Polideportivo > VIOLENCIA EN EL FÚTBOL

Los balazos que los tricolores sufrieron en la noche rosarina

En un video se muestra cómo los ómnibus con hinchas de Nacional que llegaban a Rosario fueron atacados a pedradas y disparos
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26 de febrero de 2014 a las 21:43

El estallido de violencia en el partido de ayer por la Libertadores, no puede sorprender. La rivalidad entre las hinchadas de Nacional y Newell’s viene de larga data con ribetes de violencia que mete miedo. En 1988 los equipos jugaron en cuatro oportunidades y el primer partido, jugado en Rosario, la parcialidad tricolor la pasó mal.

En la presente edición de la Libertadores, los albos visitaron Rosario el 27 de febrero donde fueron emboscados en el Parque Independencia. En el video que se encuentra en esta nota se puede apreciarel arribo de los ómnibus que trasladaron a los hinchas de Nacional atacados a pedradas y se escuchan detonaciones de armas de fuego. La directiva tricolor había recomendado no viajar. Los hinchas fueron agredidos a tiros y pedradas.

La venganza quedó planteada para Montevideo. Pero la Policía, temiendo una emboscada, decidió sacar antes del Centenario a la parcialidad de Newell’s, lo que generó una trifulca entre los parciales albos y los uniformados.

En Rosario no se olvidan de 1988

El actual vicepresidente de Newell’s, Jorge Riccobelli, que esta semana desfiló por todos los programas deportivos de radio en Uruguay como parte de la polémica que se generó por las entradas para la revancha en Montevideo, aprovechó a recordar lo que personalmente sufrió en la Libertadores de 1988, no solo por el resultado deportivo sino por la violencia de los hinchas tricolores. “Me acuerdo que los ómnibus de los hinchas volvieron a Rosario sin una ventana sana”, dijo.

En la Libertadores de 1988, Nacional y Newell’s se enfrentaron en cuatro ocasiones, por el sistema de disputa que existía en ese momento. La primera vez fue el 22 de setiembre en Rosario e igualaron 1-1 y a la semana siguiente en Montevideo con triunfo tricolor 2-1. Luego, se vieron en la final, el 19 de octubre Nacional perdió 1-0 de visitante y una semana después ganó 3-0 de local.

En el primer encuentro, que se jugó en Parque Independencia (ahora estadio Marcelo Bielsa) el línea paraguayo fue agredido con un botellazo que lanzaron desde la tribuna cuando el árbitro cobró un penal y el asistente marcó que la falta se cometió fuera del área.

“El partido en el Parque Independencia de Rosario fue el primer gran desafío para Nacional en ese sentido –porque jugaba por primera vez en esa Copa en clima hostil–, porque fue la guerra total. Dentro de la cancha, las agresiones de los hinchas leprosos intentaron amedrentar a los jugadores de Nacional y un botellazo impactó en la cabeza de uno de los líneas. El partido debió suspenderse, pero continuó, justamente, por un tema de seguridad.

Fuera de la cancha, los hinchas tricolores que viajaron a Rosario tampoco la pasaron bien. Algunos de ellos sufrieron ataques y terminaron internados. "Todo esto provocaría deseos de venganza en Montevideo”, se publicó en el libro Nacional88, Historia íntima de una hazaña que fue publicado en 2013 al conmemorarse los 25 años de la conquista del título de la Copa.

El árbitro de aquel partido fue el paraguayo Carlos Maciel y el veedor el argentino Eduardo Deluca, hasta el año pasado Secretario general de la Confederación Sudamericana de Fútbol.

En el libro que escribieron los periodistas Valentín Trujillo y Elena Risso, el exgolero Mario Alles recordó: “Me lo encontré (a Delucca) en la mitad de la cancha esa noche (en Rosario) y le dije: ‘Eduardo, este partido hay que suspenderlo’. Y me dijo: ‘Si lo suspendemos no sale nadie’”.

En el entretiempo hubo una reunión en el vestuario para decidir si el plantel de Nacional salía a jugar el segundo tiempo. Enrique Saravia dijo sobre el tema: “Los dirigentes de Nacional no querían volver a entrar. Y Hugo de León agarró a todos los que estaban jugando y dijo: ‘Muchachos, nosotros estamos bien adentro de la cancha y vamos a jugar’. Ahí entró Nacional. Si era por los dirigentes no jugábamos”.

Por su parte, Daniel Carreño comentó: “Estuvimos adentro del vestuario como 25 minutos. ‘No salimos, no salimos’, decían. Fleitas se quería ir”. Por su parte, el dirigente Víctor Novogrebelsky reconoció que quiso suspender el partido e incluso habían comenzado a redactar una carta en la que dejaban constancia que retiraban el equipo por indicación del técnico.

Daniel Revelez, dijo en Historia íntima de una hazaña: “Ese partido fue sufrido. Después le pegaron a los hinchas. A Wilson Píriz, que era un barra al que le rompieron todita la cara. Lo masacraron”.

Como consecuencia de esos incidentes, la Confederación cerró la cancha de Newell’s y la final se jugó en el Gigante de Arroyito, la cancha de Rosario Central, el rival de todas las horas de los leprosos.

Después de estos incidentes, lo que se respiraba en la previa al partido en Montevideo, era un cierto aroma a venganza.

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