Final del partido en el Franzini. Pablo Bengoechea se toma la boca sin rasurar y por tres veces se pasa la mano derecha por el pelo hacia atrás. La cara de preocupación busca el piso y también soluciones a este flojo momento de Peñarol.
Mientras tanto, 30, 40 y ya son 50 los hinchas con el rostro desencajado que le dicen de todo pegados al alambrado. De todo. Alguna de esas caras denota juventud y quizás no vio lo que hizo Bengoechea con Peñarol en el segundo quinquenio. Pero los otros sí lo vieron e igual insultan. Es la definición del hincha o de la gran mayoría. El típico ingrato.
Claro que el hincha quiere resultados. "¡Esto es Peñarol!", es la frase de cabecera de quienes protestan en los últimos años en los que se ha conseguido muy poco. Y desde ese punto de vista, le asiste la razón. Aunque sin insultar sería mejor. Así les fue antes –yendo para atrás– a Paolo Montero, Jorge Fossati, Jorge Gonçálvez, Diego Alonso, Gregorio Pérez, Manuel Keosseian, Víctor Púa, Julio Ribas, Mario Saralegui, Gustavo Matosas, Luis Garisto y hasta Fernando Morena.
¡Sí! ¡Ni Gregorio ni Morena se salvaron de ser insultados!
Por ahí puede haber una de las pistas por las cuales el equipo no funciona como el DT quiere. Están desconcentrados, algo insólito para un equipo del pedigrí de Peñarol.
Cuando Bengoechea jugaba, el equipo dependía de él y sabía que a la larga, al menos en el torneo local, conseguiría su objetivo. Ahora depende de otros y a esos otros, los maneja él y los resultados no son los mismos.
¿Se puede hablar de crisis deportiva? No. Bengoechea viene de ser campeón del Clausura con Peñarol. Claro que perdió la final del Uruguayo ante el enemigo eterno, pero tiene crédito.
La crisis pasa por el escaso juego que muestra el equipo. Inconexo, sin vibración emocional ni juego colectivo. Los jugadores están desconcertados.
En este caso, ellos son más responsables que Bengoechea, por más que el técnico diga siempre "el culpable soy yo".
No solo no encuentran la brújula en la cancha, sino que no transmiten casi nada. Por más que el DT se empeñe en decir que no falta actitud, este Peñarol no muestra siquiera el pundonor tradicional de los que normalmente llevan esa camiseta. Esa responsabilidad es de ellos y quizás eso es lo que enerva al hincha.
A esta altura queda claro que Peñarol le tiene que ganar a Peñarol. Es su principal rival y en eso tendrá que trabajar –y mucho– Bengoechea.
Es el peor momento del técnico en el club. Nadie piensa en cesarlo entre los dirigentes y Damiani también se lo dijo a Referí (ver nota aparte).
Ahora es cuando deberá demostrar por qué está de técnico y tratar de tapar esas bocas llenas de insultos y sin memoria.
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