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Los barra bravas de PC

La violencia en el fútbol no se erradicará mientras exista gente que apaga su cerebro a la hora de hablar de fútbol, y que en su ceguera alimenta la violencia
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09 de marzo de 2012 a las 17:33

El miércoles cientos de hinchas de Nacional se indignaron con El Observador. Primero fue una nota acerca de que la Policía había identificado a determinados grupos de barras bravas y sus relaciones. Pero no había sido la noticia la que creó el escándalo: era la foto que ilustraba la nota, con la hinchada de Peñarol levantando una gallina inflable con los colores de Nacional y la leyenda “hijos”, la que “fomentaba la violencia”.

Nos acusaron de irresponsables, de mediocres, de violentos o de lo más fácil en estos casos: de manyas. No escribí la nota, pero fui parte de la discusión que se generó en la redacción: ¿la foto es inconveniente? O el hecho es lo reprobable? ¿Había gente que se podía sentir dolida? No hubo dos opiniones. La foto era el reflejo de un hecho que es reprobable, en la dolorosa idiotez con el que se vive el fútbol actual. Que un mundo paralelo, sano, no hubiese pasado de una cargada, pero que en éste, es lamentable. Tan lamentable que era la ilustración de una nota que hablaba de hinchas violentos.

Hasta algún periodista se asombró por la reacción de hinchas nacionalófilos: En todo caso, ¿no tendrían que sentirse agraviados los hinchas de Peñarol? Porque la foto también podía verse como una generalización hacia la hinchada aurinegera.

Otros –entre ellos un columnista del sitio partidario Decano, de los pocos que contestaron con respeto y altura- argumentaron, palabras más, palabras menos: vista la molestia que generó, ¿no habría que bajar la foto? En mi opinión, por supuesto que no. Eso sería dar el brazo a torcer a los violentos, o a los que piensan que los medios deben calcular sus pasos según la respuesta de la gente, o que deben censurarse en mostrar la realidad, sea esta un drama bélico o una polémica por una foto.

Escribí una columna defendiendo la publicación de la foto. Mi argumento fue: si la fuerza pensante de esta sociedad está dispuesta a suscribir el macabro razonamiento de los energúmenos capaces de matar a otro por fútbol, entonces una foto sí genera violencia.

Entonces, los violentos de PC mostraron su cara. Uno de esos indignados, que supuestamente trataba de cuidar que algunas de las fieras violentas no saltaran a raíz de la foto, escribió que había que "prender fuego" los teléfonos del diario. Otro, que se quejaba de cómo la nota los acusaba de violentos, publicó mi muro de Facebook para quien quisiera insultarme. Un tercero llamó a redacción, habló con editor de Actualidad y le dijo que iba a venir a buscarlo para pegarle una trompada. Un cuarto le dijo a un conocido mío: “que tenga cuidado porque esta gente no piensa, lo van a ir a buscar”. Un quinto escribió: “Yo no sé si la foto que pusiste en el Observador es violencia o no...pero ahora cuando andes por la calle mira atrás por las dudas, chupa p…”.

En definitiva el “fomenta la violencia” era una falacia. En su enorme mayoría, los que reaccionaban indignados no lo estaban por la primera ni por la segunda nota. La foto –una vez más, un reflejo de la realidad- los hacía ponerse violentos a ellos mismos. Y lo que es peor, en su gran mayoría –lo pudo comprobar al hablar con ellos- ¡ni siquiera habían leído la nota! Se comportaban con el peor razonamiento del ganado, el mismo que hace que miles de personas canten canciones sobre la felicidad que les da la muerte de un hincha contrario. El razonamiento de la masa en su peor expresión Era la profecía auto cumplida: los que se quejaban de que la foto fomentaba la violencia eran los más violentos.

Me gusta el fútbol. Qué va, me encanta. Fui periodista deportivo, y ahora soy periodista de un portal online, lo que me obliga a cubrir, todos los días, las áreas más diversas. Durante mi pasaje por el periodismo deportivo, cuidé esa dudosa regla de no dar a conocer mi club. Una vez que lo dejé, no tuve problema en decir que soy hincha de Peñarol. Me encanta el deporte, como metáfora de la vida, como lugar en donde puede funcionar la literatura, la épica, el humor o el periodismo de investigación. Por suerte, no soy un cegado, y puedo ver un clásico con un hincha de Nacional al lado. O puedo mandarme mails jocosos con mis amigos tricolores. Puedo maravillarme con una exposición futbolística como la de Nacional ante Vasco, y hasta querer de corazón que gane el equipo tricolor. Puedo criticar o alabar, según el caso, lo que ocurra en Peñarol o en Nacional.

Entonces comprendí que la violencia en el fútbol no se erradicará hoy, ni mañana. Y no será sólo porque algunos dirigentes no se hacen cargo, o porque los jueces no mandan presos a los violentos, o porque la Policía no sabe acometer el problema. No se va a solucionar mientras existan estos miles de barras de PC: gente letrada, con perfecto uso de la tecnología, hasta militantes de partidos políticos. Gente –de Peñarol, Nacional, Cerro, o Mar de Fondo- que apaga su cerebro a la hora de hablar de fútbol, y que en su ceguera alimenta la violencia, llevando a muchos otros a creer que la publicación de una foto puede ser considerada un acto violento. Son esos a los que no se los puede detener con una investigación policial, o con una zona de exclusión. Son los más difíciles de erradicar.

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