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Los perjudicados del fútbol

La inactividad dejó a muchos jornaleros y comerciantes sin el ingreso del fin de semana
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29 de septiembre de 2013 a las 20:47

Pocas veces una banda logra interpretar con un tema el sentimiento del fútbol como lo hizo Cursi. La letra de la canción Hoy no es un día común transporta imaginariamente, con su contagioso ritmo, a los aficionados a la previa de cada partido: “Hoy no es un día común, se respira un nerviosismo en el ambiente. Varios curros acortaron los horarios y los planchas garronean más cigarros. Sube y sube la temperatura el murmullo va creciendo...”.

“... Hoy no es un día común, no es común ni para el más indiferente. Y la previa se respira en las esquinas más temprano de lo que es habitual...”.

Pero el fin de semana al uruguayo le faltó ese día común que es común de su calendario: el del fútbol. Los funcionarios del personal de recaudación paralizaron la actividad y se perdió la previa en las esquinas. Y sin ella surgieron los perjudicados del fútbol. Desde jornaleros, pasando por cuidacoches, los que venden banderas, los carritos de chorizos y hasta los maniceros perdieron.

Domingo 29 de setiembre. Llueve en las inmediaciones del Estadio Centenario. El gigante de cemento, a pocos minutos de la hora 15.30, debería ser un hervidero de gente. Pero todo está en calma. Es el domingo sin fútbol.

El estacionamiento está despoblado. Tres futuros choferes entrenan para sacar la libreta. El cuidacoches perdió su jornal. Promedio de 100 vehículos a $ 20 por auto saque la cuenta.

“Es una muerte y con lluvia más. Marchamos todos sin fútbol. Si vienen 20 mil o 30 mil personas, por acá tiene que pasar la mayoría, pero marchamos”, comenzó diciendo Fabián, detrás del mostrador del Kiosco del Estadio, a El Observador.

Y agregó: “El día de la asamblea pasó uno del personal de recaudación y le pregunté si había fútbol porque tenía que pedir más cigarros”.

Fabián terminó con un augurio: “Ojalá que Peñarol no haga el estadio, sino sabés cómo marchamos...”.

Cruzar la calle implica encontrarse con otra víctima: el carro Águila Blanca. Vacío, sin aroma a chorizos. Hay dos empleadas, Ana Laura y Beatriz, de las cinco que trabajan en un día de actividad. “Si el partido es a las 15 mejor porque la gente no come y viene acá. Un día normal vendemos 300 hamburguesas, hoy (ayer) no llegamos a una caja (50)”, dijo Ana Laura. Y Beatriz acotó: “El patrón pierde. Tiene que pagar los jornales de las empleadas, y el gas, porque la garrafa tiene que estar prendida para calentar la plancha”.

El bar El Ombú, otro punto de encuentro en la previa, luce despoblado. Los comercios de las inmediaciones del Parque Central aprovecharon a cerrar. Ni siquiera está abierto el garaje convertido en salón donde se venden pasteles o empanadas.

Como canta Cursi: “No es un día común”. En Uruguay no se respiró el nerviosismo en el ambiente. No subió la temperatura. No se vivió la previa en las esquinas. No fue un día común del calendario.

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