Después de permanecer tantos días en competencia, ascender una nueva montaña y tolerar el calor las preguntas invaden el Tour de Francia.
Una de las competencias más importantes del mundo del ciclismo convive bajo la sospecha. El doping es como la sombra que los acompaña en el camino.
El caso Armstrong conmovió al mundo del deporte y todo lo que viene detrás, irremediablemente queda salpicado.
Síntoma de que el duelo anunciado en el Tour tiene la intensidad esperada, los dos favoritos, el británico Chris Froome y el español Alberto Contador, se enredaron en un espiral de preguntas y respuestas sobre el dopaje.
El maillot amarillo y su principal rival asisten con disgusto a esa letanía de preguntas, de sospechas, que pesan sobre sus actuaciones, alimentadas con hazañas como la que completó en la cima del Mont Ventoux el británico, leña para la hoguera de un deporte acostumbrado al constante desengaño.
En la jornada de descanso posterior a la escalada al “monte pelado”, Froome torció su gesto angelical, agotado de que le comparen con Lance Armstrong.
“No tiene sentido, él engañó, yo no. Y punto”, dijo Froome.
La víspera, nada más atravesar la meta del Ventoux, Froome dijo: “Es una pena que no me pregunten sobre otras cosas. Es triste estar aquí, un día después de haber conseguido la victoria más importante de mi carrera, respondiendo cuestiones sobre el dopaje”. Froome vive la paradoja del ciclismo. Cuanto más grande es una gesta mayor es la sospecha que arrastra, hasta el punto de que si se mira el palmarés de los últimos años, aquellos que lograron las victorias más ajustadas, menos brillantes, se salvaron de la duda.
El británico arremete contra esa espiral con su hoja de servicios, irreprochable, y con su conocida apuesta por el sacrificio. Todos los que le han entrenado coinciden en que Froome es un loco del sufrimiento.
En estas, a Contador, que a diferencia de Froome sí tiene cicatrices del dopaje, le vienen con el cuento de que lo que hace Froome es, cuando menos sospechoso, y el ciclista del equipo Saxo, que no vino al Tour del año pasado por un positivo por clenbuterol en la edición de 2010, pone cara de pocos amigos.
“Sobre dopaje permito dos preguntas, no más, si hay más me voy a descansar, que quede claro”, advierte. En su respuesta, Contador coincide con el líder del Sky, Dave Braildsford, que cree en el pasaporte biológico y que afirma que, con lo que está pasando en el atletismo, “nadie se arriesga a correr a la antigua usanza”. Las respuestas de Contador, Brailsford y Froome pretenden fundar un nuevo ciclismo pero están sacadas del discurso del antiguo. Armstrong tenía por costumbre enumerar los controles que había pasado en los últimos días.
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