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"En Londres me di cuenta de que tenía razón"

Alejandro Foglia habló mano a mano con El Observador, más allá de las regatas, sobre la vida, el pasado y el presente
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07 de agosto de 2012 a las 22:04

Le cuesta mantenerse parado y cada tanto flexiona las piernas. El esfuerzo de la medal race, las emociones, la adrenalina… todo se siente en esas piernas que trabajaron como nunca para llegar al octavo lugar de la clasificación. Ya pasaron dos horas y Alejandro “Jano” Foglia sigue teniendo el rostro más feliz del mundo. No es para menos, en Weymouth and Portland acaba de vivir la experiencia más excitante de su carrera, el octavo puesto en la clase laser estándar de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

Mirás para atrás y hay 20 años de historia. Eso debe dar vueltas en la cabeza, ¿verdad?
Empecé en esto como un entretenimiento en los veranos en Punta del Este, cuando tenía siete años. Pienso, loco, y me pasan cientos de imágenes por la cabeza (se emociona, se le corta la voz).

Si querés hablamos en un rato –le digo–, pero prefiere seguir. “No dale, dale. Es que todo esto es muy fuerte para mí, porque en Punta del Este empecé con mis hermanas porque era la opción que tenían mis padres para que estuviéramos en actividad. Recién empecé a competir en serio a los 16 años, pero nunca pensé que lo haría en alto rendimiento. El primer click fue con Luis Chiaparro, que me acompañó hasta hace un año y que fue quien una vez me dijo que debía correr en láser. El otro que me motivó fue Adolfo Carrau.

Pero te hicieron sufrir.
Es una clase muy competitiva y sacrificada en el aspecto físico porque cuando hay poco viento necesitás sacar todo tu peso afuera del barco y mantenerte así durante una hora de carrera. De las clases olímpicas es la más económica y en la que muchos países navegan, el nivel es muy alto. En Londres 2012 hubo 49 barcos. Físicamente tenés que estar muy fuerte. Pero como a mi me gusta entrenar. Cuando era chico hacía rugby y gimnasia. Me gusta entrenar y sacrificarme para ir al máximo en cada momento, no me importa si después estoy cansado. Luego se verá cómo me recupero.

Es tu primer medal race y un torneo espectacular, ¿qué cambió el último año?
Un poco de todo, madurez, el cambio de entrenador fue importante por toda la experiencia que tiene Diego Romero, porque el Chato Chiaparro fue olímpico pero no en laser. Romero fue olímpico en Sídney, Atenas y bronce en Beijing y es un tipo que fue segundo en un Mundial, tiene resultados muy buenos y un gran recorrido y experiencia en laser. Ese aporte fue fundamental para poder estar peleando con los mejores.

Deportista y trabajador, ¿así se puede definir?
Te diría, un deportista que hace lo que puede para estar preparado de la mejor forma.

Porque alternaste entrenamiento con el trabajo de camionero.
Algo parecido. Cuando este año terminó la competencia en Palma de Mallorca, los venezolanos, que sabía que tenía una camioneta y tráiler, me pidieron si le llevaba la embarcación a Alemania. Eran 2.000 kilómetros de ida y otro tanto de regreso. Era mucho, así que llamé a un amigo en Barcelona, que está sin trabajo, y le dije si se animaba a acompañarme, porque no me daba para hacerlo solo. Y se prendió. Le tiré unos mangos e hicimos ese transporte que ayudó. También transportamos barcos de un chico de El Salvador y todo sumó.

Ahora, después de culminar octavo en los Juegos Olímpicos, pasa raya y te das cuenta que conseguiste el dinero para entrenar en Europa…
Y vivir.

¿Ya te compraste la casa?
No, pero no me importa eso hoy, porque lo estoy haciendo con gusto.

Te lo pregunto porque en el nivel profesional en el que competís, con tres Juegos, deberías tener otro respaldo.
Sin dudas. Lo hecho aquí es muy meritorio por todo. Estuve compitiendo mano a mano con las potencias que lo tienen todo. Fijate que los rivales con los que corrí tienen estaciones meteorológicas en cada bote del entrenador, en la computadora le va marcando el viento y lo que está sucediendo y lo que sucederá.

¿Y vos?
Nada. Corazón.

¿Intuición?
Olfato, experiencia, son esas cosas que tenemos los uruguayos.

El martes salió todo torcido.
Todos tenemos una mala jornada, pero la mía el martes no fue mala, fue horrible, fue pésimo, terminé 28 y 29, y al día siguiente 30, que descarté. Pero ya está… porque si miro para atrás en los últimos dos mundiales corrí en la flota de plata, muy mal, y ahora en los Juegos recibo esta recompensa.

Dijo en la zona mixta, después de culminar el medal race que este fue el triunfo de un equipo.
Sin dudas, porque trabajé mucho, me dediqué 100%, hice lo que tenía que hacer y el resultado llegó, pero también tuve un gran respaldo en mi entrenador, Diego Romero, de gran experiencia en laser y medalla de bronce en Beijing, y en mi preparador físico desde hace 12 años, Óscar Gadea. Por esa razón, cuando estaba yendo a la cancha de regatas me emocionaba solo, porque el hecho de estar entre los 10 mejores del mundo ya era algo impresionante.

¿Qué aprendiste en Atenas?
Que si se trabaja bien se puede llegar a algo bueno.

¿En Beijing?
Tuve mala suerte y no me tocó la condición de viento que necesitaba, de acuerdo a mi contextura física.

¿Y en Londres?
Que tenía razón, que invirtiendo, trabajando fuerte y, como pienso yo, que hay que hacerlo para poder estar ahí arriba estaba en lo correcto.

¿El futuro? ¿Quedan otros dos o tres juegos?
Puede ser en la clase Finn. En láser es más difícil. El Fynn es más costoso, el barco más caro, no es como aquí que te dan todo el material, con velas y todo; cada uno tiene su barco, sus velas, su palo, que incluso uno lo puede diseñar. Es más complicado.

Seguramente después de este octavo puesto no tenga que hacer fletes para financiar su preparación, ¿en una de esas suena el teléfono?
Ojalá, que así sea. Me gustaría porque sé que el talento está, las condiciones también y las ganas sobran.


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