Fútbol > LEA EL PRIMER CAPÍTULO

Historias ocultas del "Baby"

El libro de Jorge Señorans revela el negocio del fútbol infantil, como el caso Enzo Scorza
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17 de diciembre de 2015 a las 05:00
El nuevo libro se Jorge Señorans se mete en el mundo del baby fútbol y repasa pormenores desconocidos de los comienzos de jugadores como Federico Valverde o Rodrigo Amaral. Cuesta $ 350 y es editado por Fin de Siglo.

Extracto del primer capítulo, "Enzo, el niño maravilla":

Cara de niño. Pelo largo. Piernas chiquitas que se perdían en largos pantalones. Enzo deslumbró rápidamente. Era capaz de tomar la pelota, eludir a todo el cuadro rival y colocarla lejos del alcance del golero. En la cancha era un verdadero demonio. Fuera de ella, un niño como todos, con sus sueños, ilusiones y el enorme deseo de jugar.

Por las calles de Rivera el rumor corrió rápido: El Sarandí Universitario tenía un botija que la rompía; y la vida del niño cambió.

El estallido fue más allá de lo imaginable. No pasó mucho tiempo hasta que las cadenas de televisión de Brasil fueron a captar imágenes del niño maravilla. Y como todo lo que luce en la frontera recuerda a Pelé, la inocencia de Enzo fue atropellada.

Sus condiciones generaron una revolución en el departamento. Tendría unos 10 años cuando empezó a notar que mucha gente andaba dando vueltas a su alrededor. Y los fines de semana, camino a la cancha, andaba por la calle con los rumores que le invadían la mente: decían que lo iban a ver de todos lados. El quiebre se dio cuando la poderosa cadena de televisión brasileña Globo desembarcó en Rivera para realizarle una nota. Pero esto no pasó una vez, sino que se empezó a reiterar cada fin de semana.

Bastó con que el rumor llegara a Brasil, que la televisión lo mostrara jugando, para que los brasileños posaran los ojos en aquel diamante en bruto. Entonces, de aquellas tardes de campito con la camiseta de Sarandí, de los jugos y refuerzos al rayo del sol, de la cocoa para templar los días de frío, Enzo fue depositado en una nube.

"En ese momento me empecé a dar cuenta de que ya era otra cosa, de que yo era un negocio, cuando lo único que quería era divertirme. Todo fue muy loco porque enseguida me vinieron a ver Gremio e Inter de Porto Alegre y empezaron a insistir para llevarme", me cuenta Enzo desde su Rivera.
Cuando un niño deslumbra parece que no importan los métodos. Todo vale para asegurarse su concurso, y más si promete ser una estrella. Aldo comenzó a transitar por un camino desconocido, debía lidiar con un niño prodigio.

De la noche a la mañana las propuestas invadieron a papá Scorza, que tuvo que reformular su vida. "Todo se inició en la etapa del baby fútbol, ahí comenzó a aparecer gente de todos lados. Fue un disparate. Enzo tenía 10 años. Nosotros fuimos frenando el tema. ¿Cómo lo frenamos? Fuimos negando para acá, para allá, porque lo querían llevar a todos lados. Entonces yo les decía que era muy chico, que tenía que estudiar, pero llegó un momento en que no dio más la cosa y tuvimos que largar todo", admite con resignación el papá del niño maravilla, Aldo Scorza.

¿En qué consistían las propuestas? Que dejaran al chiquilín en Brasil y el club autorizaba a los padres a viajar cuando quisieran ir a verlo. Promesas llovieron por doquier a los Scorza. En una oportunidad les ofrecieron viajar a Inglaterra, en otra recibieron un planteo para llevar al niño a estudiar a Brasil, a Minas Gerais.

Pero las cosas escalaron rápidamente. "Una de las primeras veces que vinieron por Enzo me ofrecieron dinero. Era gente que quería darme plata a cambio de representarlo", cuenta el padre de Scoza, le exigían firmar una especie de poder para asegurarse al chico. Pero la respuesta fue negativa. "El interés era que saliera el niño, pero nosotros, como padres, nos preocupábamos de que no viviera todo lo que pasaba a su alrededor, queríamos que jugara con la sana intención de divertirse".

Lo cierto es que poco le importó a Gremio que Enzo fuera a la escuela, que no tuviera edad para decidir. A todo o nada, fue a Rivera por la joya y se la llevó una semana a Porto Alegre. Las promesas los ilusionaban, los lugares visitados deslumbraban.

A los padres del niño estrella les ofrecieron trabajo en el restaurante Los 3 Mosqueteros, debajo del estadio Olímpico. Por si esto resultara poco, les regalaban un apartamento y les aseguraban una cantidad de reales para el chico. Enzo recordó que el apartamento "era tremendo, tenía tres dormitorios, piscina, gimnasio". Y allá marchó la familia Scorza a Porto Alegre, con todos los gastos pagos por una semana, con la condición de que Enzo fuera a todos los entrenamientos de Gremio para que los técnicos del club lo vieran en acción y pudieran ficharlo. "Mi padre pintaba autos en Rivera y no quería irse del país, pero la presión era enorme".

Es acá donde invaden las interrogantes sobre las innumerables historias que existen con los niños que juegan bien al fútbol en Uruguay. Pasan por todo este tipo de situaciones con 10 años de edad. Se les ofrecen promesas, autos, casas con piscina a cambio de ficharlos sin saber si mañana llegarán a jugar a nivel profesional.

Gremio daba por sellado el acuerdo. Sin embargo, la historia de Enzo tendría más condimentos... La locura en torno a la familia Scorza no terminaría acá.

La valija de los US$ 200 mil
Con su vuelta a casa la ciudad de Rivera se volvió a convertir en un panal rebosante de miel para emisarios, representantes, y dirigentes de clubes dispuestos a lo que fuera por el niño jugador.
Por aquellos tiempos se produce el rumor de que iba al Milan de Italia. Se acercaron Nacional, Danubio, dicen que hasta el Real Madrid... Apareció en escena River Plate de Argentina.

El papá de Enzo fue citado a una pizzería en Montevideo. Hacia allá viajó. Lo esperaban con una sorpresa: una valija minada de dólares a cambio de su hijo.

"Pasaron muchas cosas, aparecieron con una maleta llena de dinero, se dijo que eran
US$ 200.000. Me hablaron bien, que no lo querían apurar. El tema es que se salió todo de las manos", rememoró Aldo.

Papá Scorza volvió a su pueblo y su señora lo aguardaba para conocer las novedades. Se reunieron en torno a la mesa familiar. Pero claro, la preocupación era que Enzo no se enterara de toda esa locura, a fin de cuentas era un niño.

Todo terminó con la aparición de Francisco Casal en escena. El empresario pasó a representar al niño maravilla y recomendó que lo más adecuado sería comenzar por un club de la capital. Cuando Enzo tenía 12 años viajaron a Montevideo y arreglaron con Danubio, que le pagaba un sueldo de jugador de Primera división. La decisión de trasladarse a la capital se tomó porque los padres del chico querían que estudiara.

Con el dinero del salario la familia Scorza alquiló una casa en la zona de Instrucciones y Millán. Enzo era menor, de modo que el sueldo lo cobraba el padre, pero con una condición que acordó con los dirigentes: que el niño no se enterara del tema del dinero, querían que se dedicara solo a jugar y estudiar.

En cuarto de liceo, al ser citado a las selecciones juveniles se le complicó con los entrenamientos y los viajes y Enzo abandonó los estudios.

"Mucha gente nos criticaba, nos decían que vivíamos del chiquilín, pero no entendían que nosotros fuimos a Montevideo para estar con él, no era para vivir con lo que él generaba. Si era por plata agarraba lo que nos ofreció River. Es un tema complicado,", admitió Aldo.

Tras su experiencia, quiere que los padres que lleguen a vivir situaciones similares por el talento futbolístico de sus hijos sepan que "todo esto depende del pensamiento de la familia y como toman el tema. Si piensan que el niño es un fenómeno, ahí es bravo. Ahora, si están bien, la van a saber llevar. Vivimos en un país donde a todo el mundo le gusta el fútbol y los padres ante propuestas como las que recibimos nosotros quedan como locos. Pero lo mío fue distinto porque como no me gusta el fútbol, no me deslumbró. Si a algún padre le toca la situación que me tocó vivir, que lo piensen bien, que no se haga mucha ilusión, es una cosa muy vidriosa, que ponga los pies sobre la tierra, porque si le pasa de tener un hijo que juega bien, van a venir, lo van a ver frágil y le van a ofrecer de todo. Que no se deslumbren, porque es un ambiente vidrioso".

Enzo Scorza jugó en selecciones juveniles de Uruguay. Debutó en el primero de Danubio donde, por diferencias entre el presidente Arturo Del Campo y el empresario Francisco Casal, fue sacado del club. Lo llevaron a Rampla Juniors y Central Español. Se desligó del grupo Casal y emigró. Jugó en la serie C de Italia.

Hoy muchos se preguntan qué es de la vida del niño maravilla. Aquel por el que, pese a tener 10 años, ofrecían dinero. La última vez que lo contacté estaba en su Rivera natal. Entrenaba solo y esperaba un equipo para volver a tener la oportunidad de jugar.

"Me acuerdo de Scorza, claro. ¿Y ahora dónde está?", me pregunta Diego Forlán cuando le hablo del caso del niño maravilla. Cuando le respondo que se encuentra entrenando solo en Rivera, a la espera de una nueva oportunidad para volver a jugar, se limita a decir. "Ves... viste lo que pasa... Tiene que haber sido un tormento haber vivido todo eso".

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