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Mercosur: Una alianza que resiste

El bloque ha pasado por distintas etapas en lo comercial y lo político, con intensos amores y enemistades
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04 de diciembre de 2016 a las 05:00

Hace 25 años los gobiernos de Argentina y Brasil, las dos economías más grandes de la región, decidieron formar una alianza comercial que los potenciara en su relacionamiento con el mundo.

Uruguay, ya entonces bajo la presidencia del nacionalista Luis Alberto Lacalle (1990-1995), se enteró de esas negociaciones, que eran reservadas en Brasilia y que habían avanzado en varios borradores. Hay quienes sostienen que ya en el gobierno de Julio María Sanguinetti (1985-1990) se empezó esa planificación en Foz de Iguazú.

Lacalle, enterado por su canciller en julio de 1990, ordenó a la diplomacia que hiciera gestiones para ser parte de ese bloque, que terminó por incluirlo, al igual que a Paraguay.

Quedar afuera, según lo pensó el gobierno de la época, era ver pasar por el costado el movimiento comercial que concentrarían Argentina y Brasil. Los partidos Nacional y Colorado apoyaron ser parte del Mercado Común del Sur (Mercosur), y el Frente Amplio, que desconfiaba, dio un "apoyo crítico".

Lacalle visualizó los caminos que tenía. Uno era unirse a los grandes de la región. El otro, que también manejó –según le contó a El Observador–, era la "teoría Singapur", que consistía en establecer un enclave separado. Eso nunca lo propuso. Por el contrario, le convencía formar un eje Asunción-Montevideo que contrarrestara el poder del eje Río de Janeiro-Buenos Aires.

Las negociaciones fueron duras –recuerda el líder blanco hoy– e incluso en 1993 Uruguay estuvo a punto de abandonar el bloque cuando se definía la forma en que se tomarían las decisiones. Argentina y Brasil querían que fuera por mayoría, y Uruguay insistía en la unanimidad, que era una forma de poder vetar.

Finalmente el Mercosur nació con cuatro socios, con la intención de formar un mercado común que nunca se logró, y estableció en el primer artículo el derecho al libre tránsito de mercaderías y personas. También creó un arancel externo común que oficiaría de escudo protector de las industrias nacionales y que a la fecha fue bastante perforado. Armó su institucionalidad y miraba lo que había hecho el Viejo Continente con su Unión Europea, que le llevaba años de ventaja.

El interés del bloque era básicamente comercial y en los primeros años de vida lo político estuvo relegado a un segundo plano. Tal vez incidió en ello que al comienzo del Mercosur los gobiernos de los países socios fueran de corte liberal, algo que, elecciones mediante, fue cambiando hasta haber una mayoría de administraciones de izquierda y, en algunos casos, de tinte populista.

De a poco surgieron los problemas, el abrir fronteras no siempre se cumplía por parte de los países miembros, se sucedieron episodios de camiones trancados con excusas administrativas, y unos pocos casos llegaron al tribunal encargado de solucionar controversias, el cual se había pensado como un órgano judicial superior, pero en los hechos sus resoluciones ni siquiera se aceptaban, sobre todo por Argentina, cuando los fallos le fueron adversos.

A pesar de las dificultades, los distintos gobiernos apelaban a mantenerse en el bloque.

El expresidente Jorge Batlle proponía traer "nuevos comensales" a la mesa del Mercosur. Con los años el número de invitados a la alianza aumentó y a los cuatro originales se sumó Venezuela como miembro pleno, y Bolivia espera hoy para entrar. Otros países como Chile prefirieron, desde el principio, mantenerse como asociados.

El camino

Ignacio Bartesaghi, director del Departamento de Negociación Internacional e Integración de la Universidad Católica, distingue cuatro etapas por las que pasó el Mercosur en sus 25 años de vida hasta hoy.

En los primeros años, "el proceso venía bien", con afinidad de objetivos políticos y comerciales, un desarrollo institucional y acuerdos en el tema arancelario.

Todo cambió cuando se llegó al año 1999, el primer puente que los países debieron cruzar juntos. En ese año, Brasil, la mayor economía de la zona, devaluó su moneda y con eso arrastró a los otros. Por entonces gran parte de las exportaciones de Uruguay estaban ligadas a Brasil y varias empresas se vieron afectadas. Para Bartesaghi, ahí se ubicó "el principio del fin del bloque" porque "el Mercosur empezó a olvidarse de sus principios rectores".

Así comenzó la segunda etapa. Con los países cerrando fronteras ante la dificultad, se priorizaron las políticas nacionales sobre las regionales y en lo político aparecieron figuras de izquierda carismáticas, como Luiz Inácio Lula da Silva, en Brasil, Hugo Chávez en Venezuela y Néstor Kirchner en Argentina, que pensaron más en una integración política que económica.

Venezuela pidió ingresar al Mercosur en el año 2005 –con Tabaré Vázquez recién llegado al gobierno nacional– y no lo logró por el freno de Paraguay, cuyo Senado se negó sistemáticamente a autorizar al nuevo socio. El país caribeño logró su objetivo en 2012, en la cumbre de presidentes de Mendoza (Argentina), donde los mandatarios Dilma Rousseff (Brasil), José Mujica (Uruguay) y la anfitriona Cristina Fernández de Kirchner decidieron suspender a Paraguay –el presidente Fernando Lugo había sido destituido a través de un juicio político previsto en la Constitución–, lo que permitió el ingreso de Venezuela. Fue cuando Mujica habló de poner "lo político por encima de lo jurídico". Porque para el expresidente uruguayo no había que hacerse "los distraídos" ante lo que pasaba en Paraguay, que para él constituía un "golpe de Estado parlamentario sumarísimo".

La tercera etapa del Mercosur fue en los años 2004-2005, cuando Argentina y Brasil intentaron un relanzamiento del bloque. Ahí se creó el Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur (Focem), un instrumento que aportó recursos a países como Uruguay y Paraguay. En los hechos, el Focem fue el reconocimiento de las asimetrías existentes en las economías.

En 2006 Argentina se enfrenta a Uruguay en uno de los mayores conflictos diplomáticos que se recuerden, por permitir a una pastera instalarse en Fray Bentos, en las costas del río que es de administración binacional. Fue el primer diferendo entre dos socios del Mercosur que terminó en la Corte Internacional de Justicia. Los demás socios del Mercosur no intervinieron y lo trataron como un problema bilateral.

Bartesaghi opinó que ese "relanzamiento" del Mercosur fue solo en el discurso.

En ese período, en la agenda exterior se rechazó por parte de Uruguay –presionado por Argentina y Brasil y la oposición de sectores del Frente Amplio– iniciar negociaciones para lograr un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Mientras tanto, el diálogo con la UE seguía trancado. En esos años el comercio intrarregional creció, pero también es cierto que se exportó más al mundo en un momento de suba de los commodities.

La última etapa del Mercosur es la actual, que se inició con un cambio de gobierno en Argentina y el triunfo del presidente Mauricio Macri sobre la estructura kirchnerista. También hubo cambios políticos en Brasil con la caída de Dilma Rousseff, sometida a un juicio político del cual espera la sentencia final.

Hoy en día, cuando se ha puesto en duda si Venezuela es una democracia, el presidente Vázquez, defensor del Mercosur, entiende que la situación del bloque "es preocupante".

Más tajante fue Lacalle, firmante del Tratado de Asunción, para quien el Mercosur "ya no existe". El expresidente dijo a El Observador que hoy el Mercosur "está tan cambiado que no lo reconoce".

Sin embargo, más allá de las críticas puntuales a las que se ve sometido el Mercosur, tanto por los partidos, candidatos, gobernantes y empresarios, ninguno propone salirse de ese esquema de integración que en los últimos 25 años logró avanzar en una zona de libre comercio, estableció una unión aduanera imperfecta y sigue teniendo en la mira formar un mercado común.

Esta nota forma parte de la publicación especial de El Observador por sus 25 años.

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