Martín Lasarte

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La madurez de Lasarte

Con 21 años de trayectoria, el DT albo impulsa un modelo que el hincha sufre pero el club disfruta
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16 de agosto de 2017 a las 05:00
Su tono conciliador, sus expresiones medidas, siempre lejos de las estridencias y más cerca de las soluciones que de los problemas, la versión 2017 de Martín Lasarte reafirma la madurez con la que vive el fútbol a los 56 años. Después de dirigir su décimo clásico, de los que solo perdió uno, y tras ganar dos de los tres últimos campeonatos que jugó en su segunda etapa en Nacional, no se aparta de las formas que marcaron su carrera.

"Sigo pensando que era una fecha inconveniente para jugar el clásico pero las circunstancias eran las que eran", dijo el lunes tras su cuarta victoria ante Peñarol, esta vez por el clásico de la Copa de Campeones Uruguayos.

Era un buen momento para ufanarse de la superioridad sobre Peñarol, de ganarle a la adversidad de tener que jugar cuatro días después de la eliminación de octavos de final de la Copa Libertadores. Era un buen momento para aprovechar a sacarle lustre a su carrera, pero prefirió poner el foco en el análisis por encima de la expresión conveniente para sumar puntos.

Le han cuestionado, entre sus colaboradores más cercanos, el hecho de ser excesivamente honesto en sus exposiciones públicas. No obstante, no se aparta de esa línea. Prefiere recorrer ese camino.

Hace 21 años, apenas concluida su carrera como futbolista, asumió con un estilo conservador, una propuesta más ajustada al equilibrio defensivo que a la abundancia ofensiva, que tanto luce y gusta al hincha. En su momento porque lo hicieron sufrir con equipos cuyo norte estaba puesto en evitar el descenso. Luego, en equipos con aspiración de campeonato y con planteles cargados de figuras, mantuvo la misma forma. Así eligió recorrer su camino en el fútbol.

Con esa identidad que al que gusta del buen fútbol le rechina, pero al que busca resultados, a la larga lo termina aceptando y admirando, transitó dos décadas de maduración lenta, de pasos cortos pero seguros que hoy lo colocaron en una lista de los entrenadores uruguayos más destacados.

Esa postura fue la que en 2005 convenció al presidente Eduardo Ache de llevarlo como técnico porque le brindaba seguridad. Un aspecto que en un grande adquiere singular relevancia.

Lasarte debutó en 1996 en Rampla. En el Rampla del sacrificio y que mira la tabla desde abajo para saber si sigue una temporada más. Un año después le ofrecieron Rentistas, en circunstancias similares, y lo terminó poniendo en una copa internacional –la Conmebol– y peleando el título del Clausura ante Nacional, pero perdiendo el último partido frente al Danubio de Jorge Fossati y toda chance de alcanzar la gloria en aquella tarde que el golero Álvaro Núñez perdió un invicto de 947 minutos.

Su carrera estuvo exenta de vértigo. Como si afuera de la cancha transcurriera en la misma sintonía que el fútbol en el campo. Siempre sobre seguro.

Casi una década pasó antes que desembarcara en Nacional en 2005, incluso cuando había sido campeón de América y del mundo como jugador.

Esos primeros 10 años fueron los de la maduración de Lasarte a nivel local, y la consolidación con los dos Campeonatos Uruguayos con los albos (2005 y 2005-2006).

La segunda década de Lasarte como entrenador fue la de la consolidación internacional, en Millonarios de Colombia, con el salto a España para ascender con Real Sociedad y competir contra el Barcelona de Guardiola con ese mismo modelo que desarrolló en Rampla. Su consagración en Universidad Católica y Universidad de Chile, y el regreso a Uruguay.

En los 14 meses que lleva en Nacional no se la hicieron fácil. El presidente José Luis Rodríguez lo puso a prueba una y otra vez, por la inexperiencia del actual titular de los albos. Sin embargo, Lasarte le respondió con clases de gerenciamiento deportivo, de manejo de grupos y unidad institucional cuando en el escándalo de Rodrigo Amaral en febrero, estableció límites y cuidó siempre la salud del club por encima de todo.

Esa tarde del caluroso febrero en el Parque Central, en la que Nacional estaba conmovido por el cimbronazo que generaron las expresiones del empresario Daniel Fonseca y las decisiones del presidente, en el Parque Central, Sebastián Eguren, asistente de Lasarte –pero sobre todo una esponja que absorbe lo mejor e intenta terminar de hacer su posgrado para transformarse en entrenador–, manifestó a Referí: "El gran diferencial de Martín está en la forma en que gerencia el proyecto. No es solo un técnico de fútbol". Y fue en esas decisiones en donde cimentó el camino que recorre en los tricolores.

El lunes ganó otro clásico con austeridad, sin brillo, con una propuesta conservadora, con un equipo que encaja en el sacrificio y en el esfuerzo como bastiones innegociables. Señales de madurez, que colocan a Lasarte en la lista de los entrenadores uruguayos más destacados, aspirantes a la selección nacional y que sabe, de todas formas, que ganar el fin de semana es el salvavidas para evitar hundirse en las bravas aguas del fútbol uruguayo.

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