Da gusto ver jugar a este Peñarol, y la forma en que se consolidó en el campo para cerrar un Clausura en el que se acercó a la perfección, remontó los nueve puntos de ventaja que le llevaba
Defensor Sporting y se permitió el privilegio de forzar –en un partido extra el miércoles– la Tabla Anual, con el plus que le brinda al ganador para la definición del Uruguayo.
Ganó Peñarol con autoridad, convicción y, fundamentalmente, elegancia. Una combinación que suele faltar en el torneo local. Porque si hay algo de lo que se puede jactar este equipo que dirige Leonardo Ramos es que en las peores circunstancias, cuando al comienzo del Clausura no tenía margen para fallar, sacó a relucir una versión perfecta para empezar a recorrer el fangoso terreno del segundo semestre con la autoridad de un campeón.
Por su estampa, por el vértigo que le pone a sus movimientos, la naturalidad con la que desarrolla el juego y la forma en que hilvana su propuesta, cerró el segundo torneo del año con la seguridad de que está para ser campeón.
Racing no fue medida. El equipo de Sayago está muy lejos de hacerle partido a los aurinegros, aunque el técnico Pablo Peirano, atrevido en su propuesta, no escatimó recursos para intentar buscar el triunfo. No obstante, las diferencias de planteles son tan amplias que no existe posibilidad alguna, aunque esto sea
fútbol, para esperar un triunfo de Racing. Como tampoco lo consiguieron Nacional, Defensor Sporting,
Danubio ni los demás.
Solo ante River Plate, que en la mejor tarde de Nicola Pérez en el arco y en el único día que faltó Gargano, Peñarol expresó en el campo sus debilidades, dependencia del volante y cometió el pecado de mostrarse displicente. Por todo ello, Peñarol está para ser campeón del Uruguayo el domingo. Le alcanza con ganar la Anual el miércoles y la semifinal en seis días. Tiene fútbol, está convencido de lo que quiere y carácter para levantar la copa. Si no se confía, la copa de 2017 irá a sus vitrinas.