Polideportivo > Análisis de Jorge Señorans

Es inexplicable

Uruguay perdió puntos en un duelo en el que dejó todo, Suárez marró un gol increíble y Amarilla perdonó un penal; una constante de la historia
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12 de septiembre de 2012 a las 00:56

¿Qué se puede decir hoy cuando Diego Lugano, el que parece que a partir de ahora viene con la cruz de la duda, fue el mejor de la defensa? ¿Qué se puede argumentar para explicar que Luis Suárez, el mejor delantero del equipo y el único que parecía salvarse de la quema, fue el más flojo arriba? ¿Cuáles son los argumentos para explicar que el jugador de mayor claridad en la cancha y el que se puso el cuadro al hombro en el primer tiempo fue el mismo Diego Forlán para el que muchos pedían recambio? ¿Cómo explicar que el técnico conservador se jugó la ropa tirando todo adentro de la cancha con cambios que fueron un verdadero riesgo?

¿Qué se puede decir hoy que a la gente la invade un extraño sentimiento? Es un partido complejo de analizar. Se pudo haber ganado, se pudo haber perdido. Y hasta el tan odiado Carlos Amarilla le perdonó un penal a Uruguay.
Es fútbol. Muchas veces no existe la lógica. Todo pasa ahí adentro del terreno donde Uruguay deambuló en los primeros 25 minutos sin tener claro su rumbo. Es que el penal de Diego Lugano contra Caicedo terminó de inyectar más nerviosismo a un equipo que escuchaba las primeras críticas en mucho tiempo.

El gol transformado por el propio Caicedo abrió la herida de la celeste.

No había circuitos de juego. En el medio Arévalo y el Ruso Pérez corrían detrás de la pelota sin poder capturarla. Y los que tenían la misión de generar estaban anulados. Entonces la pelota no llegaba nunca a Suárez. Todo moría en ese querer y perder la pelota rápidamente.

Ecuador captó enseguida el problema. Se dio cuenta de que Palito Pereira sufría el partido, no lo disfrutaba. Y fue por su zona donde encontró facilidades. A los 11 minutos contó con otra chance con una cabezazo de Benítez que controló Muslera.

Uruguay parecía supeditado a la pelota quieta como única arma para inquietar al rival.

Hasta que Forlán, al ver que Ramírez tenía problemas y la pelota no salía del medio, se retrasó. Se puso el cuadro al hombro con un juego simple, tocando y mostrándose. El tema es que la celeste no daba el golpe final. Las escasas situaciones que tuvo fueron de entrevero, nunca claras.

Pasada la media hora Forlán cobró una falta y la pelota le quedó servida a Palito Pereira que remató mal, después quedó otra bola para Cavani que tiró débil.

Recién a los 42 el equipo contó con la posibilidad más clara de igualar el juego. Una pared entre Forlán y Suárez terminó con la definición de Luis que pegó en el travesaño.

Ecuador cerró el primer tiempo obligando a Muslera a tapar ante un remate de Castillo, que junto con Valencia y Caicedo, resultaron bastante complicados para la defensa uruguaya.

Para el segundo tiempo se esperaban cambios. Se hacían apuestas con los posibles candidatos. Pero Tabárez terminó sorprendiendo a todos al sacar a Arévalo Ríos y colocar a Gargano. Mientras que Palito Pereira dejó su lugar a Álvaro González.

El equipo se paró de la misma manera. Cuatro hombres en el fondo, dos volantes para marcar, dos para generar y dos puntas.

Y como el panorama no cambiaba, Tabárez redobló la apuesta. Tiró todo adentro de la cancha en procura de la victoria. Mandó a Cristian Rodríguez en lugar del Ruso Pérez.

Pero casi enseguida Ecuador pudo sentenciar la historia. Tomó mal parado a un Uruguay jugado al ataque y Castillo corrió desde el medio dejando por el camino a Tata González y Gargano. Cuando se disponía a eludir a Muslera cayó en el área. Era penal que el juez Amarilla desestimó.

De ahí en adelante la celeste se paró en campo rival. Fue a todo o nada. Buscó por todos los medios ante un rival que se metió atrás regalando pelota y campo al local que, a impulsos individuales, desprolijo y a los empujones, fue. Y este es un detalle que se debe destacar del equipo: nadie podrá reprochar que no se puso todo en procura de la victoria. Pero hay imponderables o cosas difíciles de explicar.

El partido se planteó con Uruguay jugado al revolucionario Cebolla Rodríguez bien acompañado por el improvisado Tata González de lateral izquierdo.

Uruguay inclinó la cancha por ese sector. Hasta que a los 21 de la parte complementaria, en una de sus tantas corridas, Cebolla terminó con el centro atrás. Un defensa se entreveró, Forlán atropelló, y la pelota fue derechita a Cavani que se sacó la mufa con un remate seco y abajo para decretar la igualdad.

Había tiempo. Había que ordenarse. Y el margen de error se acotaba a la mínima expresión con un rival peligroso.
Uruguay lo pudo ganar y lo pudo perder cuando Muslera se jugó y salvó ante Benítez.

Y en un partido extraño de explicar la última la tuvo Luis Suárez. Ahí donde generalmente no falla, ahí donde tiene instinto asesino. Ahí perdió la victoria de forma increíble. Sin marcas tocó de cabeza y el golero Domínguez le sacó la pelota del partido.

Uruguay dejó todo. El equipo concluyó con jugadores fundidos por el esfuerzo. El técnico hizo cambios para ganar, pero se terminó retirando en medio del desconsuelo generalizado de una afición que pensaba que con la obtención de la Copa América, el boleto al Mundial estaba garantizado. Nada más alejado de la realidad. Habrá que seguir peleando. Es la constante de esta historia.

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