Disputado el 40% del Apertura, Nacional alcanzó lo que no había logrado siquiera en la primera fecha: liderar en solitario la tabla de posiciones. La victoria frente a Danubio y el empate entre Defensor y El Tanque lo ubicaron arriba. Sin despeinarse, sin un juego brillante, con lo mismo de siempre, los toques de efectividad que le pone el Chino Recoba.
El fútbol uruguayo es tan particular y parejo, que un equipo duramente criticado la semana pasada después de la derrota frente a Cerro, llegó a la cima cuando el torneo transita casi la mitad del recorrido.
¿Cómo se explica? Una razón puede ser que excepto Defensor y Fénix, los demás rivales que tuvo el tricolor se ubican de la mitad de la tabla hacia abajo y tres de ellos (Danubio, Cerro Largo y Central Español) ocupan las tres últimas posiciones.
Parece una simplicidad, porque Nacional es actualmente bicampeón del fútbol uruguayo. O sea, ha sido el mejor equipo en las dos temporadas anteriores. Es más: de los últimos 10 campeonatos, Nacional ganó la mitad. Se trata del conjunto que está marcando el inicio del siglo en el ámbito local.
Y entrando específicamente en el actual plantel, dirigido por Gustavo Díaz, posee futbolistas de gran jerarquía, como le gusta decir al técnico. De mitad de cancha hacia adelante, Recoba, Luna, Medina y Bueno (los que juegan habitualmente), desnivelan en cualquier momento.
Es por todo eso que se le exige más. Especialmente continuidad y variantes para salir de los momentos complicados. Contra Cerro no funcionó Recoba y el equipo terminó a los centros para Medina y Taborda. Centros que en aquella oportunidad acabaron en las cabezas de los zagueros albicelestes. Díaz halló excusas en el estado del campo de juego, bastante malo, por cierto.
Ayer en el Parque, una alfombra, con la velocidad de la lluvia que cayó en las últimas horas, Nacional empezó a todo Recoba y Bueno. El puntero izquierdo aprovechó la falta de oficio de Fernández para marcar el lateral y desbordó continuamente.
Aprovechó el tricolor los espacios que brindó Danubio. El fútbol que plantea Juan Ramón Carrasco brinda esas facilidades. En una jugada con los mismos protagonistas, Nacional abrió la cuenta. Falta contra Bueno, tiro libre ejecutado por Recoba, rebote de Ichazo, remate de Medina, otro rebote del golero y tijera de Luna en el área chica.
Diez minutos después, otra vez el Chino con un pase genial para Medina, que alcanzó a desviar el balón frente a su marcador. Dos goles con el sello del Nacional versión Chavo Díaz. El que le imprime Álvaro Recoba.
Después, entró en una crisis de identidad futbolística. Especialmente en el segundo tiempo, cuando Danubio se le fue encima.
El técnico intentó variar con un cambio que ensayó en la semana. Entró Matías Cabrera y salió Bueno, quien a esa altura ya no desequilibraba como al principio.
En la teoría, Nacional tenía ahora dos opciones para crear el juego, para la ejecución de la pelota quieta, para generar el fútbol. En la cancha, no se notó la diferencia. Las veces que Recoba y Cabrera se buscaron, lo hicieron sin profundizar.
Después entró Taborda por Medina y más adelante, Damonte por Recoba. Acá quedó Cabrera de enganche, delante de la línea de tres volantes destructores que puso Díaz para aguantar los últimos minutos del juego.
Nacional no generó más. Careció de profundidad, de la sensación permanente de gol cuando la pelota está en los pies de Recoba, de sorpresa por las bandas.
Se dedicó a cuidar la diferencia, se aferró al primer lugar de la tabla, a las manos de Bava, a cambiar críticas tras una derrota por aplausos después del triunfo.
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