Las claves de un complicado momento para Los Teros

Perdieron su segundo partido de la gira europea, 33-16 ante España. Y se viene Rumania, el rival más duro
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21 de noviembre de 2016 a las 11:46
Los Teros sufrieron el sábado su segundo durísimo golpe consecutivo en la ventana de noviembre. Una semana después de caer sorpresivamente 24-21 ante Alemania, perdieron 33-16 ante España en Málaga, una derrota que los hará perder otro lugar en el ranking mundial, ahora a manos de Rusia.

Si el partido ante los germanos era para obtener una victoria clara, el de España era para ganar, quizás con autoridad, pero ante todo ganar ante un rival que puede ser rival directo en la clasificación al Mundial 2019. En cambio, Uruguay mostró una cara completamente deshilachada, en el juego, en la actitud y hasta en la conducta, con una gresca en el final del partido que dejó una muy mala imagen, como hace mucho tiempo no se veía. Y terminó perdiendo contra autoridad contra un rival que viene haciendo bien las cosas, y que el sábado dio un masivo paso en confianza pensando en las Eliminatorias.

El partido

Uruguay no mostró casi nada de todo lo que se ha elogiado en el año: ni el afán ofensivo que ha sido su mantra durante todo el año, ni un orden defensivo medianamente aceptable para detener a un equipo que sí mostró ese afán de ataque y de pelota viva.

En el inicio España era un poco más en el contacto ante un Uruguay sin fortaleza para imponer condiciones en ese rubro ni creatividad para buscar un plan B por afuera.

Pero además, el juego en el scrum y en el maul volvió a ser un problema, a lo que se agregó ahora una casi nula obtención en el line. Con todo eso, el equipo quedó maniatado, sin plataformas de pelotas limpias ni caminos para crear en el juego cerca de las formaciones, más allá de un par de inspiraciones personales de Etcheverry.

Y España empezó a encontrar espacios en el juego, aprovechando reposicionamientos lentos, y una llamativa -y preocupantemente repetida en los últimos partidos- falla de tackles efectivos, ya sea por ir arriba y no poder detener al rival, o ir abajo pero sin agresividad suficiente, generando los pases en el contacto del rival.

Y así, los tries de España empezaron a caer: dos en el primer tiempo, incluso uno en el cierre nacido de una jugada celeste desaprovechada.

Y en el segundo tiempo terminó de caerse la estantería, y llegaron dos tries más españoles, con la misma rúbrica: incapacidad uruguaya para encontrar espacios en ataque, pelota perdida y espacios por afuera. En el cierre, una leve reacción uruguaya trajo el try de Gattas, pero enseguida todo se manchó con una innecesaria gresca que terminó en amarilla a los capitanes, que en el caso de Los Teros seguramente genere que Juan Gaminara no pueda jugar el partido ante Rumania.

El análisis general

Con el diario del lunes quedó claro que no pagaron algunas estrategias, forzadas por la falta de recambio. Carlos Arboleya dio una enorme muestra de adhesión viajando desde EEUU, donde realiza un master, ante la falta de hooker (Kessler se está afuera por rotura de ligamentos, y Martín Espiga, citado para la Pacific, está realizando la residencia de su carrera de medicina) pero mostró estar falto de ritmo. Lo mismo con Mario Sagario, quien recién pudo viajar el jueves por motivos laborales, y le costó entrar en ritmo. Además, se sintió la ausencia de Felipe Berchesi, que ya había arreglado que tras jugar ante Alemania volvería a su club Carcassone para jugar este fin de semana, y volvería a la selección para el partido ante Rumania. Además, Gaminara –recién operado de meniscos y que aceleró su recuperación para poder viajar- también mostró rebeldía y actitud pero estuvo falto de ritmo, y la falta de opciones de 10 derivó en que en ese puesto cerrara el partido Agustín Ormaechea.

De todos modos, el mal momento no se explica en un caso, ni dos, ni tres. El rugby es el deporte de equipo por antonomasia, y Uruguay está sufriendo problemas en su plan de juego, basado en la dinámica y la verticalidad, pero que comienza con imponer condiciones en el uno a uno. Ante eso, y sin obtención limpia en scrum y line, no parece tener planes B y le está costando demasiado reemplazar algunos puestos clave (además de los nombrados, para esta ventana faltan jugadores como Jorge Zerbino -ausente todo el año por lesión-, Mathías Beer, Alejandro Nieto, Andrés Vilaseca, Joaquín Prada, Gastón Mieres y Federico Favaro, entre otros. La celeste, como muchos equipos del mundo, está en plena fase de recambio, y está costando, porque atrás viene una joven generación de muy buen trabajo en el Centro Charrúa, pero que aún necesita horas de vuelo. Quizás, el golpe de exigencia de la ventana llegó demasiado pronto.

El profesionalismo

Y junto a eso, Los Teros están en un cruce de caminos. El esfuerzo por construir la estructura del Centro de Alto Rendimiento del Charrúa es enorme, a tal punto que la World Rugby lo toma como ejemplo mundial. Sin embargo, todo ese enorme esfuerzo aún no alcanza para entablar lo que otros países –Alemania o España incluidos- ya tienen: una selección con jugadores profesionales. Mientras eso no ocurra –en Uruguay seguro no ocurrirá antes de 2019- el esfuerzo tendrá que seguir siendo enorme de los jugadores, para trabajar como profesionales sin serlos -este año se dio otro gran paso al lograr viaticar a los jugadores para las giras-. Pero seguirán siendo insalvables los inconvenientes de este año, de jugadores a los que sus realidades del rugby de alto rendimiento y de su vidas personales se les cruzan todo el tiempo. Es un problema complejo y de difícil resolución, pero la conclusión que deja esta ventana de noviembre es que, sin todo el equipo a disposición, las victorias son muy difíciles, incluso antes rivales que están abajo en el ranking.

La bajada ya lamentablemente también es anímica, y eso es lo más complicado de levantar. Pero se viene Rumania, y la levantada es una obligación para terminar esta mala ventana de noviembre con una mejor cara.

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