El remate partió seco, inesperado, apretado a un palo. Cuando los espacios eran cada vez más pequeños y los nervios tironeaban de las piernas, apareció el pibe de apellido Lozano, el clon de Giorgian De Arrascaeta, para poner el 1-0 en el Franzini.
Así ganó Defensor Sporting frente a Fénix. Con la lozanía y el vigor de la cantera, con el toque en el momento oportuno, cuando el partido entraba en su retirada y Luis Mejía se convertía en un ser fabuloso, invencible.
Durante 70 minutos se repitió la historia. La pelota en los pies de los futbolistas de Defensor corría de un sector del campo al otro. Pasaba de Nicolás Olivera a Adrián Luna, de Brian Lozano a Federico Gino y de Mathías Cardacio a Emilio Zeballos. Pero no había forma de traspasar el muro del Capurro. Ignacio Pallas y Maximiliano Perg eran columnas infranqueables. Emiliano Pappa y Alexander Medina (sí, el Cacique) dejaban hasta la última gota de sudor en la mitad de la cancha para recuperar la pelota. Ayudaba Cecilio Walterman, y también Facundo Boné.
Es que el partido se puso contramano para Fénix a los seis minutos. Raúl Ferro reaccionó tontamente contra Olivera y Fedorczuk lo mandó al vestuario. Ni siquiera había transpirado la camiseta. Entonces la idea cambió. El equipo de Rosario Martínez varió su estrategia, el Cacique se puso el chaleco de volante central y a meter fierro... en lugar de Ferro.
Igualmente no se dio por vencido jamás. En tales circunstancias los futbolistas, en general, suelen utilizar hasta la última gota de la reserva de energías. Y los de Fénix tuvieron otro plus: un penal en contra.
Lozano eligió el lugar más difícil para meterse al área (entre cuatro piernas rivales) y Perg lo derribó. Olivera fue el encargado de ejecutar el tiro, pero Mejía, en gran esfuerzo, lo desvió al córner.
Después, Defensor equivocó los caminos. Intentó con centros frontales de fácil resolución para los zagueros y el golero, dio un toque de más antes de ingresar al área, se repitió por el medio y buscó con disparos desde afuera del área.
Casi siempre facilitó el trabajo de Fénix, que encerrado se sentía cada vez más cómodo. Es más, llegó incluso a inquietar a la última zona violeta, con el empuje de Waterman, la fuerza de Lucas Cavallini y algo de Boné.
Se iban los minutos en el Franzini. El nerviosismo estaba creciendo. Mauricio Larriera mandó a Jaime Báez y a Felipe Rodríguez para refrescar el ataque. Hasta que llegó el remate de Lozano. Uno de los tantos que probó. El más efectivo de todos. Capaz de arruinar lo que estaba a punto de ser una tarde inolvidable para Mejía.
Un gol salvador del clon de De Arrascaeta.
Un momento de locura
A los 6 minutos de juego, Raúl Ferro le cometió una falta a Nicolás Olivera. Los dos se increparon y el volante de Fénix le pegó un cabezazo, a la vista de todo el mundo. El árbitro expulsó a Ferro y le mostró amarilla a Olivera. Ferro se retiró del campo insultándose con un hincha de su equipo. De pronto salió corriendo a toda velocidad para ir a buscarlo a la tribuna. Pero lo detuvieron, lo calmaron, y el incidente quedó en eso.
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