Tabárez planteó la misma estrategia que en 2009, con una figura táctica 5-3-1-1 que pretendía minimizar los efectos del buen juego de los ecuatorianos en el arco del rival.
Cuando Uruguay defendía, Cavani pasaba a ser el cuarto volante del equipo que con gran sacrificio realizaba el desdoble para defender y luego lanzarse al ataque. En el inicio, la misión de Cavani pasaba por ayudar a Cristian Rodríguez en la contención de Paredes y colaborar con Fucile para contener a Valencia. Con los minutos, el de PSG ya no fue tan generoso en el esfuerzo. Con esa propuesta, Suárez quedó solo arriba, a la espera de un pelotazo salvador, en un escenario en el que correr largas distancias no es una buena decisión para cualquiera que suba del llano.
Con ese panorama ultradefensivo de Uruguay, Ecuador manejó la pelota y las acciones de riesgo. La estructura de Uruguay se sostuvo mientras Fucile pudo con Antonio Valencia y Cristian Rodríguez controló a Paredes, lo que duró muy pocos minutos, porque cuando el de Manchester United encontró el punto a su juego, las debilidades de Fucile y los espacios para correr generó un caos en el sector izquierdo de la defensa, en la que para colmo de males, Godín no se presentó seguro. De sus pies surgió la jugada del 1-0 que convirtió Montero.
Tácticamente los celestes no cambiaron la figura después del gol, pero sí la disposición en el campo. Uruguay ya no estaba recostado sobre el arco de Muslera, sino que salió a buscar el partido. Se soltó más Cristian Rodríguez, Maxi Pereira, Fucile, y eso debilitó la defensa de Uruguay que recibió varias acciones de riesgos.
En el segundo tiempo, Tabárez modificó mantuvo los mismos hombres pero lo transformó en un 4-4-2, con Giménez de lateral derecho y Maxi Pereira de volante por derecha.
A los 64’ minutos, con el ingreso de Forllán por Pereira, plantó un 4-3-3, con Suárez, Cavnai y Forlán, pero de nada sirvió, porque el equipo estuvo desconetado.
Para reforzar el fútbol, mandó a la cancha a los 71’ a Alejandro Silva por Gargano, dejó solo a Egidio Arévalo Ríos, pero no alcanzó y quedó demostrado que sin grandes rendimientos individuales no hay estrategia que, por más efectiva pueda ser, sostenga los éxitos.
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