El clásico se juega en la cancha y ahí es cosa de jugadores. Atrás quedará la charla técnica, la semana de trabajo, la presión de los hinchas. Pero todo lo que abarca el clásico se resume en 90 minutos de fútbol. El partido que paraliza al país tiene una cara oculta. La de los trabajadores y ciudadanos comunes que se terminan transformando en víctimas del clásico.
¿Se imagina lo que debe ser virir en las inmediaciones del Centenario, tener un comercio por donde pasan las barras, ser portero o tener que manejar un ómnibus con 50 tipos cantando y saltando?
El Observador salió a la calle a buscar el testimonio de los que sufren el clásico. Y la mayoría coincide en que se vive con temor.
La barra de Nacional sale de la sede y baja por Estero Bellaco. “Han llegado a caminar por arriba de los autos”, reveló un vecino.
Otra vecina, que pidió no ser identificada, reveló a El Observador que: “Nosotros tuvimos que hacer la vereda nueva porque ellos mismos la rompieron. Arrancaban las baldosas para pelear”. Todos coinciden que el día del partido hay que salir temprano a hacer las compras y luego encerrarse.
“Es complicado”, dice el dueño de un Autoservice que agrega: “Nosotros abrimos en los dos clásicos de verano pero atendimos a través de las rejas y cuando se te empiezan a juntar y no les vendés bebidas alcohólicas te empiezan a insultar. La primera es la típica, ‘dale manya de m…’.
Una vez bajé la cortina y me la agarraron a patadas. Debido a todo esto bajamos la cortina. Es una pena porque de pronto en ese rato podemos hacer una buena caja pero no da pasar un mal momento por hacer mil pesos más”.
Néstor Gulpio, chofer de Cutcsa, dijo que: Es incontrolable. No podés porque te suben una botella de bebida en la campera, o te la suben en la mano nomás porque que le vas a decir a 20 a 30, te patotean y chau, te roban. Y en el montón dicen ‘paga aquél’, y pasan y no pagan nada. Son cosas que todos sabemos que pasan”.
Una dama, guarda de Coetc, comentó a El Observador: “Cuando vienen en patota no te pagan nada ¿Y qué la vas a decir? Lo peor es que te golpean el coche, te rompen las cosas”.
Ruben Díaz, de la estación El Ombú, reveló a El Observador que los comerciantes de la zona elevaron una carta al Ministerio del Interior pidiendo soluciones.
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