Con el fallecimiento de Lincoln Maiztegui el país pierde, ante todo, un formidable ciudadano. Un espíritu independiente, una conciencia crítica, un pensador valeroso.
Como historiador fue un cultor de la historia relato, que él hacía con elegancia y estilo y con enorme honestidad.
Le gustaba narrar y opinar pero no confundía una cosa con la otra.
Fue de un origen político profundamente nacionalista, profundamente blanco que tuvo su pasaje por el socialismo pero por encima de todo estaba ese blanquismo profundo pese al cual era un gran admirador y un defensor acérrimo de la figura de Fructuoso Rivera.
Nos golpea fuerte la ausencia de Lincoln. Se trata de un hombre de nuestra generación que realmente ha dejado una huella. Un hombre de un saber casi sin límites. Experto en ajedrez, experto en ópera y por supuesto experto en historia nacional.
Un bolsilludo de ley. Un blanco de todos los tiempos. Un blanco por tradición familiar. Su madre y la familia Casas fueron una familia servidora del partido en el departamento de Lavalleja y él después de unas vueltas propias de la edad juvenil, vino a refugiarse a quedarse en su viejo Partido Nacional.
Amigo de largo, largo tiempo. Compañero de tertulias sin fin, espero que descanse en paz.
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