Los partidos son ya más que finales para un Real Betis encaminado hacia la Segunda División de España, equipo que siente la agonía del fracaso y la cercanía del descenso. En la lucha, necesita jugadores preparados y este domingo en Vallecas se vivió una situación que nadie de los que la presenciaron la olvidarán.
El que menos, será el brasileño Paulao. Regaló el primer tanto en una mala cesión a su golero y se alió con la mala suerte para marcar el segundo en su propio arco.
No se sentía con fuerzas para seguir en el campo. Hundido, pidió el cambio. Nada ni nadie le consolaba. Hasta sus rivales acudieron a levantarle el ánimo. Le temblaban las piernas. No estaba en condiciones de seguir.
Su técnico tuvo que sustituirle y se marchó con lágrimas en los ojos. La de todos los béticos que ven como su equipo se hunde en una lenta agonía. La afición de Vallecas demostró su grandeza. Consciente del duro momento, aparcó su fiesta por la permanencia, para ponerse en pie y despedir con una tremenda y sincera ovación a un futbolista que sufrió el peor día de su carrera.
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