El presente de Atlético de Madrid es excelente. El actual campeón de la Liga Española se caracteriza por ser un equipo donde la exigencia, el trabajo y el sacrificio no se negocian. Y más si se tiene en cuenta que el cuerpo técnico lo integran dos argentinos (Diego Simeone y Germán Burgos) y un uruguayo (Óscar Ortega).
Esos méritos sirvieron de excusa para que Enric González, periodista del diario El Mundo de España, publicara la columna “Milagros Uruguayos”, donde compara hitos de la historia celeste con el presente del equipo madrileño.
Pero González hace una aclaración de su novedoso concepto de “uruguayo”, y asegura que hay “argentinos uruguayos” como Diego Simeone, y que incluso el actual Aleti es un “equipo uruguayo”.
“El Atlético de Madrid es, ahora mismo, el mejor equipo uruguayo del mundo. No, no lo digo por Godín. Ni por el Cebolla Rodríguez, que se marcha. Ni por Giménez. Este no es un asunto de pasaportes porque los futbolistas uruguayos, como los bilbaínos, nacen donde les da la gana. Hay uruguayos argentinos, como el propio Diego Simeone, y uruguayos de todas partes. Que no se me ofenda nadie, porque no hablamos de patrias ni de banderas, sólo de fútbol. De ese fútbol colectivo que en cuanto supera un cierto nivel de madurez, coraje, autoconocimiento y sangre fría, se sitúa en el nivel de lo uruguayo”, escribe el periodista.
Así habla de Abdón Porte y su trágico suicidio en el Parque Central por perder la titularidad de su amado Nacional, de la gesta de la selección nacional de 1916, la única selección del país donde jugaban futbolistas negros como Isabelino Gradín y Juan Delgado y del histórico Maracanazo.
De la gesta de 1950 el periodista dice: “Si hubiera que encarnar en una persona eso que llamamos fútbol uruguayo, sería sin duda en Obdulio Varela, el Negro. Ya saben de quien hablo: del tipo que derrotó a la mejor selección en el estadio más grande y creó una palabra potentísima, Maracanazo. Varela fue quien recogió el balón de la red, tras el gol de Brasil en la final del Mundial de 1950, caminó lentísimo hacia el centro del campo y se puso a hablar con el árbitro en un lenguaje incomprensible para que acudiera alguien y tradujera. La alegría brasileña se transformó en impaciencia y rabia durante esos minutos. «Cuando empezamos a jugar de nuevo, ellos estaban ciegos, no veían ni su arco de furiosos que estaban; entonces todos nos dimos cuenta de que podíamos ganar el partido. ¿Cómo conseguimos eso? Es que el jugador tiene que ser como el artista: dominar el escenario». Esa explicación se la dio, muchos años después, al periodista y escritor argentino Osvaldo Soriano. Dominio del escenario. Fútbol uruguayo”.
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