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España: ¿dónde está el delantero centro?

La dificultad de encontrarle la gracia al estilo que concebía el fútbol sin un 9 con el que ocupar el área
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07 de junio de 2014 a las 15:02

Tras ser el máximo goleador en México 1986, Gary Lineker aterrizó en Barcelona precedido por su fama de goleador implacable. Después de tres temporadas irregulares arrastrando una falta de adaptación evidente, buscó a un periodista catalán y, un poco a modo de terapia, le propuso escribir un libro titulado ¿Dónde está el delantero centro? Desde la llegada al Camp Nou de Johan Cruyff en 1987, Lineker intentaba sin éxito encontrarle la gracia a aquel estilo que concebía el fútbol sin un 9 con el que ocupar el área y, cuando el técnico holandés lo puso de interior derecho, el goleador de Leicester comprendió que debía regresar a casa. Cruyff todavía permanece en Barcelona, donde, 25 años después, los aficionados siguen venerándolo cual padre (ya abuelo tras el ciclo de Pep Guardiola) de una filosofía que ha dado los mayores éxitos de la historia a Barcelona y a la selección española.

No son Vicente Del Bosque y Cruyff ni personas ni técnicos similares. Mientras que Johan tenía en la genialidad su principal virtud, Vicente cuenta con la sensatez, por lo que si el gran Barça de Guardiola se forjó sin un delantero centro, con Messi actuando como falsa referencia atacante, Del Bosque ha sabido trasladar con éxito esa variante en el juego de España para conseguir hacer evolucionar a un conjunto que cuenta por victorias sus tres últimas apariciones en grandes torneos (Euro 2008, Copa del Mundo 2010 y Euro 2012).

De la pareja Torres-Villa, con la que Luis Aragonés jugó en Austria y Suiza 2008, Vicente optó por usar tan solo a Villa en Sudáfrica, para acabar llevándose el trofeo en Ucrania y Polonia con Fàbregas como falso ariete. Y en Brasil, a pesar de contar con un muestrario rutilante de delanteros (Negredo, Costa, Llorente, Torres), la idea es que sea Cesc quien ocupe (y desocupe) la cúspide de la pirámide española.

¿La parte positiva? Esa apuesta por el 4-2-3-1, donde el 1 es un fantasma que cada vez que aparece luce una camiseta diferente, ha permitido a La Roja asegurar la posesión del balón, el mantra del fútbol español, y el ritmo de los partidos.

¿La parte negativa? Los síntomas de que esa fórmula está empezando a perder eficacia son cada vez más evidentes. El chaparrón sufrido en la final de la Copa Confederaciones ante Brasil es la mejor evidencia. Sin una amenaza en punta, las defensas rivales adelantan la presión, reduciendo los espacios y ahogando la fuente de alimentación del fútbol español. Además, si Fábregas debe ser el finalizador, sus últimos cursos en Barça no son halagüeños. Como las películas de David Lynch, sus temporadas parecen haberse reducido a prometedores arranques y desastrosos finales.



Este artículo forma parte de la serie que El Observador irá publicando a lo largo de este mes del mundial, producto de la alianza con el diario inglés Guardian. El Observador y otros 31 medios de primer nivel de todos los paises que juegan en Brasil 2014 desarrollaron estos análisis que ahora seran publicados en todos los países de la red generada por Guardian.

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