Opinión > OPINIÓN/ EDUARDO BLASINA

La ganadería uruguaya: entre la oportunidad y la discriminación

Pocas veces se ve un contraste tan marcado entre lo interesante de la perspectiva externa y el desánimo en las zonas ganaderas
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25 de junio de 2017 a las 05:00
Los productores ganaderos llegaron a 2017 bastante castigados por una lógica de baja en los precios que se instauró a partir de 2015 y que volvió cada vez más exiguo el margen. Los precios se aplanaron y alcanzaron mínimos en marzo y abril de 2016 cuando, además, llegaron a EEUU residuos de ethión, un producto usado contra la mosca de los cuernos, y los estadounidenses rechazaron algunos contenedores.

Desde ese entonces hasta comienzos de este año el precio se mantuvo en niveles no demasiado estimulantes. Y con esas condiciones la faena de vacas sube y el stock baja. El productor hace caja como puede y se descapitaliza. El recuento de vacunos que se realiza todos los años al finalizar junio, dará una baja para 2017.

Al empezar el año, la perspectiva de una competencia creciente por parte de Brasil y de un aumento en la producción de EEUU obligaba a la cautela. Y la faena de vientres en los primeros cinco meses de este año continuó sumamente elevada. Algunas voces reclamaban bajar costos dando marcha atrás con la trazabilidad y se instaló una lógica de desánimo.

De pronto un torbellino de novedades ha puesto el escenario patas arriba. Una empresa japonesa de primer nivel compró el frigorífico más moderno, ubicado en el centro del país. India, principal exportador por volumen en el mundo anunció que prohibiría por razones religiosas la faena de vacunos, al tiempo que Brasil, el segundo mayor exportador mundial por volumen y principal competidor de Uruguay empezaba una pesadilla interminable, de denuncias por vender carne en mal estado alterando etiquetas, denuncias y contradenuncias por corrupción y en esta semana la novedad de que EEUU cierra su mercado a la carne brasileña.

Mientras eso pasa, en el mundo surge un inesperado apetito por comer grasas que lleva al mayor precio de la historia a la manteca y a algunos cortes en EEUU. El azúcar era culpable, las grasas son absueltas de la acusación de tapar coronarias.

Y por otro lado el clima tan cambiado resulta ideal para la ganadería. Tras el diluvio de abril de 2016 el péndulo del clima se ha vuelto benefactor. Primavera casi ideal, verano ideal, otoño ideal y un invierno que casi no ha empezado al final de junio. Abunda el pasto, los rodeos están en buen estado y en lo productivo todo fluye favorablemente.

Esas buenas condiciones y la urgente necesidad de caja han llevado a una faena mucho más alta que en el primer semestre de 2016, una de las contribuciones al crecimiento sorprendente de la economía en el primer trimestre del año.

El favorable panorama para el segundo semestre, el buen estado de los rodeos, el desprestigio que está arrasando a la ganadería brasileña, la sorprendente salida de los indios del mercado internacional, todo debería llevar a una apuesta fuerte, no solo a producir más sino a diferenciar más a la carne uruguaya.

Perseverar en la confiabilidad del producto, remarcar que no solo no se tala una hectárea de selva o de monte nativo, sino que se protege el campo natural, se busca capturar carbono, se redobla el esfuerzo por cuidar las aguas, se trata a los animales con el máximo respeto y la ganadería es el sustento de una red de pequeñas y medianas empresas familiares que forman el cerno de un país libertario que se forjó al grito de aire libre y carne gorda.

El envión está. La producción de novillos para la industria creció 16% en lo que va del año y apenas se diera una señal de no discriminación la producción podría seguir aumentando. Pero mientras hay exoneraciones a gigantescas empresas forestales que disponen de zonas francas, a los ganaderos uruguayos cada oportunidad que aparece se busca o subir impuestos, o subir el gasoil o ahora cambiar los reaforos.

La suba de precios del gasoil de enero no tuvo justificación en el mercado del petróleo y la baja decretada está lejos de seguir la baja del crudo. Pocas veces se ve un contraste tan marcado entre lo interesante de la perspectiva externa y el desánimo que hay en las zonas ganaderas.

En muchos productores –seguramente la mayoría– el sentimiento sigue siendo de frustración, de discriminación y de exclusión. En la última semana el anuncio del reaforo de los campos fue un golpe más en el ánimo de los ganaderos. Una forma encubierta de suba de impuestos que acentúa la sensación de discriminación que ha llegado a un nivel de rispidez como hace años no se percibía y que va a contrapelo de la necesaria armonía entre el Uruguay urbano y el rural. Y la sensación de ninguneo e incomprensión es de gente que peina canas, tiene dedos gruesos y la piel curtida de salir a recorrer cuando la helada no se ha levantado todavía.

Si Uruguay aprieta el acelerador de la diferenciación y en la lógica de capturar nichos en restaurantes y hoteles, en integrar más explícitamente a la carne a un modelo de país modelo en todo lo que se relaciona con sustentabilidad, la ganadería tiene una enorme oportunidad de dar un salto hacia adelante.

Si se la sigue viendo como el sector al que en cada oportunidad que sea posible hay que meterle la mano en el bolsillo en nombre del mito de la lucha de clases, la oportunidad se perderá y se observará cómo más vacas preñadas terminan en los frigoríficos generando una necesaria facturación de corto plazo que hipoteca la oportunidad de largo plazo.

El Estado debe recaudar más. Pero que sea por renta genuina y no por agregar una presión fiscal ciega que amenaza a un sector que ha crecido en calidad, no tiene techo y tiene a su principal competidor desprestigiado. La oportunidad para la carne es mayor que nunca, ahora se trata de acordar para que pueda ser capturada.

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