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La noche inolvidable de Peñarol

El club aurinegro celebró sus 120 años con un acontecimiento espectacular que congregó a miles de seguidores y que tuvo mucho color y festejos por doquier
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28 de septiembre de 2011 a las 19:43

Noche de festejos, de viejas glorias, de sangre amarilla y negra. El Centenario se vistió de esos colores en honor a los 120 años de Peñarol y la vieja torre de los homenajes que fue testigo de tantas hazañas, también se embanderó para la ocasión. Ni el paro de ómnibus pudo con 40 mil almas que quisieron acompañar a esa religión carbonera.

No estaban José Piendibene, ni las zancadas de Isabelino Gradín. No apareció la colgada del Tigre Young que terminó con el invicto del Flaco García, arquero del eterno rival. Tampoco el parietal inolvidable del Negro Spencer.

Sí estuvieron jugadores notables que ganaron todo con la enseña mirasol: la Libertadores, la Intercontinental, dos quinquenios… Como aquel campeonato ganado “a lo macho” bautizado por Carlos Solé después de vencer de atrás a River por la Libertadores de 1966 cuando se perdía 2-0 en Santiago. Esos monstruos vivientes que transformaron al club de las 11 estrellas en el campeón del siglo XX. La que faltó sin aviso fue la bandera más grande del mundo que en un principio estaba anunciada.

Más allá de los honores que recibieron viejas glorias que supieron llenar de copas las vitrinas de Peñarol, sobresalió un homenaje especial a Alcides Ghiggia –el único superviviente manya de Maracaná- y Fernando Morena –el máximo goleador en la historia del fútbol uruguayo-.

Entonces la fiesta estaba servida. Rayos láser, pantallas gigantes, fuegos artificiales, un cartel que se prendió con la velocidad de la luz en la Olímpica: “120 años… decano”.

El entrenador de la selección nacional, el Maestro Tabárez también fue agasajado por haber sido el técnico campeón de la Libertadores de 1987 y no ocultó su alegría. No faltó tampoco el último ídolo carbonero, Antonio Pacheco, quien recibió el reconocimiento con su hijo Benjamín en brazos.

La excusa del partido ante San Lorenzo mostró a la primera camiseta que utilizó Peñarol en su historia, dividida” en cuatro partes aurinegras y todos los jugadores –salvo Carini- utilizaron el número 120 en su espalda.

Darío Rodríguez, el actual capitán mirasol, le entregó en el entretiempo a integrantes de la hinchada, el reconocimiento por haber sido la “mejor hinchada” de la pasada Copa Libertadores, algo que hasta la propia Conmebol lo plasmó en su página web.

Allí llegó la otra parte de la fiesta, la que también esperaba el hincha: ver jugar a Ruben Paz, al Marujo Otero –quien se pagó el pasaje desde España para estar especialmente anoche-, a Pablo Bengoechea y a Fernando Morena, quienes ingresaron en la parte final del encuentro.

No importaban los quilos de más, ni alguna cana aparecida hace un tiempo, ni que alguno tuviera menos pelo. El hincha también los fue a ver a ellos por la clase que supieron demostrar. El primero en entrar fue Bengoechea, quien llegó desde Perú en la madrugada del miércoles y allí fue que el estadio se vino abajo: “¡Olé, olé, olé, olé, Pablo, Pablo!”

Fue una fiesta total, que el hincha la disfrutó como nunca con una sonrisa. Así celebró Peñarol con su gente, con su pueblo que se presentó en el Centenario, el templo de tantas vivencias. Justo ayer que se cumplían 79 años que los aurinegros ganaron el primer clásico del profesionalismo en esta misma cancha. El espectáculo se cerró con una fiesta dentro de la fiesta, con fuegos artificiales como pocas veces se habían visto.

El presidente de la Conmebol, Nicolás Leoz, envió una carta al titular aurinegro, Juan Pedro Damiani felicitándolo por los 120 años de la institución. “Todos los que estamos con el fútbol, sea cual fuere la posición que ostenta, debemos celebrar este acontecimiento histórico: un aniversario más del club Peñarol, forjador de hitos y cuna de célebres dirigentes y futbolistas. La Conmebol rinde tributo en la persona de su presidente Damiani, a los centenares de miles de hinchas que abrazan orgullosamente la bandera aurinegra, como un ejemplo de mancomunión de esfuerzos, dignidad y arrojo. Con el saludo afectuoso, mi entrañable recuerdo”.

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