Dick Fuld, entonces presidente de Lehmam Brothers, nunca fue enjuiciado. Hoy, tiene su propio fondo de inversión en Wall Street.

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A quince años de la quiebra de Lehman Brothers, poco y nada parece haber cambiado

Tres protagonistas del derrumbe del banco de inversión rememoran el crac del gigante estadounidense, un capítulo más de una larga historia que va de la “tulipomanía” a la “policrisis”
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15 de septiembre de 2023 a las 09:37

“Rara avis in terris nigroque simillima cygno”, escribió Juvenal a finales del primer siglo. “Un ave rara en la Tierra, muy parecida a un cisne negro”, sería una traducción aproximada. Con el correr de los siglos, la frase del célebre autor romano de sátiras devino en sinónimo de lo imposible. Y así quedó, incluso luego de que a principios del siglo XVIII los colonos desembarcados en Australia dieran cuenta de la “rara avis”, la enjaularan y los naturalistas británicos la catalogaran como lo que era, un “Cygnus atratus”, el imposible cisne negro.

Casi 300 años después del desembarco inglés en el continente australiano, más exactamente en 2006, en el marco de una conferencia auspiciada por el Fondo Monetario Internacional, el economista Nouriel Roubini advirtió sobre el peligro de las hipotecas “subprime”, los instrumentos que precipitaron el crac financiero del 15 de septiembre de 2008 y dispararon la quiebra del gigante Lehman Brothers, hecho que algunos calificaron como “un cisne negro”.

Consumado el derrumbe, el “doctor catástrofe”, como lo apodaron los medios financieros de Wall Street, volvió sobre la cuestión de la “rara avis”. Lo hizo en 2020, en un artículo publicado en el prestigioso sitio Project Syndicate. “Las crisis financieras son el resultado predecible de la acumulación de vulnerabilidades económicas y financieras, sumado a errores políticos”, escribió. Según su definición, una “sucesión de cisnes blancos” que nadie advirtió o, en el peor de los casos, nadie quiso advertir.

 

Una mañana diferente

A 15 años del desplome del banco de negocios, que para la inmensa mayoría desapareció por sorpresa de un día para otro, Paolo Battaglia dice que nadie lo escuchó. Por entonces, era un analista financiero debutante que, tras una pasantía en el verano boreal de 2007 y una breve etapa de formación, había ingresado en la filial de inversiones londinense de Lehman Brothers.

"Empezaba una nueva aventura, era mi primer trabajo", rememora. “Lehman tenía mucho prestigio y era gratificante trabajar en la institución", agrega una década y media después. "Era consciente de que el momento no era fácil para el sector y para Lehman en particular. Sin embargo, hasta el último día, nadie esperaba que recurrieran al Capítulo 11", confiesa en referencia a la ley de quiebras de Estados Unidos.

Una vez que quedó claro que el banco no podría sobrevivir solo, "pensamos que alguna entidad como el Bank of America o el Barclays lo compraría". Se sabe: nada de eso ocurrió. La cartera de activos de la entidad se había pulverizado. Para la mañana de aquel lunes 15 de septiembre de 2008, en el vestíbulo de Lehman, empleados de Price Waterhouse Coopers (PwC), que funcionaría de ahí en más como administradora de la quiebra, "distribuían indicaciones que nos prohibían realizar transacciones", rememora Battaglia.

"Creí que el procedimiento de quiebra iba a llevar tiempo, que seguiríamos trabajando durante un tiempo. Fue una sorpresa que todo se acabara abruptamente", dice Battaglia. A diferencia de otros empleados, tuvo suerte. Trabajaba en lo que se conoce como “private equity”. Es decir, gestionaba cuenta de terceros. El por entonces joven analista pudo gambetear los despidos.

Trabajó hasta mediados de 2010 para el fondo de inversiones de Lehman Brother que había sido adquirido por algunos de los exdirectivos de la entidad. Luego pasó a Goldman Sachs, donde sigue desde entonces. "Hice lo mejor que pude en una situación tan triste. Las opciones eran de todas formas muy limitadas", explica. Según su criterio, "tenemos la tendencia a relacionar la quiebra con un delito, pero es simplemente una empresa que quebró, como muchas otras".

La última crisis bancaria, la de la primavera de 2023, con la quiebra de varios bancos regionales estadounidenses y el rescate del Credit Suisse "fue muy diferente" a la de 2008, considera Battaglia. "Hoy, las herramientas y los conocimientos de los reguladores y de los mercados son muy superiores para gestionar este tipo de situación que hace 15 años", reflexiona.

 

Dudley, un regulador no muy preocupado

William Dudley no cambió su agenda el último fin de semana de existencia de Lehman Brothers. Aquel sábado se levantó temprano y se dirigió a la Universidad de Princeton, donde dio una conferencia sobre su especialidad: los mercados financieros y la política monetaria. Dudlye se desempeñaba en ese momento como vicepresidente del Comité Federal de Mercado Abierto de la Reserva Federal de Nueva York.

El domingo asistió a la boda de una amiga, en la que como era de esperar había mucha gente del mundo de Wall Street. “Era muy extraño hacer como si no pasara nada”, recuerda quince años después.

Dudley argumenta que en ese momento ya no se podía hacer nada, y lo que se hiciera sólo hubiera puesto más nerviosa a la gente. Cuatro meses después de la quiebra, en enero de 2009, asumía como presidente de la Reserva Federal de Nueva York. Sin embargo, la historia de la implosión de Lehman Broteher había comenzado para él antes, “muchos antes” de la mañana del 15 de septiembre.

"Dick Fuld, que fue presidente de Lehman desde 1994 hasta 2008, tenía un asiento en el consejo de administración de la Reserva Federal de Nueva York”, dice Dudley, cuya misión era encontrar un plan B para salvar el banco de inversión. "Tuve mucho contacto con él. Me preocupaba que negara los riesgos para la economía, para el sistema financiero en general y Lehman en particular", sostiene Dudley.

"Tanto es así, que envié un informe en el verano de 2008 a la junta de gobernadores de la reserva de Nueva York sugiriendo que tomáramos medidas preventivas, pero el informe fue recibido con un silencio atronador", dice el economista.

Según su lectura, "lo más curioso” fue que “la reacción inicial no fue tan mala". Dudley se lamenta que después hubiera una reacción de "contagio" y un "lío enorme provocado por las personas que querían recuperar sus fondos y los que buscaban cubrir su exposición”. Lo normal.

¿Habría que haber salvado a Lehman Brother, apelando al argumento de que la firma era demasiado grande para quebrar? "Detrás de Lehman había otros grupos con dificultades como AIG", dice en referencia a American International Group, una corporación multinacional estadounidense de finanzas y seguros con operaciones en más de 80 países y jurisdicciones.

“Si pudiera dar marcha atrás, aconsejaría a mi alter ego insistir más a los gobernadores. Sin embargo, pienso que ya era demasiado tarde. Había demasiadas empresas con demasiados problemas", evalúa Dudley. Una sucesión de cisnes blancos.

 

Budde, el abogado informante

Oliver Budde había trabajado como asesor general asociado de Lehman y fue responsable de realizar los informes de la firma ante la Comisión de Bolsa y Valores de  Nueva York hasta su renuncia en 2006. Según el abogado, Fuld, que pasó a la historia como el villano de la película, se embolsó casi US$ 1.000 millones durante los dos últimos años de existencia del banco.

Budde, además, sospecha que Fuld agotó el dinero del seguro de la compañía para usarlo en los costos de su defensa legal, y luego pagó esos gastos con dinero propio, incluso antes que ningún cargo fuera presentado en su contra.

"Aquel lunes por la mañana, estaba en el edificio cuando empezó el infierno", relata Budde, que recuerda la "tristeza" y el "shock" generalizado entre los empleados, y el “pánico” entre los inversores. A primera hora de la tarde, vio al presidente de Lehman “escabullirse”. Según relata, lo hizo por “la puerta de atrás” en “una limusina Mercedes Benz negra manejada por su chofer”. Budde hizo una foto. “Es un recuerdo para mí", dice.

El resto de la tarde la pasó hablando con sus antiguos colegas. "Había visto muchas cosas que demostraban que esos hombres no eran de fiar. La quiebra en cierto modo me lo confirmó", explica el antiguo vicepresidente y jefe adjunto del servicio jurídico de Lehman. Su lectura enfatiza que los directivos “operaron en la sombra” para ganar el máximo de dinero. “El cambio de regulación de 2008 no sirvió de nada”, agrega.

"De hecho, se escondían más que antes. Era escandaloso. Fue entonces que me convertí en denunciante", afirma Budde. Entre abril y septiembre envió cinco correos electrónicos a las autoridades estadounidenses, con copia al consejo de administración y el servicio jurídico de Lehman. “Nadie me contactó. Estoy orgulloso de mi proceder. Hice lo que debía", asegura.

¿Qué consejos le daría el Oliver de 2008? “Ser menos ingenuo con las autoridades. El banco se podría haber salvado si alguna entidad como Barclays lo hubiera comprado, pero las ganancias son mayores después de una quiebra”, asegura el abogado con relación a las que obtuvieron los operadores que compraron con monedas de quiebra lo desvalorizados activos que dejó Lehman.

 

De la “tulipomanía” a Lehman Brothers

Los cracs bursátiles y financieros no son una novedad. La quiebra de Lehman Brothers fue una tormenta más entre las muchas que se registraron desde principios del siglo XVII hasta la actualidad.

Una de los primeras ocurrió en 1637 debido a la "tulipomanía", que creó en Holanda la primera burbuja especulativa de la historia moderna. La especulación se basaba en el comercio de los bulbos de tulipán, cuyos precios subieron por las nubes, antes de hundirse en 1637. En 1642, tras el desplome, el precio del tulipán había retrocedido a una décima parte de su valor. Cien años más tarde, valían dos céntimos.

En 1720, otra burbuja estalló. Esta vez en Gran Bretaña. La especulación en esa ocasión arrastró a la quiebra la Compañía de los Mares del Sur y al Banco Law. En 1882, hubo una nueva crisis. Fue al otro lado del Canal de la Mancha. La quiebra del banco católico francés Union Générale arrastró a numerosos corredores bursátiles. Las bolsas de Lyon y París se desplomaron. Francia se hundía en una severa crisis económica.

Medio siglo después, otro tsunami causaría estragos. En esa oportunidad, sus efectos se harían sentir por años en todo el mundo.

La historia arrancó el jueves 24 de octubre de 1929 en Wall Street. En el inicio de la rueda, el Índice Dow Jones perdía más de un 22%, pero, sobre el cierre de la rueda, se recuperaba y limitaba su caída a un módico 2,1%. Pasado el viernes y el fin de semana, el indicador volvía a ceder. El desplome marcaba el comienzo de la Gran Depresión en Estados Unidos y de una crisis económica global.

Luego de la desregulación de los mercados financieros impulsada por la Escuela de Chicago y el advenimiento de la era informática, las crisis se aceleraron.

El 19 de octubre de 1987, tras conocerse un déficit comercial importante y un aumento de las tasas directrices del Bundesbank, el banco central alemán, el Índice Dow Jones perdía un 22,6% en una jornada. Otras plazas bursátiles importantes de Europa y Asia replicaban la caída, sacando a la luz la interdependencia de los mercados financieros mundiales. El primer crac de la era informática.

De allí en más no hubo respiro. En agosto de 1998, el rublo perdía un 60% de su valor en apenas 11 días. Rusia atravesaba una crisis económica y monetaria, en parte ligada a la crisis financiera de los “tigres asiáticos” de 1997. El fondo especulativo estadounidense Long-Term Capital Management (LTCM), que realizaba operaciones altamente riesgosas con títulos de deuda, evitó el desastre gracias a la intervención de la Reserva Federal de Estados Unidos. Había perdido unos US$ 4.800 millones en sólo cuatro meses.

Casi al mismo tiempo que cerraba LTCM en 2002, estalló una nueva burbuja. Era el fin del sobregirado negocio de las “puntocom”. La burbuja especulativa en torno a los valores bursátiles ligados a internet y a las nuevas tecnologías se desinfló. Luego de alcanzar un récord de 5.048 puntos, el 10 de marzo, el Índice Nasdaq, que concentra los valores de las tecnológicas, retrocedía un 27% durante las dos primeras semanas de abril y poco más de un 39% en un año. La caída repercutió en todos los mercados vinculados a la llamada "nueva economía".

En 2015, China crecía a una envidiable tasa del 7% anual, aunque fuera la más baja en 25 años. Tras una suba favorecida por créditos fáciles otorgados a empresas muy endeudadas, la Bolsa de Shanghái se hundió un 40% en algunos minutos en el verano boreal de aquel año en el marco de un mercado dominado por inversores individuales que se dejaban arrastrar por el pánico. Todos los mercados mundiales se vieron sacudidos.

Cinco años después, la aparición del Covid-19 ponía de manifiesto las fallas estructurales de los mercados globales. El 12 de marzo, al día siguiente de la declaración oficial de la pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud, las bolsas vivieron un jueves negro. París, Madrid, Milán, Londres y Nueva York marcaban caídas de entre el 10% y el 17%, retrocesos que no se veían desde el crac de 1987. Los activos financieros siguieron derrumbándose en los días posteriores. El 16 de marzo, los índices estadounidenses cedían más de un 12%.

 

“Mega amenazas”

Hoy, el “doctor catástrofe” es más apocalíptico que nunca. El economista estadounidense nacido en Estambul hace 64 años, publicó en enero último Mega amenazas, en el que advierte de la “policrisis” que afronta la humanidad. Lo dicho, Roubini no cree en los cisnes negros. El hombre, que no es el único, insiste desde las entrañas de Wall Street que los cisnes negros no existen, pero sí los blancos, que están a la vista y sólo hay saber mirarlos.

La crisis de deuda, las tensiones geopolíticas, la ultraderecha, el cambio climático, la normalización de las pandemias globales, el colapso demográfico, la desglobalización económica y la revolución tecnológica y su impacto en el empleo, además del aumento de las desigualdades y el agravamiento de la inflación son las manifestaciones de la actual “policrisis” que enfrenta el mundo, según Roubini.

 

(Con información de la agencia de noticias AFP)

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