De un gran triunfo ante Defensor Sporting a una gran derrota contra Sud América. Así es este irregular Peñarol, igual al fútbol uruguayo mismo.
La gran duda al inicio de la temporada era si tenía equipo suficiente para pelear. El partido ante Defensor demostró que sí. Si todos andan al máximo, si Luis Aguiar es ese jugador mixto que supo ser en sus mejores épocas, si Antonio Pacheco y Marcelo Zalayeta usan su inteligencia táctica para no desgastarse innecesariamente, si Jonathan Urretaviscaya anda medianamente a su nivel, entonces Peñarol tiene los nombres para pelear.
Pero el sábado Peñarol también demostró que no tiene margen. Si las individualidades no andan y si el rival sabe cómo jugarle, la pasa mal. El aurinegro se perdió en la maraña anaranjada de Sud América, en la contratáctica que utilizó muy bien el equipo dirigido por Jorge Vivaldo. Porque el rival también juega.
¿Tiene culpa Pablo Bengoechea? Sí, por supuesto. Como cuando gana, el número uno en los elogios debería ser él. El propio técnico de Peñarol siempre lo admite: “El responsable de todo soy yo”.
Errores insalvables
Es claro que cuando los partidos se presentan cerrados, un error defensivo puede ser determinante. Y así sucedió el sábado. Se quedó en la salida Andrés Rodales, se la quitó el argentino Ángel Luna, le intentó hacer falta, no pudo, entonces se quedó sin carrera y lo dejó picar. Carlos Valdez amagó a salirle pero se quedó, y el media punta la clavó contra el palo izquierdo de Pablo Migliore. Golazo por su virtud. Horror por lo de Rodales.
Otras falencias que mostró este equipo aurinegro son las imprecisiones en los pases, uno de los males congénitos de todo el fútbol uruguayo. Pero esta vez fue exagerado. Había que ver a Zalayeta picar –marcado por dos rivales y luego quedaba por las dudas el arquero– y con una mala entrega, detrás suyo era un desierto. Puro pasto.
Aguiar jugó mal. No pudo en ningún momento encontrar su fútbol y en el complemento, Bengoechea, con las variantes ofensivas que hizo, lo pasó de zaguero. Así no va a funcionar.
Por otra parte, Jorge Rodríguez jugó en tres posiciones distintas y tampoco apareció. Su peor momento se vio –ya cansado– en el segundo tiempo. Jugando como volante central prácticamente lo superaron en la marca tejiéndole una telaraña de la que solo podía salir con pases casi siempre sin destino, como lo muestra la foto. Esa también fue una virtud del adversario, pero un error de Peñarol en repetirse en su juego.
Debido a todo esto el partido se hizo cuesta arriba y salvo algún pase de gol de Pacheco, Peñarol llegó en cuentagotas al arco de Javier Irazún.
Errores salvables
A Peñarol los equipos le salen a no jugar. No proponen. Y cuando lo hacen, lo complican.
Sud América no jugó un gran partido, pero supo cómo vencerlo con sus propias armas.
Lo que debe mejorar Peñarol es el desorden, la ansiedad que le ha ganado en dos encuentros a los futbolistas, como sucedió previamente en Rivera, cuando se empató contra Tacuarembó luego de un gran comienzo.
Otro punto que debe mejorar el equipo de Bengoechea es esa desesperación en la que a veces cae y, obviamente, las individualidades. No puede ser que la irregularidad sea tan grande.
Peñarol está a tiempo. Falta mucho para el final. Pero tiene la obligación de levantarse. l
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