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Tuvieron que esperar los 90 minutos, el alargue, y los penales. Pero poco les importó. Los hinchas de Peñarol sabían que este domingo era el día en el que tenían que ser campeones y así lo hicieron sentir en el Centenario, a donde llegaron de forma masiva para vivir su fiesta en dos colores.
Acostumbrados a llegar con tiempo al Campeón del Siglo en los últimos meses, desde temprano los hinchas de Peñarol volvieron a copar el estadio y tiñeron sus sectores –Ámsterdam, Olímpica y media Tribuna América– de amarillo y negro.
Desde antes del partido, en las inmediaciones del Parque Batlle, por calles y veredas, predominaron las camisetas aurinegras.
Los hinchas de Defensor, por su parte, llegaron a la Colombes y se repartieron: a ese sector fue la Banda Marley con sus tambores, mientras que la América fue una zona más familiar.
Afuera, mientras los violetas esperaban para entrar a su cabecera, los aficionados de Peñarol pasaban muy cerca de ellos en un clima de mucha tranquilidad y respeto, sin provocaciones.
Dentro del Centenario, antes del encuentro, los equipos salieron a la cancha a calentar y llegó el primer gran estruendo de la hinchada aurinegra. Las banderas comenzaron a flamear y sonaron las primeras canciones.
Algo similar se dio en el sector de Defensor, aunque en menor volumen. Los de Eduardo Acevedo trabajaron en la cancha ante la mirada de Ayrton Cougo y Gonzalo Carneiro, quienes observaron a sus compañeros desde la tribuna.
En esos instantes comenzó a correr el rumor de que Alejandro Acevedo, suspendido tras haber sido expulsado el miércoles en la final de la Tabla Anual, había ingresado al vestuario violeta, lo que daría como ganador, y campeones, a Peñarol (ver página 3).
Terminaron los ejercicios precompetitivos. Defensor se fue al vestuario alentado por sus hinchas. Luego lo hizo Peñarol. Antes, sus jugadores hicieron un círculo en la cancha, abrazados, y hubo una última arenga, lo que encendió a los hinchas de la Ámsterdam y la Olímpica.
Con el partido en marcha, la Ámsterdam comenzó a cantar con un claro mensaje: había que ganar. "La vuelta vamo' a dar" y "hoy hay que ganar", fueron las canciones que sonaron.
Luego, hubo otras un tanto más ofensivas, por lo que desde los altavoces del estadio se advirtió que eso no estaba permitido.
El partido no tuvo grandes emociones. Cuando se cerraba el primer tiempo, Peñarol tuvo un acercamiento que animó a sus hinchas, los que empujaron para llegar al gol, lo que no ocurrió.
El segundo tiempo siguió la misma línea. Los violetas se llevaron las manos a la cabeza con un tiro libre de Facundo Castro que rozó el travesaño, mientras que los aurinegros aplaudieron el ingreso de Cristian Palacios, quien no tuvo situaciones de gol.
Los 90 minutos se fueron y la paridad se extendió por 30 minutos más en el alargue, en el que pasó poco y nada.
Llegó la agonía de los penales. Y, con la Ámsterdam jugando su partido a las espaldas de Kevin Dawson, el arco pareció achicársele a los rivales, ganó el carbonero y tuvo una fiesta a lo Peñarol.
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