La celeste lo hizo otra vez

Tenía que ser así. No conocen otra forma. Desde que nacen les enseñan el significado de la camiseta. Cuando empiezan a comprender les inculcan esa rebeldía de imponerse ante las adversidades. Les seduce plantarse ante los más grandes del mundo. Son los uruguayos. Otra vez. Otra vez lo hicieron como señaló alguna vez un relator chileno.

Uruguay, un pequeño país que parece estar destinado a las hazañas, vuelve a estar en boca del mundo. Y estas cosas no tienen explicación. Quedar con la soga al cuello. Eliminar a Inglaterra y pocos días después mandar a casa a otro campeón del mundo como Italia. Solo los que viven en esa pequeña porción de tierra lo entienden. Solo los uruguayos saben de estas cosas.

En un partido cerrado, jugado bajo condiciones extremas, con un rival de nivel mundial y donde todo quedaba reducido a una sola pelota, Uruguay venció 1-0 a Italia y sigue alimentando el sueño de los tres millones de habitantes de su tierra.

La victoria fue sufrida, dramática, agónica, disfrutable. Y al margen de todos los adjetivos que se le puedan brindar al triunfo, el partido pasó por un camino común a los dos equipos.

Si cuando comenzó parecía que se miraban al espejo. Es que Uruguay se paró con tres en el fondo: Giménez, Godín y Cáceres. A sus lados Tata González y Palito Pereira con la misión de subir y recostarse en el fondo cuando el rival tuviera la pelota.

Arévalo Ríos contó con más ayuda en el medio, no quedó tan desprotegido. Cavani fue el espejo de Pirlo, lo tomó siempre como referencia. Cuando el genio italiano tomaba la pelota no lo dejaba pensar.

Pero claro, el trámite fue lento y sin mayores acciones de riesgo. El horario, el calor, todo pesaba en la mente. Había que reservar fuerzas para un eventual final cerrado. Además, a Italia le servía el empate. Entonces no tuvo apuros, jugó con el reloj a su favor. Y puso el partido en el congelador.

Uruguay presionó bien pero el tema es que se abusaron de pelotazos largos para Suárez, que restó siempre Chiellini. Los caminos al arco de Buffón estaban todos cerrados. Nadie quería regalar nada.

Recién sobre la media hora Uruguay encontró la primera acción de gol. Tras pared de Suárez con Cavani, Buffon interceptó una el pase al medio de Luis y en el rebote salvó el arco ante Lodeiro.

Uruguay insistió siempre por izquierda ante una Italia irresoluta. Con Pirlo tapado, Balotelli quedó aislado y Godín le ganó siempre por arriba.

En el complemento, Tabárez ordenó un cambio. Mandó a Maxi Pereira por Lodeiro. ¿Cambio defensivo cuando tenía que ganar? No, porque Maxi conoce el negocio de ir por las bandas y se complementa bien con Álvaro González. Y los dos volcaron la ofensiva celeste por la banda derecha a diferencia del primer tiempo donde se insistió siempre por izquierda.

Apenas se llevaban cinco minutos del segundo tiempo cuando todo Uruguay reclamó un penal contra Cavani. Bonucci lo tomó pero el juez no quería compromisos. En estos torneos, en esas incidencias, se opta por mirar para el costado.

El juego mantenía las características del primer tiempo. Ritmo lento. Jugadores italianos tirados en el piso haciendo teatro. Bajo esas condiciones era vital no perder la calma. La paciencia era la mejor consejera. Un error significaba volver a casa.

A los 12’ la celeste contó con una clara chance para quebrar la resistencia italiana. Combinación del Cebolla con Suárez que se la devolvió redonda, pero el volante no pudo definir bien. Un minuto más tarde a Marchisio se le fue la pierna y le puso una plancha en la rodilla a Arévalo Ríos. El juez no dudó, roja directa. El fondo, donde Godín fue impasable y Giménez realizó cierres importantes, ganó en tranquilidad.

Cambiaba el trámite del juego. Italia definitivamente se tiró atrás. La lucha se estableció entre su defensa y una ofensiva uruguaya paciente. Como los caminos estaban cerrados, Tabárez metió a Stuani para tener otra vía: el juego aéreo. Pero no había forma. Contra los reyes de la defensa, entrar no iba a ser sencillo. Y quedó demostrado. Con uno menos Italia se metió en su campo y defendió sin fisuras.

Por arriba era imposible. El camino era por abajo. Fue cuando Suárez contó con una de las más claras. Pero Buffon le negó el gol. Una notable pared con Cavani puso a Luis de cara al gol pero el 1 italiano lo impidió.

El tiempo pasaba. Otra vez el drama instalado en el estadio. Los uruguayos en las tribunas miraban incrédulos como el equipo uruguayo no podía quebrar la resistencia tana pese a tener el dominio del juego y un hombre de más.

Para colmo el calor y el cansancio se metían en la cancha a formar parte del partido.

Las piernas empezaban a sentir el peso del desgaste. Acaso la paciencia fue la mejor virtud del equipo de Tabárez para no dejarse llevar por la locura del paso de los minutos.

Hasta que a nueve minutos del final llovió un regalo del cielo como había dicho Tabárez en la conferencia de prensa previa al partido. En un tiro de esquina la cabeza –o el hombro– de Godín apareció más arriba que todos para terminar con el sufrimiento y marcar el gol de la clasificación.

Uruguay solo tuvo que esperar el final. Fueron minutos sufridos, donde el reloj parecía correr más lento de lo normal. Uruguay contó con una chance más pero Suárez se durmió con la pelota. Después de cinco minutos de descuentos, el mexicano Marco Rodríguez pitó el final.

Otra vez los uruguayos. Otra vez lo hicieron. No conocen otra forma. Tenía que ser así.