Lo aceptó Eduardo Ache, negociando un adelanto que le permitió a Fonseca quedarse con la ficha de Mathías Olivera. Esta situación se agravó con José Luis Rodríguez porque el empresario subió un nivel y el presidente se prestó al ridículo ya que el contratista manejó a su antojo la preparación del futbolista de la sub 20, como si Amaral fuera de Fonseca FC antes que jugador de Nacional.
A comienzos de 2015, ante la amenaza de que se lo podía llevar, Fonseca negoció con Ache un salario de US$ 10 mil para Amaral por tres años (ganaba $ 10.000 como jugador de formativas) y una cláusula de salida de US$ 3 millones.
Con la necesidad de vender y con un único período de pases para colocar a la supuesta "joya" del club -antes de quedar libre-, en febrero de este año Fonseca convenció a Rodríguez que la preparación de Amaral para el Mundial, con un entrenador personal en Maldonado, sería lo mejor. Le prometió, incluso, pagar por encima de los US$ 3 millones de la cláusula de rescisión. El presidente ignoró a los idóneos que tiene en su club (técnico, preparadores físicos, gerente deportivo y hasta el cuerpo médico) y al entrenador de la sub 20, Fabián Coito. Escuchó la voz del empresario y generó un clima de inestabilidad en los tricolores, que lideraban cómodamente el Apertura. Martín Lasarte le bajó el perfil al tema y procedió como un verdadero conciliador, arreglando el problema que había generado el presidente. Mandó al juvenil a Tercera y asunto solucionado. El Mundial acabaría con el problema. Sin embargo, lo agravó. El torneo de Corea del Sur no resultó como quería Amaral, mucho menos como imaginaba el empresario para venderlo y Nacional para hacerse de dinero.
Entonces, con los restos de Amaral (como si se tratara de un auto chocado, porque al jugador en definitiva lo tratan como eso) Fonseca se sentó el lunes de mañana a negociar nuevamente con el presidente de Nacional. Y los dirigentes volvieron a caer en la trampa. Esta vez, en una reunión en la que participó su madre y su abogado, el empresario le ofreció al club pagar los US$ 3 millones de la rescisión en cuotas, pero ese dinero ya no iba a cubrir lo que establece el contrato firmado en 2015 por Amaral, por aquel pibe que a los 10 años hicieron crack y hoy parece material de descarte, sino se quedó con el 100% de la ficha del 10 de la selección sub 17 y con un golero de proyección.
Lo más delicado de esta situación, además de la falsa información (el dirigente Pablo Durán dio el lunes de noche una versión de lo que negociaron y una diferente el martes), la decisión fue avalada por toda la directiva de Nacional, excepto por un dirigente, Antonio Palma.
Es cierto que los apremios económicos llevan a tomar decisiones poco felices, y los oportunistas (Fonseca en este caso, Pablo Bentancur antes, y así con tantos otros empresarios) aprovechan a hacer su negocio, pero esta vez Nacional parece haber ingresado a zona extremadamente riesgosa mientras el empresario juega con su nuevo chiche. Porque ayer fue Amaral, hoy ya son Centurión y Rodríguez, y mañana otros juveniles que caerán en ese mismo juego que los dirigentes tricolores avalan. Salvo que le pongan un punto final.Inicio de sesión
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