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La maldición copera de Danubio

Nervioso, impreciso y despojado de su identidad, la franja empató con Deportivo Capiatá 2-2 y quedó eliminado otra vez
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26 de agosto de 2014 a las 19:01

Impreciso, nervioso, frío. Desconocido. ¿Este fue el mismo equipo que hace tres meses se consagró campeón uruguayo jugando una gran serie final? Danubio es un montón de interrogantes. Y un equipo que en la cancha no tiene respuestas. Por eso quedó eliminado en la primera ronda de la Copa Sudamericana. Otra vez.

Es una maldición que lo persigue desde hace ya 12 años. Y que ni siquiera pudo revertir ante un equipo modesto como Deportivo Capiatá que ayer le empató 2-2 en el Franzini para clasificarse cómodamente tras haber ganado 3-1 la semana pasada en Luque.

No pudo dar vuelta la serie Danubio. Modificó su esquema para ser más ofensivo (pasó del 4-4-2 a un 3-4-1-2) y recurrió a Camilo Mayada como carta salvadora. Pero el colectivo fue una serie de imprecisiones.

Los González –el debutante Gonzalo y el talentoso Ignacio– pasaron mal la pelota toda la tarde. El equipo jugó siempre largo desde el fondo para dos delanteros con similares características, porque Farías y Castro son de pivotear y descargar. Pero no están hechos para encarar con habilidad. Entonces Danubio fue siempre un equipo largo que no llegó nunca tocando por abajo. Salvo a los 14’ cuando Mayada se juntó con Formiliano y fue bajado en el área. Farías anotó y la franja tenía 76’ para sumar otro gol y clasificar. Todo a pedir de boca.

Pero al ratito Ricca metió un patadón para cortar una mala salida y el árbitro, que bien pudo amonestar, optó por expulsar.

Capiatá se terminó de acomodar con el hombre de más. Sin riqueza técnica individual, tuvo al menos la virtud de moverse siempre en bloque, como equipo. Y así llegó al gol a los 43 segundos del segundo tiempo con un cabezazo de Escobar, quien minutos más tarde amplió su cuenta de penal.

Perdido por perdido, Danubio fue y descontó con un cabezazo de Castro tras preciso centro de Santiago González, que le cambió la cara al ataque por la simple virtud de encarar, tocar al pie, desmarcarse rápido y juntarse con el único jugador que podía desequilibrar: Mayada.

Pero con tan poco no alcanza y Danubio sigue sin poder sacarse de encima esta maldición copera.

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