El tenis es el deporte más solitario del planeta. Y también de los más mentales. Eso genera un combo fuerte: el tenista suele estar solo contra el mundo, pero también con su cabeza. Cuando le va bien es un círculo virtuoso, pero cuando la confianza desaparece, es el peor enemigo.
Rafa Nadal está atravesando eso. Luego de un 2014 perseguido por lesiones –muñeca, apendicitis y espalda–, el físico empieza a responderle. Pero al menos en este arranque de 2015, la cabeza no funciona. El instinto asesino parece haberse ido. La falta de confianza es clara. Tanto que el propio jugador lo reconoció en una introspectiva conferencia de prensa el domingo, luego de la derrota ante Fernando Verdasco 4-6, 6-4, 3-6 en tercera ronda del Masters 1000 de Miami.
“No es una cuestión de tenis, sino de estar lo suficientemente relajado para jugar bien. Mi juego en general ha mejorado y más si lo comparo con el de hace un mes y medio. Pero, al mismo tiempo, estoy jugando con demasiados nervios en muchos instantes, en los momentos importantes”, dijo el español, que el lunes puede caer al 5° lugar del ránking ATP, e incluso hasta el 6°.
“He sido capaz de controlar mis emociones durante el 90% o 95% de los partidos de mi carrera. Voy a arreglarlo, no sé si será en una semana, en seis meses o en un año, pero voy a hacerlo”, agregó Nadal, que trata de auto convencerse de que la crisis no tiene gravedad. “Esto es un juego, no es tan importante. Lo que es seguro es que no voy a ganar 30 Monte Carlo, 20 Barcelona y 16 Roland Garros”. Se trata de una tremenda lucha interna. “En este momento de mi carrera he ganado bastantes cosas como para decir que no necesito ganar más. Pero quiero hacerlo. Quiero seguir compitiendo así. Quiero seguir teniendo la sensación de que puedo estar compitiendo por cada torneo y tengo la motivación para hacerlo”.
Lejos de la elite
En los números, la situación de Nadal es preocupante, y en picada desde que ganó Roland Garros 2014. Nadal tiene record de 13-7 en canchas rápidas en los últimos 12 meses, cifra comparable a cualquier tenista promedio del circuito. De hecho, está debajo de varios jugadores que navegan entre el puesto 20 y 30: Viktor Troicki (39), Gael Monfils (19) y Bernard Tomic (29).
En cancha lenta mejora un poco: ganó el 87,1% de los partidos, casi empatado con Novak Djokovic (87,5%). Pero mientras el N°1 del mundo está sólido en todas las superficies, el español ni siquiera puede decir que esté invicto en 2015: perdió en semifinales de Río contra Fabio Fognini (unas horas después de aquella sufrida victoria ante Pablo Cuevas) y solo llegó a una final, la que le ganó a Juan Mónaco en el ATP de Buenos Aires. De hecho, otra estadística lo une a Cuevas: con tres títulos, están empatados en títulos en el último año móvil, lejos de Djokovic (8) y Federer (6), y a uno del tercero Kei Nishikori.
El juego
La debilidad de Rafa se muestra en sus golpes. Siempre basó su éxito en la intensidad física que ahora no tiene, porque el paso del tiempo –y las lesiones– juegan. Pero además, la falta de confianza se nota en lo más básico: el domingo Nadal jugó el 45% de sus puntos tres metros detrás del fondo de la cancha, a diferencia de su rival, que tuvo ese registro sobre la línea. Resultado: Verdasco fue mucho más agresivo, y con golpes más profundos, mientras que Nadal dejó muchas pelotas cortas, favoreciendo el ataque rival.
Ahora se viene la temporada de polvo de ladrillo, que terminará en Roland Garros. Será el momento para ver si, en su lugar en el mundo, Nadal vuelve a ser el que fue, o si el planeta será testigo de cómo se marchita uno de los mejores de todos los tiempos.
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