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La vida en blanco y negro

Miguel Ángel Cabrera tiene 91 años, fue mascota de Wanderers en el título de 1931 y el domingo presenció la vuelta en Florida
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20 de mayo de 2014 a las 21:18

El fútbol romántico y el profesional. Montañas de goles, gritos y abrazos archivados en la memoria. Dolores y decepciones en los pliegues de la piel. Toda una vida. Toda una historia. Esa es la que tiene para contar Miguel Ángel Cabrera, un hincha de Wanderers de 91 años que el domingo presenció en Florida la vuelta olímpica de su equipo por el Clausura.

“Nací el 23 de abril de 1923, soy del Cerro, pero me crié en Belvedere y el hermano de mi madre me empezó a llevar a la cancha”, cuenta a El Observador en su casa del Complejo Lecocq.

Wanderers tuvo su primera cancha donde hoy se ubica el estadio de Liverpool, entre 1909 y 1933.

“Fui mascota en la época del Tito Borjas”, revela con orgullo y enseña una foto en blanco y negro. Era la década de 1920.

René Borjas es una leyenda del fútbol uruguayo. Fue el que inmortalizó la frase: “Tuya, Héctor”, cuando asistió a Scarone para el 2-1 ante Argentina por la final olímpica de Ámsterdam 1928.

El mismo día que Wanderers fue campeón uruguayo por última vez, en 1931, falleció.

“Salimos campeones en la cancha de Defensor que es la misma de ahora con la única diferencia de que solo tenía una tribuna. Yo tenía ocho años y vi el partido en los hombros de mi padre. Me acuerdo un gol que erró (Roberto) Figueroa, hasta que el italiano (Francisco) Ochiussi hizo el gol del triunfo. Fue una locura, yo volaba con los saltos de mi padre”, rememora.

“¡Qué época!”, suspira. “Las dos hinchadas juntas en la misma tribuna. Hoy si gritás un gol en la tribuna contraria se arma flor de lío”.

Aquel 1931 fue el último año del amateurismo del fútbol uruguayo que en 1932 se profesionalizó.

Desde entonces, el bohemio tuvo grandes equipos donde pasaron notables jugadores. Pero el campeonato uruguayo se le resiste.

“Lo vi campeón en Torneos Competencias y en Liguillas. Pero esto es otra cosa. Y ojo que el Clausura fue un paso. Ojalá se nos dé. Pero igual, ya estoy conforme con lo que se logró”, comenta.

Cabrera recuerda con especial cariño las décadas de 1930 y 1940.

El bohemio fue tercero en los Uruguayos de 1934, 1935, 1937, 1939, 1940 y 1942, siempre detrás de Nacional y Peñarol.

La lucidez de su mente le permite recordar nombres y figuras. Hasta que una le roba una sonrisa: Obdulio Varela, quien recaló en el club en 1938 y jugó cinco años antes de pasar a Peñarol.

“Jacinto. ¡por favor! ‘Estos son elefantes’, me decía. Fue un fenómeno el Negro. Tomaba vino pero era el vino bueno. Fue bueno, fue algo grande. Después vino Cruz, de Juventud, del mismo cuadro que vino él. Pero Jacinto era otra cosa... Es inolvidable para nosotros”.

De esa época recuerda al arquero Juan Bautista Besuzzo, al zaguero Agenor Muniz, al puntero derecho Héctor Magliano, al centrodelantero José María Medina y al entreala izquierdo Óscar Chelle, máximo goleador histórico del club.

Cuenta que fue él quien fue a buscar, a pedido del presidente Luis Alberto Castagnola, a uno de los ídolos históricos del bohemio, Julio Toja.

“Él trabajaba en el Comercial, y lo convencí. Debutó contra Huracán Buceo en un partido donde el Viera estaba repleto. Había gente hasta en los árboles de afuera de la cancha. Toja fue la figura, hizo dos goles. Un fenómeno. Al final del partido buscaba a un rubio. Era yo. Me agradeció por haberlo llevado a Wanderers”.

Eso fue en 1958. En 1969 el club decide mudarse a Las Piedras. “Pero ese experimento no funcionó, volvimos muy pronto, era una ciudad dormitorio, con mucha timba”, ríe. Sin embargo, algo se rescató en ese período: “Ahí empezó el Chifle Barrios, que fue un ídolo para nosotros”.

Una de las camisetas del bohemio que tuvo, ahora en poder de un nieto, fue un regalo precisamente del Chifle.

La número 8 que tiene ahora se la regaló Daniel Carreño. “Fue en este último período que dirigió. Me llamó antes de salir a un partido y me dijo: ‘Quedate por acá que cuando salgan los jugadores quiero que les des ánimo’. Me sorprendió, pero me quedé esperando. Cuando salieron me rodearon y me reglaron una camiseta porque era mi cumpleaños”.

Cabrera afirma que uno de los goles que más gritó fue el de Washington “Trapo” Olivera que en la primera Liguilla de la historia, la de 1975, anotó el 2-1 con el que Wanderers eliminó a Nacional clasificándose a su primera Copa Libertadores.

“Antes que la tocara el arquero (Omar Garate) se la tocó él y lo dejó en blanco buscando la pelota”.

“Uno siempre fe tiene”, anuncia con la final ante Danubio en el horizonte. “Tenemos esperanza”, agrega en calma. Pero en su corazón se agitan los recuerdos de 1931. Como su padre lo agitó festejando aquel gol de Ochiussi.


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