Chile dejó de ser Chilecito. Aquel equipo que desaparecía en las que dolían, que le costaba enfrentar a los grandes del continente, que jamás había ganado un campeonato y que se veía como un equipo acomplejado, dio paso a otro.
Chile se convirtió en un equipo con personalidad, convencimiento, presión y juego. Acaso este punto final es de los más destacados. La roja es un equipo que sale a jugar sin temores.
Referí presenta las claves y los hechos que marcaron la campaña que llevaron al equipo que conduce el argentino Juan Antonio Pizzi a ganar la Copa América Centenario.
Chile comenzó mal la Copa América. El golero y capitán de la roja, Claudio Bravo, se comió los dos goles en el debut ante Argentina. El uno jugó el partido más bajo del campeonato.
Luego de un mal comienzo llegaba Bolivia. En los papeles Chile era amplio favorito, pero el partido se complicó más de la cuenta. No había forma de que la roja superaba a los del altiplano. Hasta que un penal dudoso sancionado por el juez Jair Marrufo, en el último minuto, permitió la victoria.
Apenas terminó el primer tiempo del juego con Panamá, por la última fecha del grupo D, Alexis Sánchez y Gonzalo Jara discutieron en pleno terreno de juego y casi se van a las manos. Los ánimos se caldearon y tuvieron que mediar sus compañeros para impedir que se pelearan.
Luego de una primera fase donde Chile clasificó a los tumbos llegó la prueba de fuego: México, el gran favorito de todos. Ante un estadio plagado de mexicanos, la roja brindó una prueba de su personalidad. Apabulló al elenco verde con una paliza inolvidable por 7 a 0 con cuatro goles de Eduardo Vargas.
En el juego contra los mexicanos el delantero Alexis Sánchez alcanzó una marca histórica como la igualar a Iván Zamorano como el máximo goleador de la selección chilena. Con el tercer gol a México alcanzó a Iván en el segundo lugar de goleadores históricos de la roja con 34 goles.
A partir de ese partido Chile fue otro equipo. Ganó en juego colectivo y convencimiento de que podía volver a repetir lo de 2015. En la semifinal contra Colombia marcó la cancha de primera. A los 11 minutos ya ganaba 2 a 0 y ni siquiera la tormenta que paró el partido durante unas horas fue capaz de mover al equipo de Pizzi.
En la final la selección chilena dejó en claro que dejó de ser un equipo vulnerable a las presiones. Jugó con personalidad, fue a todas las pelotas divididas y se las ingenió para controlar a Messi. La presión que ejerció a la hora de recuperar la pelota fue tremenda. Supo sufrir y jugar el partido, aún el tiempo que estuvo con un hombre de menos.
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