Argentina lleva 16 partidos invicto en
Copa América. Hace tres ediciones del torneo que no pierde un solo partido en tiempo oficial. Sin embargo, la copa se le volvió a escapar y su brillante generación de jugadores sigue en deuda con la historia.
La maldición de las finales volvió a ponerse la ropa de los penales. Y esta vez alcanzó al mismísimo Lionel Messi. Tal vez el mejor jugador del torneo. Sin dudas, el mejor jugador del partido del domingo. Pero ni así le alcanzó a los albicelestes para volver a dar una vuelta olímpica, esquiva desde hace 23 años.
Tras perder la final de la Copa América 2007, en Venezuela, 3-0 ante Brasil un 15 de julio, Argentina suma 16 partidos invicto en la Copa. Pero la maldición de los penales le impidió volver a levantar una copa. Contra Uruguay en 2011, en cuartos de final, y dos veces seguidas contra Chile.
A eso se le suma el reciente sinsabor del Mundial 2014 (en alargue contra Alemania) y obliga a recordar la historia y los revolcones por Copa Confederaciones 1995 y 2005.
Demasiado para una selección como Argentina que no para de sufrir mientras
Chile sigue de fiesta.
La mala racha empezó en 1995 cuando jugó la final de la Copa Rey Fahd (hoy llamada Copa de las Confederaciones) en Arabia Saudita ante Dinamarca y perdió 2-0 cuando era dirigida por Daniel Passarela.
La final perdida en la Copa América de Perú 2004 fue increíble: sobre el final pasó a ganar 2-1 con gol del Chelito Delgado, pero en los descuentos Adriano forzó los penales con un monumento a la media vuelta. Y en los penales ganó Brasil.
En la Copa Confederaciones de Alemania 2005, Brasil le dio a Argentina una paliza por 4-1 en la era Marcelo Bielsa.
En la Copa América 2007, la maldición de Brasil siguió su curso con otra goleada: 3-0.
La historia reciente fresca y más dolorosa comenzó en el Mundial de 2014 con el 1-0 de Alemania producto de un gol de Mario Götze.
El año pasado, otra vez volvieron los fantasmas de los penales, ante Chile.
El mismo plato se repitió este año en Estados Unidos. La maldición argentina no tiene fin.