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Cómo presionan los equipos y cómo se marcan los goles en la Champions

En la última década el torneo europeo se divide en dos ideas: la posesión de Pep Guardiola y la agobiante presión de Jürgen Klopp
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11 de marzo de 2020 a las 15:53

Por Rory Smith

New York Times News Service

Cada año, el día de la final de la Liga de Campeones, el organismo rector del fútbol europeo reúne a un puñado de entrenadores, exjugadores y potentados universales para reflexionar sobre la competición de esa temporada: los patrones, las tendencias, las novedades, los signos de advertencia.

Este es el comité técnico de la UEFA, y está conformado por alrededor de una decena de expertos de todo el continente —Ryan Giggs, Roberto Martínez, Cristian Chivu y Gareth Southgate han sido miembros en años recientes— y respaldado por datos de la firma de análisis Stats Zone. Juntos, intentan trazar el lugar en el que se encuentra el torneo principal de clubes de fútbol y hacia dónde podría dirigirse. Y luego, solo por diversión, eligen el gol de la temporada.

Unos pocos meses después, la UEFA publica los resultados del comité en un informe: por una parte, es una revisión de la Liga de Campeones del año anterior; por otra, es un reluciente esquema del estado del fútbol europeo en el campo. Está repleto de gráficos y puntos de datos, diseñado para ser hojeado por especialistas, no para ser consumido por el público.

Debido a que la élite de Europa está en este momento pasando por las fases eliminatorias de la Liga de Campeones, el informe es un recurso valioso y lleno de claves, pistas y sugerencias acerca de qué tipo de ingredientes se requieren para dominar el torneo más exclusivo del fútbol de clubes. De hecho, leer sobre las ediciones anteriores más recientes ofrece no solo una idea de qué tipos de estilos se traducen en éxito, sino de la manera precisa en que los equipos deberían enfocar sus energías cuando se trata de anotar goles.

Es posible leer la década (y un poco más) pasada de la historia del fútbol, a nivel de la élite, como una competencia entre dos ideas: por un lado, la filosofía orientada hacia la posesión adoptada por —entre otros— Pep Guardiola y, por el otro, el enfoque agobiante, de energía intensa y alta presión popularizado por Jürgen Klopp.

Por supuesto, estas cosas van y vienen: Liverpool se ha visto en la obligación de adaptarse para estar más cómodo y ser más creativo con la posesión sostenida; el Manchester City sabe cómo restringirle el aire a un adversario. Sin embargo, tal como están las cosas, los que presionan arriba son los que van en alza.

"Ciertamente estamos viendo una evolución", afirmó Fabio Capello, exentrenador del Real Madrid, tras la final de 2017. "Los equipos que optan por el estilo de posesión como el del Barcelona, que marcó la tendencia algunos años atrás, ahora parecen estar teniendo problemas. Es normal".

Capello tenía razón. Desde entonces, más de la mitad de todos los goles marcados en el torneo han llegado a través de las denominadas recuperaciones del último tercio: ganar la pelota lo más cerca posible del arco del oponente.

Eso ha encajado, como es lógico, con una marcada caída en el número de goles convertidos por lo que los entrenadores llaman "jugar por los tercios", que es lo que otros podrían llamar "construir arrancando desde atrás".

La UEFA señaló en su informe de la temporada pasada que estas cifras debían ser leídas en un contexto adecuado: concretamente, que incluso los equipos que suelen presionar arriba han mostrado una tendencia, en las últimas dos temporadas, de ceder tras marcar un gol o dos para intentar conservar energía y mantener el control del juego. Eso sesga un poco los números y quizá significa que no refleja cuán productiva puede ser la presión alta.

Massimiliano Allegri, el extécnico de Juventus, ha estado observando mucho al Liverpool esta temporada. Como dijo en Milán a finales del año pasado, está lleno de admiración por la manera en la que Klopp transformó a sus jugadores en el equipo más efectivo —y posiblemente el más completo— de Europa: construido con bases sólidas, pero aterradoramente veloz en el contrataque. "Siete segundos para marcar un gol", afirmó, mientras resoplaba impresionado.

Allegri tiene razón: Liverpool ha llegado a dos finales de la Liga de Campeones de forma consecutiva gracias, en gran medida, a la implacabilidad simplificada de sus goles, algo que ningún otro equipo ha podido igualar. En promedio, durante esos dos años en Europa, le ha tomado solo 7,6 segundos el paso de la recuperación de la pelota a terminar celebrando el gol.

Varios comentaristas —más notablemente Ole Gunnar Solskjaer, el técnico del Manchester United, y Sam Allardyce, un exentrenador que ahora es una celebridad de la radio— se han arriesgado al escarnio público en las últimas semanas por sugerir que el Liverpool podría ser "directo". Por supuesto, "directo" es una palabra cargada con la insinuación de que carece de ideas y de que simplemente manda pases largos en la dirección en la que esté un delantero alto, pero no hay duda de que el Liverpool no suele tomar la ruta larga. En promedio, el equipo de Klopp ha marcado sus goles en Europa en jugadas con solo 2,51 pases.

Por supuesto, eso crea la impresión de que la velocidad es lo que manda. Sin embargo, la evidencia de los últimos dos años indica otra cosa. En años recientes, el tiempo promedio de todos los equipos entre recuperar la pelota y marcar gol se ha incrementado: de 10,58 segundos hace tres años a 12,50 segundos la temporada pasada. Los equipos están teniendo un poco más de tiempo de posesión que antes.

Lo que es un poco más estable es el número promedio de pases en jugadas de gol, que se ha mantenido en cerca de cuatro durante varios años. La velocidad, al parecer, no es tan importante como el estilo directo.

Goles de tiro libre

La curva del tiro libre de Lionel Messi contra el Liverpool en la semifinal de la temporada pasada ofreció una de las imágenes más memorables del año, la de un virtuoso creando una de sus obras maestras. Sin embargo, este tipo de momentos son cada vez más raros. Los tiros libres directos pueden sentirse peligrosos. Los fanáticos pueden moverse al filo de sus asientos cuando se patea la pelota. Sin embargo, el sesgo de confirmación es engañoso.

El gol de tiro libre de Messi de la temporada pasada fue uno de solo tres goles de este tipo marcados en las rondas eliminatorias de la Liga de Campeones. Lasse Schone del Ajax marcó uno de los otros dos (video de abajo) en la excepcional victoria de su equipo en los octavos de final contra el Real Madrid, pero cuesta argumentar que en realidad tuvo la intención de hacer lo que hizo.

El año anterior, no hubo ni un solo gol de tiro libre directo a partir de los cuartos de final. Solo hubo dos en las fases eliminatorias de la campaña 2016-2017. En 2018, el comité técnico de la UEFA tuvo una teoría para intentar explicar esto: en vez de que se deba a una falla en la técnica, el perfeccionamiento de los análisis técnicos modernos contribuye a que los porteros tengan información mucho mejor acerca de hacia qué parte del arco es probable que dispare un oponente.

Sea o no cierto, el hecho es que la percepción de lo peligroso que es un tiro libre directo difiere mucho de su impacto probable. Excepto, quizá, cuando es Messi quién está frente a la pelota.

Para 2018, los observadores de la UEFA estaban empezando a asumir que los goles de tiros de esquina —al menos en los niveles más altos del juego— estaban empezando a desaparecer. Los tiros de esquina representaron solo el siete por ciento de todos los goles del torneo ese año. Los encargados de los análisis en la mayoría de los clubes europeos no se habrían sorprendido con esa conclusión. Como lo señalan Chris Anderson y David Sally en su libro "The Numbers Game", los tiros de esquina siempre han sido una forma asombrosamente ineficiente de marcar goles.

Sin embargo, la temporada pasada ocurrió algo extraño. Si bien los goles de los tiros libres directos e indirectos se están reduciendo, la eficiencia de los tiros de esquina se disparó de repente: catorce goles llegaron de esa manera en las rondas eliminatorias de la temporada pasada. El Bayern Munich y el Liverpool fueron especialmente efectivos.

La explicación de la UEFA indica como causa el desarrollo de refinados patrones de "bloqueo", mediante los cuales los equipos que atacan logran evitar que sus oponentes marquen a un jugador específico: el comité técnico señaló como evidencia los goles marcados por Matthijs de Ligt, en aquel momento del Ajax, y de Cristiano Ronaldo de Juventus.

Ya se conoce en Inglaterra como el Gol del Manchester City: llevar la pelota hasta la línea de banda y recortar a ras de césped a un delantero que esté esperando frente al arco para el toque final. Los números indican que vale la pena seguir ese modelo en Europa: en los últimos dos años, más de un cuarto de los goles en las eliminatorias de la Liga de Campeones han provenido de pases lanzados por jugadores en espacios abiertos.

Tal vez, eso es una prueba de cuán mejor organizadas están las defensas entre la élite. La idea de un armador dividiendo una línea defensiva con un pase filtrado luce anticuado en comparación, y la idea de un lateral bailando alrededor de oponentes es en esencia obsoleto. En los últimos dos años, solo cinco goles en las fases eliminatorias han sido clasificados por la UEFA como "jugadas en solitario".

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