Andrés Del Brutto - @El_Editor, Secretario de redacción, El Gráfico Chile
El día del 5-0 sobre Bolivia algo cambió. Mientras Vidal caminaba hacia el vestuario, atravesando la cancha al final del primer tiempo, con el gesto de perdón hacia la hinchada, se selló una nueva dimensión de idolatría para las estrellas chilenas. Hasta ahora prácticamente exclusiva para Marcelo Ríos, acaso el más rebelde de los ídolos nacionales modernos, esta zona permite todo, resiste todo, todo lo avala.
"Es que ustedes, los argentinos, perdonan todo, ¿cómo no vamos a perdonar a Vidal?", espetaba a la prensa internacional un grupo de mujeres que apoyó al volante al día siguiente de su bochornoso accidente automovilístico en estado de ebriedad. La formalización judicial, apenas una anécdota más de este nuevo estadio totalmente real, donde los ídolos no son dioses que están por encima del bien y del mal.
Terrenales, Vidal, Medel, Valdivia -"ya pagué por todos mis pecados"- y compañía son "semidioses". Porque casi pueden hacer lo que quieren, pero al final pagan -casi siempre- como cualquiera de los hinchas que los sostienen, defienden y, desde hoy, perdonan.
Acá no hay discusión para el talento y la magia -el Chino, crack total, era un verdadero ilusionista-. "Yo lo banco, somos una familia", dijo Alexis sobre el "Celia", como lo llamó a su compañero de tantas batallas.
El día de la goleada, para muchos hinchas el 5-0 fue de los jugadores hacia el periodismo deportivo. El error es desviar el juicio que se realizó en términos generales sobre el incidente. Chocar -en el estado que sea- le puede pasar a cualquiera. La crítica, más bien, apuntó a la repetida figura de "día libre = escándalo disciplinario" que este grupo ha transformado en tónica en proporción a su crecimiento futbolístico. Luego, las contradicciones ya habituales de Sampaoli, que por menos cortó a otros jugadores y en este caso salió ganando al sostener a su jugador más valioso (los números así lo indican).
Al final, la celebración -todos celebramos- gracias al buen fútbol -por cierto– y a toda costa. Porque al final, esta la Copa. Y en esta aventura no importa el camino, sino llegar. De la mano de nuestras figuras, no más que el reflejo de lo peor y lo mejor de lo nuestro. ¿O acaso existe la perfección?