Axel Lehman, presidente del Credit Suisse.
Laura García

Laura García

Analista Financiera

Economía y Finanzas > Exclusivo: por Laura García

A 15 años de Lehman, la tremenda lección que dejó la caída de Credit Suisse

Con el colapso del 2008 surgió el problema de los bancos “too big to fail”, demasiado grandes para quebrar. La adquisición de Credit Suisse por UBS creó una entidad que es tres veces el PBI de Suiza. Los detalles de la decisión, según un informe que se encargó a un grupo independiente de expertos.
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22 de septiembre de 2023 a las 15:04

Todo suele dirimirse en un fin de semana. Aunque empieza, por supuesto, mucho antes. El miércoles 15 de marzo Credit Suisse sufrió su última corrida. Ese mismo día, el Banco Central de Suiza puso a su disposición una línea de liquidez de emergencia. Pero ya era tarde. 

Ese domingo, las autoridades informaron que UBS, su eterno rival rescatado irónicamente por el Gobierno hacía pocos años en medio de la indignación pública, lo compraría por 3.000 millones de francos.

Dos días antes valía 7.500 millones pero la oferta inicial había sido 1.000 millones. Caer en desgracia es cruento. En 2007 había llegado a un máximo de 100.000 millones.  

A 15 años del colapso de Lehman Brothers en Wall Street (15 de septiembre), Credit Suisse -fundado en 1850- fue el primer banco global en hundirse desde entonces. Casi llegó al aniversario para probar que las reformas, regulaciones y procedimientos que nacieron con las mejores intenciones de la crisis del 2008 no resolvieron el problema “too big to fail”. Al menos no en el primer caso que se presenta.

Las entidades “too big to fail” (demasiados grandes para quebrar) son consideradas tan masivas (hoy hay 30 en la lista de la Financial Stability Board) que no deberían quebrar porque suponen un riesgo sistémico demasiado grande (potencial de contagio) ni deberían cargarse sobre las espaldas de los contribuyentes con rescates gubernamentales extravagantes. 

Sin embargo, se vuelven a crear bancos que están todavía más allá: en caso de crisis, nadie los podría comprar ni rescatar. “Too big to save”. UBS hoy supone 200% el PBI de Suiza. 

El Departamento Federal de Finanzas de ese país estableció un grupo de expertos independiente en estabilidad bancaria para que hiciera recomendaciones, en paralelo a la investigación que lleva adelante una comisión del Parlamento suizo que busca determinar la secuencia de eventos que llevaron a esta crisis. 

El reporte acaba de ser publicado y El Observador España se contactó con una de sus miembros, Beatrice Weder di Mauro, presidente del Centre for Economic Policy Research y profesora del International Economics Geneva Graduate Institute. El grupo identificó una serie de “baches regulatorios” que sólo un caso tan peculiar como el de Credit Suisse podía dejar al descubierto.  

 

Reputación en quiebra

 

Mucho se habló de la seguidilla de quiebras de bancos regionales en Estados Unidos -entidades de porte mediano-, en especial, de Silicon Valley. En comparación, mucho menos que del estruendo del Credit Suisse, más allá de cierta engañosa tranquilidad que deriva de la fusión.

Es que resulta más accesible entender que un banco se hunda porque tenía la cartera sobrecargada de bonos públicos que perdieron valor al ritmo de la escalada de las tasas de interés, que la lenta pérdida de confianza y credibilidad que venía sufriendo el Credit Suisse, cada vez más debilitado por una crisis reputacional.

Un reflejo de ese proceso, plagado de diversos escándalos, es que desde 2021 sus acciones cayeron 90%.  

Y atada a esta pieza del rompecabezas, se presenta otra verdaderamente desconcertante. Credit Suisse cumplía cómodamente con todos los requisitos regulatorios que hoy piden los estrés test a los bancos. Sí, pasaba con las mejores notas. El nivel de capital y de liquidez estaba muy por encima de lo exigido. 

Y lo que es fundamental, lo mismo ocurría con un indicador llamado “Total loss-absorbing capacity” (TLAC), implementado como mecanismo para aumentar el margen para absorber pérdidas y evitar los rescates gubernamentales en el caso de los megabancos o como se los conoce en la jerga los “global systemically important banks”.

 

Fallas regulatorias

 

Lo curioso, en un punto, es que los propios expertos no hacen más que conjeturar sobre lo que puede haber ocurrido en un caso que resulta opaco. La hipótesis es que los indicadores regulatorios fallaron porque no son adecuados para identificar este tipo de crisis de confianza a tiempo. 

Revelan si los colchones de capital y liquidez disponibles en cierto momento son suficientes para amortiguar un evento de estrés pero no dicen nada sobre la credibilidad de la estrategia de un banco, su modelo de negocio, su pronóstico de ganancias, la calidad de su management.

Los expertos también contemplan que puede cuestionarse si el verdadero capital no es inferior al que muestran los números. Los jugadores del mercado, por ejemplo, venían dudando de la relevancia y la transparencia de los indicadores que se publicaban, lo que alimentó la crisis de confianza. 

En ese sentido, la lección para los supervisores bancarios es incorporar las señales del mercado además de las métricas regulatorias en su evaluación de la viabilidad de un banco. 

Pero la contradicción subsiste. Credit Suisse desapareció a pesar de estar altamente capitalizado.

Sólo hay que ver los resultados de UBS en el segundo trimestre (la operación se completó a comienzos de junio), con una ganancia de u$s 29.000 millones, siete veces más que en el mismo período de 2022, que hizo saltar sus acciones a máximos de 15 años.  

 

La troika suiza en acción

 

Ese fin de semana, la troika suiza tuvo que decidir. El Consejo Federal, el Supervisor Financiero y el Banco Central. Seguían el libreto y aplicaban el régimen “too big to fail”. Optaban por un breve período de nacionalización, lo que hubiera requerido una ley de emergencia. O lo adquiría UBS. 

Igual no fue gratis. Para que el mercado lo aceptara -el propio UBS que empezó ofertando apenas 1.000 millones-, el respaldo oficial era clave.

El paquete de apoyo público incluyó asistencia de liquidez del Banco Central por 100.000 millones de francos y garantías del Gobierno federal para afrontar las futuras pérdidas que depare la compra. Incluso cuando se trata de vender un banco hace falta bastante dinero para convencer que es viable.

Ahora, ¿por qué las autoridades evitaron utilizar los procedimientos que se introdujeron después del 2008? La capacidad total de absorber pérdidas, que está integrada por una variedad de instrumentos, sumaba 110.000 millones de francos suizos, casi el 20% de los activos declarados. La solvencia se podría haber restablecido sin mayores sobresaltos.

Pero el ministro de Finanzas tenía su propia teoría. Según aseguró, el mecanismo no era apropiado porque la crisis involucraba una “pérdida de confianza” y una corrida bancaria. Resulta difícil entender el argumento y en todo caso, por qué invalida el procedimiento para lidiar con los “too big to fail”.

Pero los funcionarios suizos evaluaron el riesgo de que el retiro de depósitos se extendiera a otros bancos.

En la larga debacle del Credit Suisse, también amerita preguntarse por qué las autoridades no intervinieron antes. Desde 2014 la entidad suiza ya pagaba grandes multas a las autoridades de Estados Unidos y el Reino Unido. Hubo tiempo de sobra. 

Para 2021, los pesados costos legales y las copiosas compensaciones, hicieron que Credit Suisse -quizás consciente de que se quedaba sin fichas- intentara cambiar la cultura de la empresa sumando al ex CEO del Lloyds Banking Group Antonio Horta-Osorio.

No tenía que ser. Renunció al poco tiempo después de transgredir no una, sino dos veces, la política del Covid. Quizás la cultura pudo más.

Otra de las propuestas que hoy circula como vuelta de tuerca a la regulación actual es que los bancos deban salir a aumentar el capital.

La lógica implícita es que la habilidad para hacerlo suponga una suerte de estrés test basado en el mercado, una evidencia de cuál es la percepción del mercado del futuro de un banco que aporte mucha más información de lo que hace una prueba regulatoria. 

Mientras tanto, Colm Kelleher, el irlandés que preside UBS, que supo valer menos que Credit Suisse cuando tocó fondo en la crisis de 2008, ya anunció un aumento del dividendo.

Por su parte, la cabeza de Credit Suisse, admitió que “esto no podía continuar así” y extrañamente señaló a la “tormenta en las redes sociales” como uno de los disparadores del desastre.

A propósito, su nombre es Axel Lehmann. Muy cerca. Demasiado.

 

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