volvió Traidores. Exactamente un año después del anuncio de su regreso –en el escenario más pequeño del Cosquín Rock– y 40 años después de su primer show en el Lazy Ranch, la banda liderada por Juan Casanova tocó en el escenario principal y parece que hizo llover para terminar el set un clásico de 1986: La lluvia cae sobre Montevideo. Entre pitada y pitada de un cigarrillo que mantenía entre el dedo índice y el mayor, pasaron Radio Babilonia, Solo fotografías, Flores en mi tumba y Bailando en la oscuridad. Con la lluvia como cortina Casanova modificó una de las canciones clásicas de Traidores, Como Una Plegaria (Por América Del Sur), para marcar su postura a favor de Palestina en el conflicto en Medio Oriente.

Desafiando a la lluvia con Here Comes the Sun, un año después de su debut en el escenario más pequeño del Cosquín Rock, la cordobesa Zoe Gotusso dio el paso al escenario mayor en un movimiento simbólico que va de la mano del afianzamiento de una artista joven en la escena musical del Río de la Plata.

Con canciones de su primer disco, Mi primer día triste, y un adelanto de su siguiente álbum como Superpoder, logró generar una complicidad especial con el público uruguayo. Zoe Gotusso recorrió algunos de los temas que compuso en Uruguay con la producción de Juan Campodónico como María, Ganas o Cuarto creciente, sus colaboraciones con Julián Kartún como Carta para no llorar o con Louta como Ayer te vi y abrió el juego a un espacio de interpretaciones entre las que dedicó un guiño nacional al cantar Amándote de Jaime Roos. 

En el mejor uso de las visuales del festival, aportó una cámara que la conectó directamente con el público que se extendía en el predio del ruedo para escuchar la suavidad y el color de la voz de la cordobesa de 26 años.

La lluvia finalmente había dado un respiro cuando Él mató a un policía motorizado subió al escenario del Cosquín Rock con un espectáculo que repasó buena parte del éxito que es Súper Terror, su último disco que ya había estado en contacto con el público uruguayo, además de sus clásicos consagrados.

Con canciones como El Tesoro, Chica de Oro, Segundo Plan, Noche eterna y Ahora imagino cosas, Santiago Motorizado lideró un set que encadenó canción con canción entre agradecimientos al público. Con una potencia aplanadora, Él Mató se lleva uno de los shows más compactos y potentes de la noche mientras una adolescente apoya su cabeza en el pecho de su novio y él la rodea en sus brazos. Alrededor, el pogo.

Dos noches de rock

*Por Joaquín Pisa 

Es difícil meter a una banda con 30 años en el cancionero colectivo uruguayo en poco más de 40 minutos, pero así son los festivales. Buitres realizó un show sólido, con clásicos como A Cartas vistas, Yo no voy a morir, la emotiva Carretera perdida y el cierre a todo pulmón de Buitres. Gabriel Peluffo rara vez falla, y la banda detrás mostró otra vez su experiencia comprobada. El único problema de sonido lo tuvo el cable de la guitarra de Gustavo Parodi, que aguantó 12 años.

La banda del exlíder de Los Piojos, Andrés Ciro Martínez, fue de las que se repitió en la grilla del Cosquín de 2023 y 2024, y logró superar su ya buen espectáculo del año anterior.

Puede ser un tema de energías. Ciro estaba enérgico, interactivo con el público, y la banda acompañaba. Ya en el primer tema, Desde lejos no se ve, un clásico de Los Piojos,  la banda logró levantar a un público que venía calentando con Buitres pero que no terminaba de arrancar. Luego el grupo logró amalgamar lentas como Bicho de ciudad y Tan solo con movidas como El Farolito y Como Alí con total naturalidad. Ver a Ciro es garantía de buen sonido, presencia en el escenario de los mejores frontman de la historia del rock argentino y agite del público. Combinación perfecta. 

Quizás una de las decepciones del Cosquín 2024 fue el show de Ratones Paranoicos. Con una presentación austera (los cuatro integrantes, alfombras debajo, y una toma que mostraba el show en vivo en la pantalla gigante), la banda liderada por Juanse puso en la mesa sus mejores clásicos, pero no hubo feeling con el público y el cantante lo hizo notar. Cuando anunció que le quedaban 20 minutos para terminar el show y preguntó al público si los aprovechaban “para ir al baño” o “seguir cantando”, el grito del público que pedía un poco más fue respondido con un: “¿Ahora gritan, muertos?”. Que tras el primer tema haya pedido “ayúdenme” no era un buen augurio. 

Fuera de ese lleva y trae, la banda se destacó en las interpretaciones de El rock del gato, Rock del pedazo, Sigue girando, y una velocísima Cowboy. La relación tensa con el público del Cosquín no frenó a Juanse a la hora de realizar solos frenéticos y riffs poderosos, además de desplegarse por todo el escenario como un pibe, incluso cuando bajó del escenario tal como hacía en los años 90 y se mezcló a saltar con el público. Tampoco impidió que Ruben “Roy” Quiroga dejara un solo de batería que se llevó uno de los mayores aplausos.

Hay un público que es fanático del último Cuarteto de Nos, por mucho que nos cueste entenderlo a veces a los hinchas de la banda desde antes de Raro –etapa plenamente ignorada por el grupo en este concierto–.

El cuarteto de nos

La banda, que ya no cuenta con Santiago Tavella y que tiene en su lugar en el bajo al antes tecladista Santiago Marrero, comenzó interpretando algunos clásicos como Ya no sé qué hacer conmigo y El hijo de Hernández. Tras ello, llegaron varias canciones de sus últimos discos, entre ellas unas aplaudidas Contrapunto para Humano y Computadora y Roberto

Al final la banda liderada por Roberto Musso, que a veces no llega a todos los agudos pero mantiene la energía de siempre en el escenario, retomó la senda de los temas más tradicionales y levantó al público con Miguel gritar y cerró con Yendo a la casa de Damián, para concluir un show que a nivel visual estuvo dentro de los puntos altos del Cosquín, con las llamaradas de fuego en el escenario como destaque.

Estuvo acá: con poco público presente en comparación a las otras bandas de la franja horaria, Peyote Asesino marcó su presencia en el festival con 40 minutos intensos, repletos de canciones veloces y fuertes. Los años parecen no pasar nunca para Fernando Santullo (L Mental) y Carlos Casacuberta, que parecían irrefrenables en clásicos como Guacho y Perkins, y en temas de su último álbum Serial como La tumba de los crá

Juan Campodonico fue, en una competición con muchos contendientes, una de las mejores guitarras del Cosquín, junto con un Matías Rada que acompañó a su padre, al Peyote, y fue invitado de Los Auténticos Decadentes. El cierre de la banda con el tema homónimo El Peyote Asesino y Mal de la cabeza, también rankea arriba.

–Me avisaron que tengo la bragueta baja, me la voy a subir– dijo el cantante Guillermo Peluffo tras una de las canciones de Trotsky Vengarán.

–Guillermo, tenés todo muerto de la cintura hacia abajo desde 2017– fue la respuesta de su guitarrista Hugo “llamarada” Díaz.

Hay algo especial entre Trotsky Vengarán y su público, una relación de amor nutrida de insultos, de cánticos de “gordo puto” a Guillermo Peluffo que son devueltos con un “pelotudos de mierda” por el cantante, todo entre risas. Ese ambiente se junta con una energía punk rockera nutrida por una banda que este domingo sonó potente, incluso por momentos por encima de la voz de Guillermo.

Fue una jornada de clásicos. Noche de rock abrió la velada, Historias sin terminar fue la nota emotiva, La tormenta, en medio de una noche que ya amenazaba con la lluvia, tuvo un ambiente propicio, y canciones como Llueve y Pogo movieron a un público que se olvidó por un rato del frío.

El invitado de lujo fue Gabriel Peluffo, que primero apareció para acompañar a su hermano Guillermo en la canción 14 de Julio, y luego cerró junto a la banda con una interpretación poderosa del clásico Un beso y una flor.

Con el perdón y todo el respeto a la fiesta Bresh, no había mejor cierre para el festival que Los Auténticos Decadentes. La banda argentina no dejó ningún clásico sin tocar en cerca de una hora de un concierto que combinó baladas con música de pachanga con total naturalidad.

Los auténticos decadentes

A veces, por tener canciones que se escucharon toda la vida en el cotillón de los casamientos, uno se olvida del nivel del grupo. Además de su despliegue de instrumentos de cuerda y percusión –que sonaron todos perfecto–, tiene tres cantantes que tuvieron sus momentos de protagonismo en el toque. Gustavo “Cuchu” Parisi arrancó con el listón alto con Cómo me voy a olvidar; Gustavo “Perro Viejo” Serrano puso la nota emotiva con Amor y Un osito de peluche de Taiwan, y Diego “Cebolla” Demarco también dejó una gran interpretación de Besándote.

Uno de sus puntos altos fue el homenaje a Sumo con Los viejos vinagres, cover que forma parte de su último álbum ADN, y que en este caso fue acompañado por imágenes de Luca Prodan en la pantalla. Cuando Los Auténticos terminaron su primer despedida con La guitarra volvió la lluvia. Poco importó cuando Matías Rada volvió a aparecer en el escenario para acompañar a la banda en Loco (tu forma de ser), con un excelente solo. La banda sigue, cover de Cacho Castaña que la banda apropió hace años, fue el tema elegido para cerrar la noche.

Pogo Trap: dos históricos y la consolidación del trap uruguayo

*Por Gianluca Pintos 

El trap también tuvo sus momentos destacados en el Cosquín: dos de los integrantes del mítico trío Modo Diablo se presentaron en el festival. 

El sábado Neo Pistea con su “trap sucio” dio una actuación enérgica que sus fanáticos acompañaron un intenso pogo. Aunque las canciones más coreadas fueron las grandes colaboraciones como TECA RMX, Tumbando el club (remix) o la reciente BESAME REMIX, en las que se sentía la falta del resto de artistas, Neo dio un sólido show que quedó corto de tiempo y dejó al público con ganas de más.

El domingo fue el turno de Ysy A, que llegó con una combinación de trap y electrónica característica de sus últimos discos. A diferencia del Cosquín de 2023, en el que “el hombre sismo” dio un sólido espectáculo en solitario acompañado de un show de humos e imágenes, este año la escena visual fue más austera, con un juego de luces que intentaba compensar, y el artista abusó de las grabaciones de sus canciones para no cantar en varias partes de su espectáculo.

Ysy A

Tiene sentido que el artista adelante la preescucha de su nuevo estreno Agua de pila sin cantar, pero mucha gente del público no estaba contenta al ver que el trapero se salteaba estribillos enteros, o solo interpretaba temas de a estrofas.

Aunque poco les importó a sus “demoledores” pusieron a vibrar el predio de la Rural del Prado con varios de sus hits como Tamo loco, Hecho a mano o Como chilla ella.

Una mención aparte se merece el trapero oriundo de Cerro Largo, Knak, que con una gran presentación termina de consolidarse como un referente de la escena uruguaya. 

Knak

A lo largo del show fue recibiendo invitados: el argentino Sixto Yegros, artistas nacionales como Davus, SOYTURISTA y Zeballos, con los que tiene varios trabajos en conjunto y también se dio una colaboración inédita con Luana en la canción Un abrazo y se me pasa

En las redes sociales muchos jóvenes publicaron fotos mostrando sus zapatos embarrados orgullos del pogo del que habían sido parte y al grito de “Uruguay! Uruguay!” demostraron su apoyo a está nueva generación de artistas que pisa fuerte y nada tiene que envidiarles a los extranjeros.

El Cosquín “Indie” que se abrazó con el rock y la distorsión

*Por Martín Prato

No hace tantos años que sucede que los festivales de rock aceptan que bandas de otros géneros estén en la grilla de artistas. O menos aún que los puristas del género escucharan otro tipo de rock, con menos presencia de solos de guitarra y con más sintetizadores, vientos y consolas. Pero en este Cosquín 2024 esa discusión fue saldada y el Indie fue el género que metió más artistas y convocatoria. Un purista diría que eso no es rock, que el rock son los Redondos. Pero ese grito de protesta, sí bien alguno se escuchó, no fue acorde con el sentimiento general del festival en el que jóvenes con remeras de Callejeros y la Vela Puerca llegaron temprano a ver bandas que distan en sonido pero que provocan sensaciones similares. En fin, sí la música te llega, te llega, no importa sí es un riff o un teclado que sale de una consola.

En ese plan arrancaba la programación fuerte del sábado. El primer gol de una grilla que se destacó por las bandas indie fue el sábado a la tarde cuando El Plan de la Mariposa, la banda de los cinco hermanos Andersen se presentó en el escenario Antel. A diferencia de su visita del año pasado, en esta edición su actuación y el horario fue acorde a una banda que llena escenarios tales como el Obras Sanitarias en Argentina.

Con temas de sus diferentes discos, la banda redondeó unos 40 minutos de show completo, en dónde su público fiel, que rondaba entre los 20 y 25 años y que se paró cerca del escenario, no paró de saltar y cantar sus temas. El hit El Riesgo, momento en el que muchos celulares salieron de los bolsillos, fue con el que cerraron frente a ya una Rural que comenzaba a llenarse. 

Los mismos fanáticos solo tuvieron que girar y correrse unos metros para presenciar un nuevo show de Bándalos Chinos, la banda surgida en el Gran Buenos Aires.  A pesar de ser una de las más convocantes de ese estilo y con un crecimiento altísimo musical, este año su show no tuvo tanto power como el del año pasado en el mismo recinto, en el que también habían tocado pero en el escenario secundario.

De todos modos la banda repasó hits como Mi Fiesta, Departamento y Vámonos de Viaje, entre otros. Con su cantante Gregorio “Goyo” Degano un poco más apagado y menos movedizo que en otras ocasiones, la banda redondeó un buen show que los fanáticos disfrutaron y bailaron, pero que no logró prender al público ajeno.

Así como en 2023 a Zoe Gotusso le quedó chico el escenario secundario, este año ese galardón se lo llevó la banda indie psicodélica argentina Silvestre y La Naranja. Con un predio explotado en el que prácticamente no había espacio para moverse, la banda se ingenió para hacer saltar y bailar al público indie que llegaba a su clímax. El hit Sos todo lo que está bien, como era de esperar, fue el punto más alto. Para alegría de los que disfrutan más de los sintetizadores que de la distorsión, en ese escenario siguió Nafta para cerrar un sábado en el que el indie rock fue protagonista.

Pero como todo festival de rock, la mezcla de la guitarra alta, el bajo, la batería y las canciones que invitan a gritar y a rebelarse contra lo establecido estaban aseguradas. Sobre las 23.30 Mota, el ya no tan nuevo proyecto de Pablo Silvera –ex vocalista de Once Tiros–, cerró el sábado. Con un público que llegaba de ver a Ciro y los Persas en otro escenario, la banda hizo los temas de su primer disco y entremezcló otros de Once Tiros, que fueron muy agitados por un público que saltaba.

Para Nos Dijimos Todo, uno de los temas clásicos de Once Tiros, subieron a tocar Valentín y Sebastián Andersen del Plan de la Mariposa. Otra invitada, que subió con todo el power rockero, fue Lula Bertoldi, la vocalista y guitarrista de Eruca Sativa, a interpretar Fuera de Foco.

¿El punto más alto? El regreso a la lista de temas de Lacanao, una canción que denuncia la violencia policial y que fue parte del primer disco de Once Tiros, Parvadomus. Un pogo gigante se armó en ese momento, los vasos volaron y los empujones comenzaron al grito del coro de Cuidado con Lacanao que vas pre. Del hit Maldición ya no hay mucho más para agregar. Es una de las canciones más icónicas del rock uruguayo que surgió a fines de los 90. No hubo persona que no la coreara, a tal punto que Pablo Silvera se quedaba en silencio para que el público siguiera gritando.

Tal como le pasó a Guasones, que coincidió en horario con Ciro y Los Persas, a Mota le tocó coincidir parte de su show con Ratones Paranoicos, lo que hizo que el público más deseoso de ver rock clásico tuviera que optar por una de las dos bandas. De todos modos, Mota demuestra seguir teniendo el espíritu que generaba Once Tiros con una tracción de fanáticos que sigue yendo a verlos y cantando los temas nuevos.

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