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Embarrados de historia

Los jugadores aprovecharon las horas libres del día posterior al triunfo ante Jordania para visitar el mar Muerto y cumplir con la tradición de cubrirse el cuerpo de barro
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14 de noviembre de 2013 a las 22:23

La mañana se desarrollaba a todo disfrute en la Amman Beach. Los habitantes de la zona armaban las sombrillas a la espera del arribo de los turistas. Las bebidas se colocaban en las heladeras. Las famosas pipas para fumar tabaco dispuestas en un rincón. Y abajo, en la playa del mar Muerto, los niños se divertían.

Cuando de pronto empezaron a emerger unos hombres de remeras blancas. La curiosidad encendió enseguida. Pero cuando se percataron de que se trataba de los jugadores de la selección uruguaya se generó tremendo revuelo.

Los jóvenes jordanos cercaron a los celestes que eran protegidos por policías que se vieron desbordados por la situación. Y otra vez los mismos gritos del Estadio. “¡Uruguay, Uruguay!”. Hasta que reconocieron a Edinson Cavani y se inició una especie de persecución.

Los jugadores de la selección uruguaya aprovecharon la mañana libre para realizar una visita al mar Muerto. Tomaron contacto con una enorme parte de la historia del mundo.

Primero fueron las gastadas al utilero Minguta por su estado físico. El hombre, pasado en kilos, recibió todo tipo de bromas: “Mingu, acá se termina todo, dicen que quemás grasas como loco”, le decía el Cebolla Rodríguez.

Los jugadores bajaron al agua y mientras algunos se sacaban las remeras por el intenso calor, otros seguían demostrando su sentido del humor como Gastón Ramírez: “¿Sabías que es el mar más poderoso de todos este? ¿Sabés por qué? Porque está re salado”.

Y fue tiempo de meterse al agua a tomar contacto con la realidad de la sal y la historia.

Los primeros en mandarse fueron Diego Lugano y Andrés Scotti. Los dos entraron y se pusieron a flotar. “No sabés, tenés que probar esa experiencia. El que no sabe nadar acá es un rey. El agua te deja flotando por la sal que tiene”, dijo a la pasada Scotti a El Observador.

Atrás fue toda la barra compuesta por todos los integrantes del plantel que, custodiados por el preparador físico José Herrera, Celso Otero, Mario Rebollo e integrantes de la sanidad y funcionaros compartieron la experiencia. Los únicos jugadores que no asistieron fueron Luis Suárez, Martín Cáceres, Maximiliano Pereira, Martín Silva, Abel Hernádez y Walter Gargano. Tampoco el técnico Tabárez.

Adentro del agua los jugadores de la selección parecían niños recién largados en una playa. Forlán flotando gritaba: “Ojo con las hemorroides”. Egidio invita al utilero: “Víctor, ¿vamos?”.

“¿No te tirás, profe?”, le dice un funcionario a Herrera. “Si yo ya me bañé…”.

Herrera agrega en la charla: “Esta zona es la más baja del mundo. Está a 300 metros debajo del nivel del mar. Tiene un 30% de sal cuando el mar común es de 3%”.

Mientras tanto los jugadores cumplían con otra tradición: embarrarse el cuerpo que es bueno por las propiedades del barro. El capitán Lugano quedó todo cubierto de barro y a Nico Lodeiro apenas se le veían los ojos.

Entonces allá a lo lejos empezaron a cantar: “Hay que nadar, hay que nadar, el que no nada, no va al Mundial”.

El tema fue cuando salieron. “¡Ah, me arde todo!”, decía Palito Pereira. Y Arévalo agregaba: “Si te entra agua en el ojo te mata”.

Hasta que Cavani decide salir del agua y otra vez la locura de los niños y los curiosos de la zona. Todos atrás del Matador. Un grupo empieza a cantar: “Cavani, Cavani, Cavani”. Todos le piden fotos, firmas, tremendo. Todo a escasos metros de los ojos de la madre del jugador de PSG.

Cavani sabe que detenerse para una foto es poco menos que generar una locura. Por eso no responde, además de no entender el idioma por supuesto.

A los pocos minutos y luego de tomarse varias fotos se inicia la retirada. Todos comentando la experiencia. Claro que había que lidiar con una vieja experiencia: la arremetida final de los niños cazafirmas o fortunas, porque para ellos es la única oportunidad de su vida de tener al lado a Cavani.

La cara opuesta era Lugano. Se tomó todas y cada una de las fotos que le pidieron hasta que en un momento empezó a gritar: “Suárez, Suárez” y señalaban al primero que se les cruzaba. Cuando vieron a Castillo cambió de objetivo: “Cavani, Cavani”, decía Lugano mientras el golero era invadido para las fotos ante las risas de todos.

Uruguay pasó su día libre en contacto con la historia.

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