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Nadal, un superhéroe de carne y hueso

El español brilló también afuera de la cancha por su sencillez y la buena onda que percibió la gente
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28 de febrero de 2015 a las 20:50

Cuando sale de la cancha –y se saca el traje de súper Rafa– aparece el Nadal de carne y hueso, el amable, medido en sus palabras, sonriente y hasta con una sensibilidad que con la raqueta en la mano parece no tener más que para un toque de volea o un drop shot. Eso sí, el paso rápido al caminar y los tics, aunque otros, lo siguen acompañando.

Lejos de la estridencia que hoy en día utiliza en su ropa fucsia y amarillo fosforescente, el español se mostró en los pasillos del Buenos Aires Lawn Tennis con una sobriedad que disimula la tamaña estrella mundial que lleva adentro suyo. Generalmente con una campera gris y parando casi con cada pedido de foto o autógrafo, Nadal también deleitó a la gente afuera del court central.

“Es re buena onda”, dijo a El Observador uno de los ballboys que tuvo la suerte de alcanzarle la toalla durante todo un partido. “Si quiere algo te lo pide de buena manera y muchas veces te agradece, cosa que con la mayoría de los jugadores no pasa”, agregó otro de los chicos.

En la misma línea, en la sala de prensa, “es el único que entra y dice ‘hola’”, comentó uno de los encargados de tener a los periodistas al tanto de las novedades y de estar a la orden para lo que se necesite para cumplir la tarea.

Y con la misma amabilidad se retira, luego de atender todas y cada una de las preguntas con la misma disposición, aunque sea más o menos incómoda la consulta.

Habla bien de sus colegas, no subestima ningún partido y a la hora de críticas o reclamos, los hace –al menos ante la prensa–con respeto y serenidad.

Además, se da el espacio para pensar, y para brindar conceptos que son consejos de vida para muchos, especialmente para aquellos que con el 10% de la gloria que ha alcanzado Nadal, se les nubla la mente.

Las lesiones, los sinsabores y las derrotas son siempre insumos de aprendizaje para Nadal y los logros, el reconocimiento y la fama lo hacen agradecer por lo que ha podido lograr gracias al trabajo y el sacrificio.

Como síntesis de esa postura basta recordar la respuesta a la pregunta del uruguayo Sergio Goloubintseff, sobre cómo es posible encarar su dura agenda.

“Sería bastante arrogante y desagradecido si me quejara de mi agenda viendo a la gente y a las realidades que se viven en el mundo. Soy súperafortunado de la vida con todo lo que me ha pasado, con todo lo que tengo. Entonces, ¿qué más? Intento hacer las cosas con gusto y agradecer a toda la gente que hace que yo esté donde estoy. Todas estas cosas son muy bonitas y solo puedo agradecer, y agradecer a la vida la posibilidad que me ha dado de vivir todas estas cosas que he vivido. No considero para nada mi agenda sea dura”, manifestó en la primera rueda de prensa en el torneo.

En esas mismas conferencias es donde aparecen los nuevos tics. En la cancha quedan las manías de dejar las botellitas de líquidos con las etiquetas mirando hacia la cancha –perfectamente puestas una al lado de la otra– o la acción repetida hasta el cansancio de tocarse las orejas y la nariz antes de sacar.

Pero ante los periodistas, la ceja izquierda hacia arriba o una mueca con la boca en señal de “¿qué más da?” se suceden. La seriedad de su rostro conocido durante el juego y la sonrisa de las fotos y de cada vez que alza y muerde un nuevo trofeo, se alternan dependiendo de la respuesta y el clima de la conferencia.

En el resto del club, cada vez que llegó al entrenamiento tuvo espacio para firmar autógrafos, incluso a través de un vallado que impedía el paso del público. Luego, en cancha auxiliar, a la hora de trabajar, ya nada de distracciones. Mucha concentración y esfuerzo con todo su equipo. Por momentos ensayó distintos tiros, tratando de conseguir ritmo de partido y, por otros, insistió en ciertos golpes, como queriendo probar, una y otra vez, hasta perfeccionarlo, si es que algo le queda por mejorar al nueve veces campeón de Roland Garros.

Y en la cancha lo de siempre: esplendor, calidad, entrega y agradecido con el público, que lo aplaudió a rabiar y coreó su nombre en infinidad de momentos en los que el español paseó su clase por cada rincón del Buenos Aires Lawn Tennis Club.

Así es el mundo Nadal que se ve en un torneo. Perseguido como estrella mundial que es, pero de trato normal, como uno más del barrio. Seguramente, una condición fundamental para ser quién es.

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