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La nueva vida de Eguren como DT

Carismático, cerebral, pasional y muy racional, Sebastián Eguren cerró un ciclo y empieza otro
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01 de octubre de 2016 a las 05:00
Fue rarísimo ese primer día, volver tres semanas después de la última práctica como jugador y estar parado delante de todos. Era la primera vez que no estaba frente a los entrenadores. Pero hacía tanto tiempo que pensaba en esta nueva etapa, de intentar ser entrenador, que pasó a ser normal. Ya no tuve ganas de entrenar, algo que también fue peculiar. Estuve sumergido en la tarea de ser asistente de Martín (Lasarte) y estoy constantemente pensando en eso. ¡Y me tiene feliz!", explica Sebastián Eguren con ese tono tan particular y al que adosa, en cada expresión, profundidad, reflexión y serenidad, aunque en la cancha parecía un torbellino que arrasaba con todo y transmitía la sensación opuesta a la que refleja fuera del campo.

El 4 de junio pasado jugó su último partido como futbolista profesional; el 23 del mismo mes, inició su carrera como entrenador como asistente de Martín Lasarte, en el plantel principal de Nacional. Atrás quedaban 17 años como profesional; por delante un mundo para descubrir como entrenador.

"Pensé que en algún momento iba a hacer el duelo. A ver: capaz que este es el duelo, o viene más adelante, pero hasta ahora para mí fue todo natural. Porque el fuego que se apagaba como jugador, se renovó y se volvió a encender por dentro en este camino. Si duermo poco no me importa, me levanto y me acuesto pensando en fútbol, y me tiene feliz", subraya.

De junio a la fecha bajó cuatro kilos, perdió musculatura, ya no entrena, tampoco tiene ganas de correr, y confiesa: "Estoy durmiendo bastante menos: cinco o seis horas, que son suficientes. Vivo todo el día para el fútbol".

Eguren recorre el primer año del curso de Entrenador de fútbol en el Instituto Universitario de la ACJ. "Estoy haciendo la parte formal para estar de este lado, y me está abriendo la cabeza para algunas cosas, y viendo otras que no estaban en mi mente, que veía en el día pero que escucharlas de otras personas y materializarlas en ejercicios me viene bárbaro especialmente en esta etapa que es todo vertiginoso, porque debo cumplir con las exigencias de Nacional, con las de estar con un entrenador con muchísima experiencia, con excompañeros y dejando una carrera de mucho tiempo. Se dio todo junto, pero lo estoy disfrutando. Porque después de aquí me voy a estudiar todo el día, lo que es entrenamiento, lo nuevo que se hace por ahí. Estoy preguntando mucho. Pido material. Hablo con exentrenadores, porque las cosas que sé son las que pude vivir como jugador. Ahora estoy incorporando lo que leo y les pregunto a ellos. Hablé con Carreño, con Pellegrini, más todo esto que estoy viviendo con Martín".

Tras decidir su alejamiento del fútbol, allá fue al Complejo de la AUF. "Tuve una charla linda con el Maestro (Tabárez), con Celso (Otero), Mario (Rebollo) y el profe (Herrera). Sentía que después de cumplir un ciclo como jugador, debía permitirme la chance de darles un abrazo y escucharlos a ellos. Necesitaba una despedida con esa gente con la que vivimos cosas muy importantes y que fueron quienes cambiaron en muchos aspectos mi vida deportiva", subrayó.

El futuro: pasos cortos

A la hora de proyectar su carrera como entrenador se manifiesta con mucha cautela. "Hoy no tengo muy claro mi sueño como entrenador. Sobre todo tengo objetivos a corto plazo, y en lo inmediato: salir campeón con Nacional, recibirme de técnico y ser cada día mejor. No me pongo el casete, es la verdad. No me proyecté más allá. Me gustaría ser un tipo que le pueda sacar lo mejor a los jugadores y lograr los objetivos. Pero no tengo en la cabeza que quiero ser entrenador de tal club. Hoy estoy sumamente feliz siendo el asistente de Martín. Esta forma de ser no es de ahora: fue de siempre. Como jugador fue igual. Quería llegar a Primera División y comprarle una casa a mi madre, y el medio era el fútbol porque en ese momento creía que no tenía otra. Después fue jugar en Nacional, luego en la selección, posteriormente llegar a Europa. Nunca programé más allá del paso inmediato". Y lo resume en una frase: "Mi vida ha sido así, renovar los sueños para ir cumpliéndolos".

La casa de mamá

En 2005, antes de su viaje a Noruega, le compró la casa a su madre y cumplió su sueño. "Fue un momento de felicidad tremenda, que no se compara con ningún logro deportivo, porque el logro deportivo tiene esa parte amateur en el que no entra ese costado tangible del dinero. Pero a nivel de felicidad fue lo más grande de mi vida, sacando en la comparación el nacimiento de mis hijos, obviamente. Mi vieja todavía guarda un dibujo, que hice cuando tenía 6 años, en el que me comprometía a comprarle una casa. Fue muy especial, porque sufríamos en aquel momento no llegar a pagar el alquiler, llegar a fin de mes pidiendo prestado, ver la posibilidad de que nos teníamos que ir a vivir a Lezica, a la casa de mi abuela, que nos quedaba lejísimos porque en ese momento estábamos en Villa Española".

Maduró a los 26 años
El fútbol le enseñó de la vida, y la vida del fútbol. Siempre fue una persona que cuestionaba, por su genética y porque se lo enseñaron en el liceo, en su casa. Hasta que en una cancha se dio contra una muralla: "Entendí que en el fútbolno hay democracia, que no es objetivo. Es totalmente subjetivo. Desde el lado del jugador porque depende de la opinión del entrenador que avala o no tu desempeño, y eso es subjetivo. Entonces un día comprendí que no siempre iba a tener la razón, que no siempre tenía que jugar. Eso fue como a los 26 años. Me llevé un golpe grande en Noruega porque llegué y tuve seis meses fantásticos, pero luego vino un entrenador que dijo que prefería dos jugadores africanos a dos sudamericanos. ¿Por qué? No dio razones muy claras, pero dijo que era lo que le gustaba a él. Esas razones no entraban en mi cabeza. Por eso primero me propuse saltar la barrera que tenía delante, entrenar más y hacer más para conseguir el lugar. Y creía que el entrenador estaba equivocado, hasta que llegué al punto
en el que no jugaba, me sentía frustrado, no entrené de la manera que debía. Entonces un buen día me dijeron si quería irme del club, y al final entendí que esa gente tenía razón. Llegó el momento en el que me pregunté: '¿Estoy capacitado para jugar en Europa?', '¿Tendré el nivel físico y técnico para jugar allí?'. Y me respondía: 'Capaz que no, que soñé con ello, que creí que podía jugar aquí, ellos se equivocaron en traerme y yo en pensar que podía estar aquí'. A partir de esta experiencia fui a un equipo menor de la Liga Sueca, en Hammarby, uno que no jugaba Champions. Era ir a ese equipo o quedarme en un club en el que iba a estar el equipo compitiendo en la Champions, pero yo no; el equipo saliendo campeón, pero yo sin participar y sin medirme si me daba. A partir de ese momento me fue bien, reafirmé la idea que tenía, y empecé a hacer los entrenamientos convencidos de que lo que mandaba el entrenador era lo mejor. Me sirvió para crecer y me permitió dar el paso a Villarreal, donde el nivel era súper exi

gente y antes de llegar me pregunté qué debía hacer, y llegué a la conclusión que mi tarea allí era leer el juego y entregarme al máximo. Fue ahí definitivamente cuando empecé a madurar, con 26 o 27 años".

Una reflexión

Eguren afina su exposición. "Una de las grandes mentiras que he escuchado en el fútbol es: 'No te olvides que el fútbol son 10 años y esos 10 años son para toda la vida'. Hoy tengo 35 años y, si hubiera hecho o no la diferencia económica para estar tranquilo, siento que soy un tipo de 35 años capaz de hacer cualquier cosa en mi vida. Por eso, pensar que voy a ser un inútil después que termine el fútbol, también está mal, porque nos convierte única y exclusivamente en jugadores de fútbol, cuando en realidad somos seres humanos que tenemos un potencial que no conocemos. Obviamente que en ese momento somos futbolistas y es importante aprovecharlo, ser felices y si te gusta realmente es hermosa porque te permite un montón de cosas, estás jugando, resolviendo un juego y entrenando. Pero después del fútbol sigue la vida y tenemos mucho para hacer".

"Fui un futbolista del montón"

Jugó en Wanderers, Nacional, Rosenborg noruego, Hammarby sueco, Villarreal, Lazio, AIK sueco, Sporting de Gijón, Libertad, Palmeiras. Disputó Copa Libertadores, Liga de Campeones. Defendió 13 años a la selección, actuó en el Mundial de Sudáfrica, en la Copa Confederaciones 2013 y fue campeón de América en 2011. Se desempeñó como volante de contención y de zaguero, y cuando mira en perspectiva su recorrido por el fútbol, lo resume sin filtros y con una autenticidad casi inédita: "Mi carrera fue el resultado de ponerle cabeza. Fui un futbolista del montón, pero físicamente siempre me sentí un privilegiado y me esmeraba para que esa parte fuera un plus. Técnicamente me encargué, como mínimo, de pasar y recepcionar correctamente la pelota".

Luego, comienza a desmenuzar: "En Noruega me dijeron que el control tenía que ser hacia adelante y a un metro; hasta ese momento nunca me habían hablado del control orientado. Jamás. Había tenido el aprendizaje con Víctor Púa de lo importante del control y el pase, pero era un control determinado; después descubrí que en realidad hay muchos controles. También aprendí a conocerme más, y que había cosas que no podía hacer, que las debía hacer otro. En eso también estuvo la humildad de aceptar que yo era ese jugador".

¿Por qué Noruega?

La pregunta cae por su propio peso en la charla. Un mercado no tradicional para los uruguayos, fue elegido por Eguren en 2005. El destino: Rosenborg. "Las opciones en ese momento, después de Nacional, eran Suiza, volver a Wanderers o Noruega. Rosenborg era un equipo que jugaba Champions, algo que me llamaba mucho la atención. Al final ese primer año jugamos contra Real Madrid, Olympiakos, Lyon. Sonaba la música de la Champions en vivo, como hasta poco tiempo antes la escuchaba en la televisión. Al final me di cuenta que era para disfrutar y si era en Noruega, en Bulgaria o España, mi sueño, muchísimo mejor. Era una posibilidad que no quería dejar escapar. Era el sueño de ir a Europa".

Su llegada lo marcó en todos los aspectos. "Lo primero que aprendí fue que no sabía nada de inglés, cuando creía que sí sabía. Llegué, me preguntaron si sabía inglés y les dije: 'Sí, un poco'. A los 20 minutos paré la conversación: 'No sé nada'. Luego, en Suecia aprendí sueco, por mi familia (su esposa nació allí) y para respetar su lengua. Eso indefectiblemente empieza a abrir tu cabeza. Así como cenar a otras horas de las que lo hiciste toda la vida, alimentarte de otra forma, respetar el tránsito, respetar el silencio del otro. Me hicieron ver cosas que cambié y otras que reafirmé". l

¡Pagá la cuenta!

A los 18 años se fue de casa, para vivir solo. "Quería ser independiente, no quería que me preguntaran a qué hora iba a llegar o qué iba a hacer. Quería probar si realmente podía vivir solo. Y me fue bien. Alguna que otra vez me cortaron la luz porque no la pagué, pero no porque no tenía el dinero sino porque me había olvidado de hacerlo. Todo eso estableció un orden que me fue marcado en mi vida a nivel personal y en lo deportivo", expresó Eguren.

Me crié en un hogar en el que la obligación era ir a estudiar para jugar al fútbol. Para eso debía dedicarme, comprometerme con lo que hacía y mi familia me impulsó a leer, a preguntar; tuve buenos profesores en la enseñanza pública, me enseñaron a cuestionar, por qué se hacen las cosas. Eso ha sido mi formación. A veces se encuentran las respuestas, otras no"

No soy consejero de nadie pero si tuviera que transmitir un mensaje diría a los jugadores que vivieran el momento al 100%; luego sí se puede pensar en renovar el sueño, pero que esa instancia no esté muy por encima de lo que tenemos por delante, porque al final te podés quedar sin nada y te empezás a frustrar".

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