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A favor de abolir el Senado

Hace algunos días, el intendente de Durazno, Carmelo Vidalín, volvió a deslizar en el debate público una vieja propuesta: ¿Uruguay debería pasar a tener un parlamento unicameral?
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31 de marzo de 2024 a las 05:03

“Tener dos cámaras me parece una locura”, dijo el intendente de Durazno, Carmelo Vidalín el viernes en el programa Desayunos Informales.

Lo afirmó a propósito de lo que demoran en aprobarse algunos proyectos de ley importantes. En concreto, se refería a varios intentos legislativos frustrados de ponerle topes a los abusivos intereses que cobran algunas instituciones financieras, tarjetas de crédito y sobre todo las empresas que dan créditos al consumo.

A comienzos de diciembre, la Cámara de Diputados aprobó por unanimidad un proyecto de ley contra la usura presentado por el diputado Daniel Peña, del Partido de la Gente. El proyecto había sido presentado más de tres años antes, en 2020, y su aprobación requirió de un proceso tortuoso, lleno de negociaciones, obstáculos, idas y venidas. Pero la trabajosa aprobación unánime valdrá menos que cero si el proyecto no logra ser aprobado ahora por el Senado, donde debe comenzar un proceso que se vaticina igual de complejo, azaroso e incierto.

Hay más de 600.000 uruguayos señalados como morosos en el Clearing y lo que estudió una cámara y ya aprobó por unanimidad, ahora tiene que analizarlo la otra. Tendrá que pasar primero por una nueva comisión y luego recién llegar al segundo plenario. ¿Tiene sentido?

Intentos por eliminar el Senado y pasar a tener un parlamento unicameral han existido muchos.

Según un trabajo de 2005 del politólogo Pablo Ney Ferreira, José Ellauri lo propuso en 1830, Emilio Frugoni en 1917 y José Salgado en 1933. Más cerca en el tiempo, en 1998, el diputado Alem García, del Partido Nacional, hizo un nuevo intento. 

En 2001 fue el propio presidente de la Asamblea General, el vicepresidente de la República Luis Hierro López, quien abogó por un parlamento unicameral. “Mi experiencia parlamentaria me ha demostrado que la existencia de dos cámaras no ha asegurado mayor calidad de leyes, sino mayor lentitud de aprobación”, le dijo a la periodista Andra Tutté, en un reportaje que publicó el entonces suplemento Qué Pasa.

Hierro recordaba que los parlamentos bicamerales tienen sentido en países federales donde una cámara representa a todo el pueblo y la otra a los estados federados: “Acá lo único que diferencia a senadores y diputados es que unos somos electos por jurisdicción nacional y los otros por jurisdicción departamental, pero ambos representamos a la nación, al punto que a un diputado electo por el departamento que sea se le llama representante nacional".

La otra validación de los senados, enraizada con sus orígenes históricos como institución, tiene que ver con ser una especie de cenáculo de aristócratas que pueda servir de contrapeso de los posibles “excesos” del pueblo representado en la cámara baja. Por eso en los años 30 el dirigente batllista radical Julio César Grauert decía que el Senado era un resabio monárquico.

En todo caso, ni el sentido de darle representatividad a los estados federales ni el de darle voz a una vieja aristocracia, tienen el menor vínculo con el sistema político del Uruguay, unitario y republicano. La realidad es que tenemos dos cámaras iguales que duplican el trabajo. Tan iguales son que hay integrantes de una que en el mismo período, y a veces en el mismo mes o la misma semana, se pasan de una a la otra. Tanto que en ocasiones no sabe si el legislador tal está actuando como senador o diputado.

Algunos argumentan que ese sistema garantiza leyes mejores porque todo se repasa dos veces. Otros que solo provoca tardanzas.

"La velocidad de producción parlamentaria es bajísima. Si una ley no está apurada, lleva un promedio de nueve meses en cada cámara”, decía en 2004 el entonces diputado y hoy ministro Pablo Mieres, al presentar un proyecto de reforma constitucional del Partido Independiente que, entre otros puntos, eliminaba el Senado.

Por idénticos motivos a los de Mieres, el expresidente José Mujica también ha apoyado la propuesta de eliminar el Senado en diversas oportunidades a lo largo de su vida política. En 2004, siendo senador, dijo “que para las dimensiones de Uruguay una solución unicameral agilizaría mucho más los ritmos parlamentarios y sería una ostensible economía de tiempo y recursos".

Tal como dice Mujica, además del argumento principal de dar agilidad a la tarea legislativa, eliminar el Senado también supondría un ahorro. 

Si bien es cierto que el Parlamento representa una erogación menor dentro del presupuesto nacional, también es cierto que 30 senadores, cada uno con su despacho, sus secretarios, asesores y suplentes, representan un dinero que podría tener mejor destino. El presupuesto 2022 del Senado fue algo superior a los 42 millones de dólares.

A veces se exagera la incidencia de este gasto desde un sector de la opinión pública que está convencido de que hay una “casta política” privilegiada. El triunfo electoral de Javier Milei en Argentina ha reforzado este tipo de discursos. Hoy varios grupos políticos incipientes –y algunos no tanto– buscan capitalizar aquí ese viento antipolítico.

Un reclamo típico de esa línea de pensamiento es la de achicar el Parlamento.

En 1999 la Federación Rural anunció un plebiscito para reducir a la mitad el número de diputados, manteniendo las dos cámaras.

En 2002 y 2003, el expresidente Luis Alberto Lacalle, entonces presidente del directorio del Partido Nacional, propuso una reforma integral del sistema. Entre otros puntos, proponía bajar de 99 a 67 diputados y de 30 a 24 senadores.

Muchos dieron entonces la bienvenida al debate y a estudiar una reforma política, pero más de una voz señaló que era mejor eliminar una de las dos cámaras antes de achicar un poco cada una.

"Desde el punto de vista parlamentario, siempre habré de preferir la supresión de una cámara a la reducción del número de parlamentarios", dijo el senador Danilo Astori. Y acotó que la cámara a eliminar era el Senado. "Seguiríamos trabajando con Diputados, con los mismos mecanismos de representación proporcional (…) Hay que evitar con un ajuste de este tipo en el Parlamento que se perjudique la presencia de alguna fuerza, o se llegue a obstaculizar el acceso de algunos sectores de opinión".

El entonces exministro y senador Sergio Abreu coincidió. Se podía achicar y modernizar el Parlamento yendo a un esquema unicameral y sin rebajar la representación proporcional. Sin embargo, los reclamos de achicar ambas cámaras son recurrentes. Al presentarse al público como dirigente político en 2019, el hoy senador Guido Manini Ríos abogó por reducir un tercio cada una de ellas. Pero, tal como hace 20 años señalaban Astori y Abreu, disminuir a la mitad o un tercio cada una de las cámaras no parece la mejor solución.

Por un lado, no se solucionan los problemas de lentitud legislativa y esfuerzos duplicados. En cuando al gasto, si bien se eliminan algunos sueldos, al mantener las dos cámaras también se conserva todo el organigrama que hace posible que una funcione: desde secretarios a taquígrafos.

Pero el peor defecto de este tipo de propuestas es que achicar la Cámara de Diputados rebaja el grado de representatividad que hoy tiene Uruguay: una cámara con 99 diputados permite tener un sistema democrático muy amplio en el cual los partidos pequeños pueden llegar al Parlamento con poco más de 30.000 votos.

Con propuestas como aquella de la Federación Rural o la de Manini, a la actual legislatura no habrían ingresado el Partido Independiente ni el PERI, y en la anterior no lo habría logrado Unidad Popular. Sin duda tener 99 diputados cuesta más caro que tener 50, pero en función de tener una mejor representatividad puede considerarse una inversión muy positiva. 

Pero tener un Senado que duplica esfuerzos no mejora la representación porque es más de lo mismo. Solo repite lo que ya se hizo. Por eso se enlentecen los tiempos de leyes que tardan años en ser aprobadas mientras la gente espera. Y también aleja a la ciudadanía de la democracia: ¿qué sentido tiene prestarle atención a debates que quizás no tengan ningún efecto, ya que todavía falta una cámara que discuta lo mismo quién sabe cuándo?

Eliminar el Senado solo tiene ventajas. No es una idea loca. Muchas democracias tienen parlamentos de una sola cámara: Costa Rica, Croacia, Dinamarca, Ecuador, Estonia, Finlandia, Grecia, Islandia, Israel, Letonia, Lituania, Liechtenstein, Luxemburgo, Noruega, Nueva Zelanda, Panamá, Perú, Portugal, Corea del Sur, Suecia, Turquía y Ucrania, entre muchas otros.

Tiene razón Vidalín. ¿No será hora de abordar el tema?

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